Saboreo el café de prensa que tomó cada mañana, siempre he preferido los tostados intensos, no me gusta tener tanta acidez en el paladar, ya es bastante con la que mi estómago me manifiesta diario al despertar. La prensa en la que preparo el café es vieja, la obtuve el día que me gradué de maestro del café en la escuela culinaria. Hoy en día, una cafetería en la ciudad me pertenecía ya, daba a conocer mi amplio gusto por el café. Las 4:20 am, ya es hora de partir de casa, abriríamos a las 5:30 y necesitaba estar listo para mis clientes, Rose no tardaría en llegar. Rose es una chica de 22 años, joven estudiante y trabajadora, me ayudaba a cubrir el turno de la mañana mientras yo hacía todos los pendientes. 4:30, se me hace tarde.
El camino a pie, la mejor manera de llamar a mi trayecto rumbo al trabajo, salgo con una americana de piel puesta sobre mi camiseta azul Calvin Klein, y unos pantalones negros que combinan perfectamente con mis botas negras de montaña. Por cierto, yo vivo en las afueras de la ciudad, tardo alrededor de 20 minutos en llegar a la cafetería, o a veces incluso un poco más. La parte más difícil de trabajar para mi es el traslado. Cada madrugada las cosas se ponen un poco difíciles, las criaturas de la noche no se meten hasta que el primer rayo de sol golpea el pavimento. Pero no tenía de otra, no ganaba lo suficiente como para poder comprarme un auto, y aun así, seguiría con problemas para llegar, había algunas bestias bastante grandes y peligrosas, desde hombres lobo, hasta humanoides que salen de las cloacas. 4:35, estoy fuera de casa, acabo de cerrar la puerta con el doble seguro que mi padre puso el día que intentaron robarnos a los dos. Dejaba la llave debajo del macetero. Irónico.
Miro a ambos lados de la calle, siempre camino por donde hay más casas habitadas, ya que por el otro lado puede ser más rápido, pero me arriesgaría a la enorme plaga de roedores de metro y medio que acechan el canal de aguas negras, con enormes ojos rojos, unos largos bigotes, y unos enormes dientes sobresaliendo de sus bocas. Una vez me enfrente a uno, terminó mordiendo una parte de mi pierna, dejándome una hemorragia muy profunda. Cada día que salgo cuido que aquello no vuelva a suceder.
Presentaré criatura por criatura, aquellas que me ceden el paso camino al trabajo. A la primera la llamo Muerdago, un tipo de murciélago, pero envuelto en sus propias alas, estas mismas rasgadas y con sangre seca en las mismas. Se posa en los postes de luz, es muy fácil evitarlos, se la pasan durmiendo casi toda la noche, trato de no acercarme mucho a ellos, supongo que podrían chupar mi sangre tan rápido como puedan. Nunca he visto su rostro, si así tenían sus alas, no quería imaginar cómo estaba lo demás. Camino por el liso pavimento, el frío aún sigue, de toda la noche, los muérdagos acechan mi presencia desde arriba, aunque no se den cuenta de que tan cerca me encuentro de ellos.
En veces, al cruzar la calle y mirar por las esquinas veo criaturas recargadas en los postes de los semáforos, a estas las he llamado Los Abandono, no hacen más que quedarse ahí mirando a todo aquel que pasé, a diferencia de los muérdagos, estos eran de ojos verde esmeralda, tan clara es la descripción ya que estos brillan en la oscuridad. Nunca los he mirado directamente a estos, no quiero imaginar que es lo que sucedería si lo hiciera. No alcanzaba a distinguir las partes de su cuerpo, solo percibía vellosidad, mucha vellosidad larga y gruesa, al igual que una respiración profunda.
Los roedores incrementaban su tamaño unas tres veces al tamaño normal, su tamaño se asemejaba al de un bulldog, no podría describir más de ellos. Procuro no pisar cerca de ellos. Eran grises, con una cola de al menos de un centímetro y medio de grosor, y unos 30 centímetros de largo. Eran los más peligrosos a la hora de caminar.
No mires al cielo si les temes a los insectos. La neblina de la noche cobijaba a la luna llena, resaltando así la silueta de las enormes abejas con picos de cuervo, a esta la llamé el abejorro de Poe, lo curioso es que nunca han dado indicios de ser letales, vuelan todas en conjunto hacia una misma dirección, a una velocidad no más que una motocicleta de bajo cilindraje. No podías escuchar nada, solamente el suave viento de la fría madrugada, y el caminar de los roedores enormes. Eran más como de decoración, se sentía igual que un acuario en el que estas en medio del estanque de peces, ya saben, cuando miras hacia arriba y ves todo, como una hermosa pintura. Me pregunto si alguna vez estos han mordido a algún pobre caminante como yo.

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Pesadillas
Science FictionEsta obra que tienes frente a ti es una antología de cuentos de terror, suspenso y drama, producto de una pesadilla. Puede que alguna de ellas te haga sentirte identificado/a, puede que pienses que su autor está loco. El terror puede estar en las co...