capítulo 10

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Mientras tomo mi café matutino, reviso mi celular. Hay una notificación que me llama la atención; es un correo de la universidad.
«¿Qué hice?... Nada, yo siempre hago nada».
Antes de abrir el correo, me dan como cuatro paros cardiacos.
Necesitan que vaya a mi facultad.
«¿Me van a echar?» me preocupo «Pero ¿por qué lo harían?».
Miro la hora y aún faltan como veinte minutos para irnos. Mi estómago da una vuelta con solo pensar que podrían ser mis últimas clases.
«¿Cómo le digo a mi familia? Han gastado mucho dinero para que pueda estudiar».
La escena de "Mushu" en "Mulan" llega mi mente.
"¡Deshonor! ¡deshonor a tu familia! ¡deshonor, tú! ¡deshonor a tu vaca!"
—¿Qué paso? —pregunta Amelia al llegar junto a mí—. Estás pálida.
—Me mandaron un correo de universidad. Tengo que ir a la oficina de mi facultadad.
—¿Qué hiciste? —me regaña, Roma, sentada frente a mí.
—Nada... creo.
Ambas niegan con la cabeza.
—Si no hiciste nada, ¿de qué te preocupas? —dice Amelia.
—No lo sé.
La conversación no me calma, para nada, pero solo me queda averiguar qué me van a decir.
Amelia avisa que es momento de irnos, y eso no me ayuda con el dolor de estómago.
«Espero no vomitar».
Durante el camino hacia la universidad, las chicas intentan subirme el ánimo con los chistes malos de Amelia y relatando la salida de Roma y Aron, pero no lo logran.
Cuando llegamos a la universidad, cada una va a sus correspondientes facultades. Yo pienso en aprovechar las que podrían ser mis últimas clases.
«Quizás estoy exagerando... o tal vez no».
Por más que quiera, mis clases no se me hacen eternas, sino que pasan rápido, y la hora de mi cita llega.
La oficina de mi facultad es muy linda, tiene en las paredes retratos de escritores y escritoras de clásicos, aunque la mayoría son hombres, lo que me entristece un poco.
La secretaria me dice que espere en uno de los sillones café.
«Café... necesito uno ahora».
De la oficina principal sale una chica llorando, lo que hace que se me revuelva el estómago.
—Maya Grece, entre por favor.
«Ahí te voy, San Pedro».
Entro a la oficina y, en una gran silla, se encuentra un señor de pelo blanco, quien se nota que es un hombre elegante.
Leo la placa en su escritorio: Director.
Comienzo a sudar.
—Siéntate, por favor. ¿Sabes porque te cité? —pregunta.
Obedezco y tomo asiento en una de las sillas frente a él.
—La verdad, no —digo, jugando con mis dedos que tiemblan por los nervios.
—No te pongas nerviosa, no es nada malo —dice, lo que me alivia bastante—. Al contrario, es muy bueno. Hace un tiempo pediste una beca para irte de intercambio, ¿no es así?
«¿Intercambio? No recuerdo haber pedido la beca...» pienso «Oh, ya lo recordé. Fue el año pasado».
—Sí, ¿pasó algo malo con ello?
—No. Hemos visto tu desempeño del año pasado y lo que llevamos de este, que ha sido excelente, por lo que como facultad te daremos la beca de intercambio a España.
Imagino que detrás mío hay fuegos artificiales con un cartel que dice "felicidades".
«Lo hice, lo logré. Sujétate, España, que voy para allá».
—¿De verdad? —pregunto, sin poder creerlo.
—Sí. Señorita Grece. Usted será una excelente profesional. Es un orgullo para la facultad.
—Gracias, para mí es un orgullo pertenecer a esta universidad.
—Ahora comience a preparar sus maletas. Le avisaremos a sus profesores y le llegará un correo con toda la información.
—Gracias, de verdad.
Salgo de esa oficina con una sonrisa.
«Ni el Joker tiene la sonrisa tan grande como yo en estos momentos».
Miro la hora, y me doy cuenta que voy tarde a la cafetería, por lo que apresuro mi paso.
Al llegar, me espera Valeria, quien se marcha en cuento me ve entrar, no sin antes saludarme.
Mi día mejora después de la noticia de mi intercambio.
«Quisiera ver la cara de mi familia cuando se enteren de la noticia».
Nada me puede quitar la cara de felicidad en este momento, ni siquiera una clienta amargada.
De pronto, un cliente me pide un latte macchiato y, sin poder evitarlo, pienso en Parker.
«Dios mío, Parker... no lo voy a poder ver en un año».
El pensamiento me desanima un poco. Parker se ha vuelto una parte fundamental de mis días. Estar con él me hace sentir tan bien, a pesar de que me ponga nerviosa y el corazón se me acelere.
En estos momentos no me imagino sin verlo, pero sé que eso no tiene que influir en mi vida profesional. Esta es una gran oportunidad para conocer y aprender, no puedo dejarla pasar.
Los clientes se van con el pasar de las horas, y no me doy cuenta hasta que estoy sola. Miro a hacia el exterior de la cafetería y veo llegar el auto de Parker.
Cuando entra a la cafetería, dejo el "Latte macchiato" en la mesa frente al mostrador.
—Ya me conoces, pequeña —dice, sentándose.
—Exacto, podría hacer una prueba sobre ti y tendría un sobresaliente.
—¿Segura? —pregunta, y yo asiento con la cabeza—. Okey... ¿Cuál es mi color favorito?
—El azul.
—No, es el café.
—¿Por qué el café? —pregunto un poco ofendida.
—Porque ese color me recuerda a ti.
Mi corazón se acelera, y me sudan las manos.
«Nunca pensé estar en esta situación. Siempre creí que sería la tía soltera, loca y millonaria».
No le respondo, solo sonrío, intentado controlar mis emociones.
—Te tengo una noticia —digo, cambiando de tema.
—¿Cuál?
Salgo de detrás del mostrador, acercándome a él.
—Me gane una beca para ir a estudiar a España —le cuento, muy emocionada.
—Eso es genial, pequeña. ¿Por cuánto tiempo? —pregunta, con alegría.
—Aun no lo sé, me tienen que mandar un correo explicando eso.
Se levanta de su silla y me abraza.
—Estoy muy feliz, pequeña.
Sonrío, mientras paso mis brazos por su cuello.
—Eres fantástica —dice, para después levantar mis pies del piso y hacernos girar.
—Ya lo sabía —presumo.
—Que modesta —dice, sarcástico.
—Siempre.
Vuelve a dejarme sobre el suelo. Nuestros rostros están cerca, tanto que siento su respiración en mis labios.
Parker acerca más su rostro. Nuestras bocas se separan por milímetros.
—Maya... Te voy a besar —susurra.
Mi corazón late rápidamente, y siento como una corriente eléctrica me recorre la espina dorsal.
«Me va a besar».
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Feliz Año Nuevo.
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