Capítulo 1

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El horrible sonido del despertador llega a mis oídos. Me levanto perezosamente de mi bella cama, para ir a la cocina a apagarlo. A Amelia se le ocurrió eso para que, cuando sonara la alarma, nos levantáramos a apagarla y no volviéramos a dormir.                                  

«No sé si amo u odio a esa rizada».

En la cocina, me encuentro a mis amigas haciendo el desayuno. Amelia se acerca con una taza de café. 

—Toma —me entrega la taza.                                                                                        Tomo un sorbo, me deleito con la grandiosa mezcla amarga y dulce que solo tiene el café.

«Ellas me conocen tan bien» pensé.

—Gracias —les digo.

Roma, deja el desayuno en la mesa y empezamos a comer.  

  —¿Ya vieron los horarios? —nos pregunta Amelia. Roma y yo nos miramos alarmadas—. Eso fue un no —se respondió sola, riéndose.

—Ahora reviso los horarios —le digo, mientras busco mi celular, pero no lo encuentro, lo que hace que se me acelere el corazón al pensar que lo perdí.  

—Está en tu pieza —me dice Amelia. 

«Ella se preocupa y lo sabe todo».

—Debiste estudiar criminología, en vez de ingeniería civil —le digo, mientras me levanto de la silla y camino a mi pieza para buscar mi celular.

Ambas se ríen por mi comentario. siempre he pensado que hay una cámara en mi habitación, con la que mi amiga observa lo que hago. en el colegio sabía cuándo me desvelaba por leer o por escribir. Yo llegaba y me decía hasta la hora en la que me dormía. Es como Sherlock Holmes.

Una vez con el móvil en la mano, vuelvo a sentarme en la silla, para terminar mi desayuno.

—¿Quién llega más temprano al departamento? —pregunta, Roma.

—Yo, ¿por qué? —dice Amelia

—Porque hoy llega mi telescopio —le contesta, Roma, muy emoción.                    Roma estudia astrología y Amelia ingeniería.

—No te preocupes, yo lo recibo —dice Amelia.

Miro mi celular y veo la hora, me apresuro en tragar mi desayuno.

«Ya vamos tarde».

—Ya es hora —digo, parándome de la silla, para ir a mi cuarto a vestirme.

Una vez lista, camino hasta la puerta del departamento con mis amigas, para irnos a la universidad. Queda a tres cuadras del departamento, por lo que siempre nos vamos caminando. No importa el clima.

Recorremos todos los días las mismas calles, con muy pocos árboles y muchos postes gigantes de cableado eléctrico, que lo único que hacen es contaminar visualmente la cuidad.

Por otro lado, la universidad es gigante, de color blanco y tiene muchos espacios verdes, en los que casi todos los alumnos y alumnas van a estudiar o a conversar.             

Roma se despide de nosotras, para dirigirse a su facultad. Amelia y yo hacemos los mismo. 

Camino hacia el aula correspondiente. Los pasillos del edificio están llenos de frases de grandes escritores y escritoras. 

El aula de latín está casi vacía. Solo hay cinco personas. Me siento en uno de los primeros puestos disponibles, mientras la sala se llena de a poco.  Cinco minutos después de mi llegada, el profesor ingresa al salón, saluda y da inicio a la clase,

Amor sabor a caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora