09. Comienzan las clases

478 3 17
                                    

Era domingo y también el segundo día en el que Elías seguía entrenando a Max y Marisol, aunque esta vez Luna no estaba con ellos; ya que había prometido colaborar en la búsqueda de ese infiltrado junto al maestro Edward, así que no podía perder el tiempo cuando el peligro seguía acechando.

A pesar que el museo estaba cerrado para el público, dentro del edificio habían empleados como: el personal de limpieza que quitaban el más mínimo polvo o suciedad de los muebles, los del almacén acomodando lisas vitrinas cubicas de doble grosor que cubrían las verdaderas reliquias y los cocineros que llevaban en cantidades: verduras, carne fresca o frutas a través de grandes carretillas.

Todos se estaban preparando para el lunes en la mañana, donde varios jóvenes psicoquinéticos asistirán a su primer día de clases. Y como dato curioso: entre esos empleados, también trabajan Naturales que no tenían problemas en estar ahí, ya que compartían los mismos ideales de la organización; la coexistencia.

El que estaba en el mando de todo ese personal, era Solimán, pero también se aseguraba de la protección del museo. Mientras Luna, iría a la ciudadela en un automóvil deportivo negro que pertenecía a Edward, ya que aparte de buscar al infiltrado, el docente había recibido reportes de varias personas que vieron a un terrorista escapando y escondiéndose en callejones las dos últimas noches.

Luna solo pudo teorizar que se trataba del infiltrado Khurk Manchay, confiando en la deducción de Elías; de psicoquinéticos colaborando con los terroristas.

Las horas pasaban en el polideportivo, el entrenamiento de los jóvenes novatos era tedioso, pero como todo esfuerzo; por fin hubo un buen resultado. Max ya tenía su esfera psicoquinética en sus manos, Marisol miraba con un bello brillo en sus ojos y Elías sonríe mostrando toda su dentadura. Pero algo ocurrió, esa misma esfera, daba un vibrante y alarmante zumbido magnético.

«No pierdas la concentración, ¡no la pierdas!».

Gritaba Max en su cabeza, con un notorio baño de sudor que venía de ella. Los demás estaban quietos, sentían que no debían decirle nada, ni felicitarlo, si no, arruinarían su progreso. Max ahora comenzaba a jadear, pero no se rendía por nada y eso Marisol lo sabía. Sin embargo, Elías sintió la necesidad de detenerlo si la situación peligraba, ya que la esfera psiónica; aumentaba su volumen.

—Max, trata de relajarte, solo así descenderá tu energía.

—No espera, solo me falta, mantenerla... un poco más.

Sus manos estaban temblando, pero eso a Max no le importaba. Elías frunce el ceño y le dice a Marisol que se aleje, porque el volumen de la esfera ya estaba cubriendo en tamaño; el torso de su usuario. La vibración se tornaba violenta y los brazos de Max, se estaban extiendo a sus costados, pero Elías, sin pensarlo dos veces; pone sus manos, uno hacía arriba y el otro hacia abajo. Marisol, que estaba muy preocupada, no se percató de la acción de su entrenador, solo veía como ambos trataban de retener esa esfera en diferentes ángulos.

—¡Por eso te dije que te relajaras! ¡Tu energía PSI, se está descontrolando!

Pero Max hizo caso omiso a las palabras de Elías, solo quería dominar su poder para después ir a su plan original. Aunque al verlo retener su energía, se sintió enojado, lo que menos quería ahora era depender de él y es por eso, que tomó la decisión menos inteligente: Max, con sus dedos apretó la esfera alertando a Elías. El resultado de aquella acción creó una explosión de luz provocando que ambos jóvenes salieran volando en direcciones contrarias. Marisol, gritó y cayó al suelo alejándose un poco de donde estaba parada, pero de inmediato ella se levantó de la preocupación al ver a sus compañeros tirados semi inconscientes.

Guardianes de MitosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora