capítulo 4

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La llegada del otoño se hace notar. Los árboles dejan las calles llenas de hojas de color amarillo, naranja y rojo. Es relajante.

Llego a la cafetería, la cual está muy calentita. Lo agradezco internamente, ya que me estaba muriendo de frío en el exterior.

Valeria está preparando sus cosas para irse de la cafetería. Ya sabe que Parker cambió de horario, y ahora soy yo la que le habla de él.

—Nos vemos —grita desde la puerta, antes de irse.

La cafetería tiene más trabajo en esta época, porque el frío hace que más clientes lleguen a la cafetería. No paro de hacer cafés, hasta que me desocupo por completo, aunque aún hay personas terminando de beber y comer lo que compraron.

Veo por la ventana el reflejo de Parker entrando a la cafetería.

—¿Mucho trabajo? —pregunta al posicionarse en la mesa que está junto al mostrador.

—Ni te imaginas —respondo.

Parker no ha cambiado nada desde que lo conocí.

«Ya ha pasado un mes. Pasa muy rápido el tiempo».

—¿Me haces un latte macchiato?

Le doy la espalda para preparar el café. Mientras lo hago, me cuenta cómo estuvo su día.

—¿Cómo va tu novela? —pregunta, sentándose.

—Voy en capítulo cuatro... listo —digo, poniendo el café frente a él.

—Gracias.

Le sonrío en respuesta.

—¿Cuándo volverías a ver a tu familia? —pregunta, para después tomar un sorbo del café.

—Para las vacaciones de invierno.

—Pero falta mucho...

—Puedo aguantar un poco más —digo, haciéndome la fuerte.

«Ya no aguanto más, necesito verlos. Ya son cinco meses desde la última vez que los vi».

Nos miramos en silencio, con una sonrisa.

«Parker tiene los ojos café más hermosos que he visto».

—Vamos al cine —propone, rompiendo el silencio.

—Sí, ¿cuándo?

—El sábado —dice.

—¿Qué vamos a ver? —le pregunto, sentándome en la silla desocupada a su lado.

—No lo sé, solo el destino lo sabe.

Me rio por lo último que dice.

—O sea, no tienes ni la menor idea de la película que vamos a ver —digo.

—No pensé que aceptarías. Nunca había llegado tan lejos.

«Soy tan mala con él, a veces me da pena».

Lo miro fijamente, haciendo que Parker se ría y yo también.

«Parker tiene una risa contagiosa. Con tan solo una carcajada hace que todos los de su alrededor se rían, aunque el chiste sea muy malo».

—¿Vamos al parque después? —pregunta.

—No lo sé, mejor vamos al departamento a comer —respondo con una sonrisa.

—Te toca cocinar hoy, ¿verdad?

—Sí, y si no lo hago, voy a amanecer muerta —dramatizo la situación.

Amor sabor a caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora