6- Mentiras

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- No puedes arreglarlo. Nadie puede

- Claro que puedo -dije aliviandola-, no me subestimes.

- Confío en ti. No lo eches a perder porque creo que eres la única en la que lo hago de verdad.

- ¿Tú quieres a Adam de verdad? -porque si yo era la unica, él le habría hecho algo.

- ¡No lo sé! -se lamentó frustrada.

- ¿Cómo no vas a saberlo?

- Pues que estoy confusa y no se lo que es amar para ti.

- Para mí amar es lo que significa para todo el mundo. El hecho de querer a alguien contigo, a tu lafo, todas horas, pensar siempre en él -me vino un pensamiento del chico del parque-, aunque solo lo hayas visto una vez en tu vida y no sepas ni su nombre -eso último no quería decirlo, pero salió de mí sin poder retenerlo.

- ¿Qué ha sido eso ultimo? Yo si que se el nombre de Karl.

- Ves -intenté cambiar de tema-, has pensado antes en él que en Adam.

- Pero Adam es mi novio ¿que quieres decir?

- Que si él fuese todo lo que te pasa por la mente a todas horas, que eso es amar, habrias dicho que a Adam si que lo conoces y sabes su nombre.

No me respondió nada, pero sé que lo había entendido. Aunque me miraba con ojos tristes, como si no quisiera afrontar la verdad: Sentía algo muy fuerte por Karl.

- Y, si se puede saber, ¿por qué te habías peleado con Adam esa noche?

- Te lo contaré más adelante, pero te lo contaré.

Asentí con la cabeza. Al bajar, aún no habían sacado del horno todas las pizzas, así que no llamamos mucho la atención al entrar.

Como buena amiga cabrona que soy, la hice sentarse junto a Karl, pero me puse a su lado para no ser tan mala.

- Tú vas aquí, y a lo largo de la noche tienes que aclararte las ideas.

- Zorra -me dió un codazo.

- Gracias, y que sepas que Adam está en Alemania y no sabra nada de lo que pase. Aprovecha.

- Que buena persona que eres, espero poder devolverte el favor algún día -dijo con muchísima ironía en su voz.

- No hace falta mujer. Lo hago porque te quiero.

Robert llegó con la ultima pizza y todos empezaron a comer casi antes de que la llevara a la mesa de centro que habia entre los tres sofas del comedor. Él se sentó a mi lado y me pasó la mano por la cintura. Sacaron Tekila y todos se sirvieron un vaso. Una vez que estabamos empezando a volvernos un poco locos, le pregunté a Rob:

- ¿Deberíamos contar lo nuestro?

- ¡Claro! -respondió alegre. Se levantó del sillón y empezó a hablar en voz alta- ¡Tenemos algo que anunciar!

- ¿Quién se casa? -bromeó Annie que ya iba muy animada. Izo reír a todos, incluidos a Rob y a mí.

- Aún nadie -siguió-, pero la noticia es que Prins y yo.

- Estáis embarazados -esta vez fue Hillary quién nos hizo reír.

- Claro que sí Hil, sobre todo yo que siendo hombre puedo quedarme embarazado -todos volvieron a reír-. ¡Prins y yo somos pareja!

Gritaron todos jovialmente y eufóricos, aunque fuera por el alcohol. Me levanté y Robert me plantó un morreo ante todos. Estaba bastante sorprendida, pero él pareció tan cómodo, que transmitiendome su seguridad, yo le di otro beso y me lancé a su cuello haciendo que me cogiera en brazos.

Ahora me dejas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora