01.

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Eran aproximadamente las nueve de la noche, la media luna brillaba en el cielo, y Liam estaba listo para sacar a su perro Bat para que este hiciera sus necesidades, tal y como era costumbre todas las noches.

—¡Bat! - El castaño lo llamó para dirigirse hacia la puerta para salir, tomando la correa del animal que se encontraba a la izquierda de esta, encima de una repisa. Salió del departamento y bajó por las escaleras. Abrió la puerta del edificio y salió con su amigo de cuatro patas.

El oji-marrón acostumbraba a llevarlo a dónde el quisiera, algo así como dejarlo ser libre, pero sin ir muy lejos de él.

Como era algo tarde para wolverhampton, la ciudad donde el castaño vivía, no había literalmente casi nadie por sus calles. Liam solía decir que era mejor sacar a Bat a esas horas de la noche porque el ambiente es más tranquilo y pacífico, además le molestaban las personas.

No pasaron ni diez minutos y...

—¡ESPERA! - Los llamados no fueron suficiente para Bat, que corría sin razón aparente hacia alguna dirección exacta.

El animal se había detenido, el castaño se agachó para asegurarse que todo en el estuviera bien, y efectivamente, así era. No entendía qué le llamó tanto la atención.

De repente otro perro salió de la nada, y los dos comenzaron a olerse y ladrarse como era normal en ellos.

Parecía que se conocían desde hace mucho tiempo, o en otras palabras, que fuesen amigos.

Liam aún no entendía del todo tal comportamiento, ya que a diferencia de la mayoría (y para suerte de él), Bat era muy pacífico con otros de su especie. No muchas veces intercambiaba ladridos o se detenía para olfatearlos.

—Es normal, es su instinto.- Pensó dudosamente.

—¡Man! ¿Dónd... - la desconocida voz no terminó la oración. 

—¡Ahí estás! No vuelvas a hacer eso. - Prosiguió, esta vez sí terminándola.

Liam se tensó, era una voz muy dulce, como la de un chico muy joven, aunque no tanto. Era en sus propias palabras; frágil, única, y en resumidas cuentas: la más hermosa que había escuchado. Como un ángel.

El castaño dejó de posar sus hermosos ojos marrones en su perro, y miró disimuladamente hacia dónde se encontraba el chico. Y efectivamente, Liam quedó sin aliento por un momento. La voz no era tan dulce y perfecta como la persona que la poseía.

—Ehh... hola... - Dijo el desconocido en un tono de voz tímido y sorprendido, pues Liam lucía sin duda como un Dios griego para cualquiera.

—Ho... hola... - Tartamudeó este último. Sin tener mucho conocimiento de lo que estaba pasando en ese momento, ya que aún estaba apreciando el precioso rostro que tenía a sólo unos metros del suyo.

Los dos se olvidaron de los animales, que por cierto ahora estaban jugando corriendo al rededor de ambos chicos. Estaban muy distraídos admirándose mutuamente, de alguna forma en la que nada de lo que estaba pasando era rara para ellos, en lo absoluto.

ziam | cosas de perrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora