capítulo 3

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El café es una de las cosas más perfectas del mundo.

«Tengo pruebas y cero dudas» pienso.

Su sabor y olor son el maldito paraíso. Es mi adicción.

—Te preguntaría cómo está tu café, pero tu cara me responde la pregunta —dice Amelia, sirviéndose un té.

«¿Cómo puede tomar té?».

—Buenos días, par de locas —dice Roma al llegar a la cocina.

—¿Qué vamos a hacer hoy? —pregunto.

Mis días tristes mejoran cuando hablo con estas locas, y ahora cuando hablo con Parker.

—Descansar —dicen ambas.

«¿Por qué siempre me responden al mismo tiempo? No lo entiendo».

—Que aburridas.

—¿Qué propones? —pregunta Amelia.

—Podemos ver una película antigua —respondo.

Ellas me miran con aburrimiento.

La pantalla de mi celular se enciende, indicando la llegada de un nuevo mensaje.

Parker: Hola... ¿tienes planes para hoy?

Sin darme cuenta, le sonreí a la pantalla.

—¿A quién le sonríes, Maya?

—¿No es obvio? Es Parker —se burla Roma.

—Cállense.

Maya: No tengo planes.

Parker: Entonces... ¿quieres ir al parque frente a la cafetería?

Maya: Claro... ¿a qué hora nos juntamos?

Parker: ¿En una hora más?

Maya: Nos vemos en una hora más.

Parker: ¿Te paso a buscar?

Maya: No te preocupes, puedo ir sola. te veo en los juegos.

Termino la conversación y veo a mis amigas, quienes me miran con una sonrisa.

—¿Qué quería Parker?

—Nos vamos a juntar en el parque.

Me paro de la silla y me dirijo a mi habitación para bañarme y vestirme.

Estoy un poco nerviosa. La verdad no sé por qué. Nunca me he sentido así cuando me voy a juntar con alguien.

—¡Me voy! —grito, sin esperar respuesta.

Una vez lista, Bajo por el ascensor. Al llegar a recepción, saludo a Daniel.

El parque no queda muy lejos del edificio en el que vivo. Siempre lo veo cuando estoy en la cafetería, pero nunca he ido allí.

Parker me espera junto a los juegos infantiles, dándome la espalda, es ahí cuando me percato lo alto que es.

«No, Maya, tú eres muy baja».

Saco mi teléfono de mi bolsillo y le envió un mensaje diciéndole que mire hacia atrás. En ese instante se voltea y me ve.

Nos acercamos, hasta que quedamos a un metro de distancia.

—Nunca había venido a este parque —le comento, mirando alrededor del parque.

—No sales mucho, ¿cierto?

Niego con mi cabeza, respondiendo a su pregunta.

Caminamos juntos hacia una de las bancas que hay alrededor del lugar.

Amor sabor a caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora