Capítulo 7

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Era la cuarta noche de luna llena de la semana. Me encontraba recargada a los pies de un árbol, tapada con la capa de Yue. No tenía sueño pese al alborotado día que había tenido, así que me dediqué a contemplar la bella montura que colgaba de mi cuello.

Giro la cabeza a la derecha, teniendo por primera vez la oportunidad de ver a Yue profundamente dormido. Parecía un niño que había estado jugando todo el día, corriendo y saltando hasta quedar sin energías. Yue estaba curado de todas las lesiones que había sufrido; y en ese momento, hasta roncaba. Sonreí para mí. Todo estaba tranquilo. Pero la paz no duro mucho, ya que esa melodía de flauta llenó el silenció de la noche...

La melodía de la flauta era tocada con gran intensidad, acompañada de tambores que retumbaban al son con mi corazón. Ese canto ahora era entendible, pero aún indescifrable. Las nubes se apartaron, siendo bañado el bosque entero por el brillo lunar. Mi cuerpo fue alcanzado por el rayo lunar y éste comenzó a forcejear, sintiendo como si hilos de fuego ardieran bajo mi piel, haciéndose paso por mis venas. Era una mezcla de ardor y excitación, que me llamaba.

Me revelé, endureciendo mi cuerpo y oponiéndome al dominio de la Gotta al abrazar fuertemente el árbol donde yacía recargada. Pero inmediato a mi rebelión, el sonido de la flauta se volvió como cuchillas que rebanaban mi piel; y las percusiones de los tambores azotaban mi cabeza con brutalidad, como si mi resistencia fuese una ofensa para quien o lo que sea que me llamaba.

Sucumbí al dolor y caí de rodillas al suelo, apretando las manos contra mis oídos y me tumbé, retorciéndome del dolor mientras luchaba por no abandonar mi cuerpo y ser manipulada. Luego empiezo a convulsionarme ligeramente y a sudar frío, jadeando y aguantando toda esta serie de síntomas, hasta que se escapó un gemido tan fuerte de mi boca, que despertó a Yue.

- ¡Aknei! -exclamó en cuanto me vio a punto de rendirme.

Se acercó a mí, pero no me tocaba. Estaba atónito.

-No podré resistir más...-jadeé. - ¡Vete antes de que sucumba!

- ¡No me pidas dejarte porque no lo haré! -contestó, regañándome. -Deja de oponerte...

-Pero si lo hago, te lastimaré...

-Tranquila. -dijo tratando de calmarme. -Todo estará bien. Ya lo veras.

-Tengo miedo...-gemí.

Yue me miró con una mezcla de dolor y pena. Yo gimo de dolor y aprieto los dientes.

El llamado era más fuerte esa noche. La Gotta estaba cerca, demasiado cerca. No pude evitar pensar en la anécdota sobre aquella persona que encontró la Gotta. Esa persona que había muerto tras ser poseída por esa joya.

-Aquí estoy. -dijo consolándome. - No estás sola.

Inhalé hondo y tomé valor. Lo miré directo a los ojos.

- ¿Qué tengo que hacer? -pregunté temblando por la sacudida de sensaciones y el pánico.

-Solo relájate y mira la Luna. -contestó, serio.

Tragué saliva y respiré hondo. Yue se aparta y yo levanté la vista al cielo. Permití que mis ojos se llenaran con la imagen y el brillo de la Luna...

Una vez que mis ojos se posaron sobre la Luna llena, mi cuerpo se sacudió violentamente. Cada uno de mis músculos se tensó y una oleada de energía me golpeó internamente, como una ráfaga de viento caliente. Instantáneamente, todos los síntomas que tenía se esfumaron y me sentí tragada internamente, cayendo a una especie de abismo negro.

Mientras caída al vacío oscuro e infinito, unos hilos azules chocaron contra mí por los laterales, los cuales se enredaron como si tuvieran vida y me amarraron las extremidades, la cintura y el cuello. Los hilos se tensan y detienen mi caída al fondo del abismo, quedando colgada como un títere. Levanto la vista, y en medio de la oscuridad, se hizo presente una luz brillante color azul, justo frente a mí. Esa luz se estrella contra mi pecho y yo grité del dolor, sintiendo que las costillas se me rompían. Aquella luz se hizo sólida y se transformó en una piedra con forma de gota de agua. Era la Gotta.

Poco a poco, la piedra se incrustó dentro de mi pecho de una forma dolorosa y unas agujas gigantes salieron de esa piedra, atravesándome el cuerpo y dejándolo inmóvil. Los hilos azules jalan de mis extremidades y escucho como crujen mis huesos. Gemí y jadeé, estando sorprendida de no haberme desmayado ya del dolor agonizante. Las lágrimas comenzaron a brotarme de los ojos y apreté los dientes.

Aknei...Resiste, Aknei...

Escuché que decían mi nombre. Era la voz de Yue.

Su voz me hizo entrar en razón y llenó mi mente de valor. Yo era la Guardiana de la Gotta, la única que tenía la fuerza suficiente para soportar esta dura prueba. Yue confiaba en mí. ¡Tenía que pelear!

Respiré agitada y resistí. La Gotta hizo crecer las enormes agujas y sentí como el cuerpo se me desgarraba. Los hilos me jalaron aún más y yo hice el esfuerzo hercúleo para contener los gritos de dolor. La Gotta estaba empeñada en salirse con la suya. Me quería exclusivamente para ella.

De pronto, vi algo acercarse a toda velocidad y recibí un fuerte golpe en el pecho, sacándome el aire y desintegrando toda mi fuerza. Yue apareció frente a mí con una de sus manos en el centro de mi pecho, justo a la altura donde la Gotta se había incrustado. Luego él se alejó y de mi pecho emergieron enredaderas plateadas que envolvieron mi cuerpo. Las agujas y los hilos azules se desintegraron y sentí mucho frio. Cerré los ojos y me perdí en la oscuridad...

Abrí los ojos nuevamente, viendo motas de colores verde y azul oscuro. Sentía que todo me daba vueltas. Luego percibí un peso en mi cuerpo y al enderezarme un poco, vi que Yue estaba boca abajo sobre mí. Él despertó en ese instante y se levantó en cuatro, teniéndome atrapada bajo su cuerpo. Yue entornó los ojos sobre los míos, y yo no pude evitar sonrojarme. Él se giró y se arrodilló a mi lado, ayudándome a enderezar. Gateamos exhaustos hasta las raíces de un árbol cercano y nos recargamos en el tronco del mismo, jadeando.

Yue me atrajo a sus brazos y yo me refugié en el apoyo que me brindó. Me dolía todo el cuerpo, estaba lastimada y con muchas cortadas y moretones. Noté que Yue también estaba muy lastimado. Ambos habíamos sido víctimas de esa terrible experiencia.

De pronto, el entorno entero se llenó de la risa de Yue. Una risa que creció y creció, hasta ser una carcajada un tanto desquiciada. Yo suspiré y sonreí. Estaba demasiado cansada y agradecida con seguir viva, que no tenía ni fuerzas para reírme.

- ¡Lo logramos! ¡Hemos recuperado la Gotta! – gritó Yue, y enseguida volvió a echarse a reír.

Yo me aparté de Yue y el bajó la vista con una amplia sonrisa. Yo bajé la mirada junto con él y ahí estaba el collar completo colgando de mi cuello, conformado por una gema de tanzanita color azul cian, con forma de gota de agua, adornada con una montura de plata que realzaba la belleza de la joya. La Gotta al fin estaba completa y con su portador.

Yuey yo nos tumbamos en el césped. Dejamos que el sol anunciara el amanecer,mientras nosotros simplemente caíamos rendidos de cansancio. 

SELLADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora