capítulo 2

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Abro mis ojos por el horrible sonido de la alarma. Mis ganas de quedarme en mi cama y seguir durmiendo son muy grandes, pero el deber me llama y me levanto.

Camino hacia la cocina y está vacía. Me dirijo a la cafetera, «necesito un café ahora» pienso.

Presiono el botón para encender la cafetera. El tiempo de espera, son los peores, porque básicamente me derrito en el mesón, y veo como el café cae en mi taza.

Luego de esos minutos de tortura, mi café ya está listo. Tomo un sorbo que sabe a gloria y parece que revivo con él.

—¿Resucitaste? —me dice Amelia, entrando a la cocina.

Asiento con mi cabeza. Amelia se ríe, mientras tomo mi café.

—¿De qué se ríen? —pregunta Roma, entrando a la cocina, somnolienta.

—De como Maya resucitó al tercer sorbo de café —responde Amelia.                     Roma se ríe de la ocurrencia.

—Eso, ríanse de cómo estoy resucitando.

Roma empieza a preparar el desayuno. Tenemos turnos para hacer las comidas. Esta semana le toca a Roma, después a Amelia y, por último, a Mí.

Los desayunos con estas locas son los mejores.

—Amelia, ¿sabes algo de las demás? —pregunta Roma, que prepara los panqueques.

—Sí, ayer entraron a la universidad, igual que nosotras —responde Amelia

—Ya las extraño —digo un poco triste.                                                                           Somos un grupo de ocho, pero estamos en universidades diferentes. El resto de las chicas están en la universidad de mi ciudad natal, mientras que con Amelia y Roma nos tuvimos que marchar de allí.

Seguimos hablando, hasta que vemos la hora y nos vamos a bañar y a vestir.

Tomo mi celular y veo que tengo un nuevo mensaje de Parker.

Parker: Buenos días, Srta. Benet. Nos vemos más tarde.

Sonrío cuando lo leo y le respondo el mensaje.

Escucho el grito de Amelia, y salgo de mi pieza para irnos a la universidad. Al llegar al campus, nos despedimos al mismo tiempo, y nos vamos a nuestras facultades.

Mi primera clase es gramática. Me dirijo al aula y, en el camino, veo a muchas parejas dándose besos o, mejor dicho, atragantándose a besos.                                            «¿Por qué les gusta pasarse saliva? Es asqueroso» pienso, mientras pongo una cara de repulsión.

Una vez en aula, me siento en una de las mesas y espero al profesor, este no debería tardar en llegar. Luego de un minuto llega, saluda y la clase inicia.

El tiempo pasa volando entre clase y clase y, sin darme cuenta, ya son las cuatro y me tengo que ir al trabajo.

Entro a la cafetería y está llena. Veo a Valeria atendiendo en una de las mesas. La saludo con mi mano desde lejos y me voy detrás del mostrador para ponerme mi mandil.

—Hola —dice Valeria detrás de mí.

Me doy vuelta para saludarla.

—Hola... ¿te puedo preguntar algo?

—Ya lo hiciste, pero bueno.

—¿Cómo se llama el chico del que siempre hablas?

Me miro, apoyándose en el mostrador.

Amor sabor a caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora