Parte Cinco.

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Nunca había tanto silencio cuando estábamos juntos. La habitación se sentía extraña, incluso cuando sentía los ojos de la única persona en la que podía confiar sobre mí. 

Acariciabas con tus pulgares el vaso de cristal sin decirme ni una sola palabra. Habías llegado en el peor momento, y es que, en mi miserable rutina, llorar por él, era una de mis primeras actividades.
Me contaste sobre tu día, como iba el trabajo, recién habías llegado de un pequeño viaje que habías hecho por tus vacaciones. Realmente no tenías una idea de cuanta falta habías hecho en mis días. 
Con tu espalda pegada en el respaldo, tus ojos se permitían vagar por la sala con curiosidad, en un intento por descubrir la razón de mi rostro rojizo. Tus suspiros eran lentos y por primera vez, la presencia de mi mejor amigo me hacía sentir de los nervios. 

"Entonces....¿vas a contarme?"  y sin poder contener ni un segundo más, lo hice. El ambiente estaba tenso, veía de vez en cuando tu rostro molesto siendo incapaz de mantener mis ojos sobre los tuyos, sentía que el aire me faltaba. Intenté cambiar la conversación de vez en cuando, incluso algunas bromas al acabar, pero aquellos ojos seguían igual.   
Preguntaste desde cuando pasaba esto, pero en realidad yo no lo sabía. 
Sé cuándo lo descubrí, pero, ¿Cuándo comenzó? Esa pregunta estaba siempre en mi cabeza, pero cada vez que intentaba preguntarle, se quedaba quemando mi garganta.
Solo apunte a responder que no lo sabía y que en realidad no importaba exactamente cuándo comenzó, pero estaba pasando.

Escuché otro suspiro, tu rostro seguía serio y movías tus ojos por la habitación, casi como buscando las palabras correctas para decirme todo lo que yo ya sabía, pero que realmente necesitaba que alguien me dijera. 

Y lo dijiste.

Dijiste que no lo necesitaba, que él nunca me haría falta, que yo era suficiente, que yo merecía otra cosa, que era necesario un cambio, que nunca estaría solo, que no podía hacerme esto yo mismo, una y mil cosas que yo sabía. Agradezco que lo hayas dicho. 
Ni siquiera me di cuenta cuando comencé a llorar otra vez, esa pequeña sonrisa cuadrada que en un momento había aparecido mientras me llenabas de palabras lindas volvió a desaparecer. Tu rostro reflejaba preocupación y molestia, realmente intentaba detener mis lágrimas, pero al sentir tus brazos alrededor de mí mientras parecías querer protegerme de todo, sentí mi alma más rota. 

El tiempo contigo siempre pasaba volando, por algo seguíamos siendo mejores amigos desde hace muchos años. Dijiste que en tu hogar siempre habría espacio para mí, que siempre ibas a estar conmigo y que, si fuera tu decisión, yo estuviera ahora mismo de camino a tu casa. No pude agradecerte más por todo, tu sola presencia me tranquilizaba y al parecer eso tú siempre lo supiste.
Tus brazos volvieron a abrazarme, contrario a hace unos minutos, ahora sonreías. De forma inconsciente yo lo hice también. 

Te vi salir, subiste a tu auto y no cerré la puerta hasta que doblaste la esquina. 
Me sentí cobarde al no decir que sí.

¿Estaba mal que considerara irme? 













𝐈𝐍𝐅𝐈𝐄𝐋┃𝐘𝐌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora