Slag (La gran batalla)

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   Cuando volví junto a los demás, papá nos esperaba con una cara de refunfuñón. ¡Claro! Yo estaba totalmente seguro de que no me iba a recibir cual rey, sino, como a un perro. 

- ¡Magnus! No toleraré tal desobediencia, hoy mismo dormirás junto a los cerdos, y a Siv le espera el mismo castigo. 

- Padre, Siv e Itheus no tienen nada que ver con mi desacato...

- ¡Ah! Con que ese es el nombre del inmigrante.

- Disculpe los malentendidos, jarl, no me pude presentar como debía... - Hacía su entrada Itheus.

-... Aunque debo felicitarlos por su valentía y su astucia. Bien han llevado a cabo su misión. Comienza a hablar, forastero...

- Soy de una tierra muy lejana con respecto a esta, se llama Creta. Vine aquí para huír de mí pasado. 

- No creas que eres libre, eres un prisionero. 

- No tengo alternativa, si así ha de ser...

- ¿Por qué mencionaste a Odín antes de irte? - Mencionaba papá con perspicacia.

- Solo escuché su nombre antes de llegar acá, pensé que era una persona importante la cual podría acogerme.

- Odín, es el dios padre. Si no eres un guerrero que le rinde culto, no creo que te acoja.

- Haré lo que deba hacer...

- Bien, denle una espada al muchacho, hoy mismo lo verás luego de tu muerte.

- ¡No, padre! - Interrumpí. 

- ¿Ahora que sucede, Magnus?

- Te haré una propuesta... Pido un slag contra él. Si pierdo, el conservará la vida, pero si gano, será sacrificado a los dioses.

- ¿Qué gano yo de todo esto?

- Si el conserva su vida, tendrás un hombre más para matar a los Rus, de igual forma podrás de saciar tu capricho de muerte.

- Bien... ¡Todos al redondel!

   Nuevamente, Cheska, tocaba el bodhran. La gente hacían sus cantos de slag mientras se colocaban alrededor del sitio. Estaba nervioso, era mi primera vez combatiendo contra alguien que no fuese mi padre.

- ¡Denle una espada al muchacho!

- No la necesito. - Decía con orgullo, Itheus.

- Como quieras, será más rápido y así terminaremos esta farsa. - Decía con frialdad el jarl Gunnar.

- Muy bien, guerreros, pueden comenzar. - Daba la introducción, Yves.

  No iba a dejarme, estas tradiciones son un orgullo para mi sangre nórdica.

  Itheus, desenrrolló sus cadenas, dandome un pequeña intimidación, mientras todos reían burlándose del joven. Él comenzó el ataque, el cual pude repeler con mi escudo. Con mi agilidad ataqué pero logró esquivarme de un movimiento. Este chico no es un forastero común, era un guerrero de primera. Reiteradamente, ataqué con mi hacha, cortandole un mechón de su cabellera larga. El respondió con un empujón para desequilibrarme y enseguida mandó ambas cadenas hacía mi cuerpo. Tomé mi escudo y impulsé con él hacia atrás, quedando el escudo destrozado por el ataque de sus molestas armas. Esta vez, yo usaría el poder que había otorgado Ymir, congelando sus cadenas y de inmediato sus brazos, haciendo que mis parientes se emocionaran. No era de esperarse de mi rival, quien derritió el hielo con el fuego de sus cadenas que se tornaban rojas. Y de un golpe al suelo hizo que se estremeciera todo Rygu. Yo, tirado en el suelo, ya sabía que este era mi fin. Enrrolló sus cadenas en mi cuello, terminando la intensa batalla.   

- ¡Basta! - Decía mi padre mientras tenía su hacha especial detrás del cuello del joven.

- Padre, debes respetar que él me ganó.  Es la tradición y tu palabra sería manchada. 

  Frunciendo el ceño, se alejaba el poderoso Gunnar. Esta no fue una simple batalla, pude fijarme en los movimientos de un joven que ya no era desconocido para mí. Ahora, todo está tomando su rumbo y poco a poco avanzamos hacia nuestro camino. 

- Yves, ve con Alf. Dile que venga a vivir a Rygu, y que traiga mis herramientas de herrería consigo.

- Entendido, Gunnar.

  Estaba feliz de escucharlo. Así podría pasar más tiempo con Elin. También, podríamos hacernos una idea de cómo entrar Alfheim. Tenemos mucho camino por recorrer, haremos que esta guerra se acabe de una vez por todas. 

  En cuanto a Itheus, pudo acostumbrarse a la comida y bebida de este lugar. Ya habían pasado tres días desde el enfrentamiento contra Itheus. Siv, se sentía cómoda y feliz. Papá es muy cariñoso con ella y la protege demasiado. Ella es la hija que nunca tuvo. 

   Veíamos a lo lejos un par de caballos cargados. Eran Alf y Elin, venían camino al asentamiento y por fin tendríamos compañía de confianza junto a nosotros. Aun así, no se largaba mi mal presentimiento, pero seguramente no ha de pasa tal desgracia que mi alma sentía.

Camino Al ValhallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora