11. Ellos Me Hablan

7 0 0
                                    

El juego de baloncesto va casi a la mitad, si bien no recuerdo en que cuarto vamos, sé que es más de la mitad, porque es cuando Jimmy compra la segunda soda de veinte onzas y se termina sus nachos grandes.

-Caleb. ¿Quieres decirle a Katie que llegaremos a su casa después del partido?

-Díselo tú, tú eres quien se acuesta con ella-respondí, un poco molesto.

Me molestaba que siempre tuviera que hacer todo por Jimmy. En realidad, es mi único amigo desde que entré a la preparatoria, pienso que, el no hacer lo que me pide me costaría dos años de novatadas.

-No, por eso te tengo a ti, el buen Caleb. Eres mi mejor hombre, leal, sincero, con tu problema pero dejemos eso de lado, el partido está por acabarse.

Mientras el equipo de baloncesto universitario anotaba su último punto, veo que a Jimmy ya se le han pasado un poco las pastillas, el xanax era ya una dependencia de él, lo ayudan a mantenerse "firme" ante cualquier situación. Era una persona desconfiada, violenta, y creía que la droga lo mantendría alerta ante todo, no podía confiar en nadie, se dice en toda la escuela que asesinó a su padre pensando que este deseaba acabar con su libertad, en pocas palabras, enviarlo a la escuela militar.

-Mierda, creo que quiero irme, tengo miedo de que la otra porra venga y nos machaque-dijo mientras se rascaba la nariz con un poco de agresividad.

-De... de acuerdo, Jimmy-dije, un poco apenado.

Siempre que mis amigos se sienten tristes, molestos, o incómodos, suelo culparme a mí mismo por ello. Nunca he sido yo, siempre he sido lo que todo el mundo espera de mí, tengo miedo de ser un raro, de ser un estorbo para los demás, quiero ser alguien de alto valor, pero siempre llego a hundirme en la misma mierda. Mis amigos me lo dicen a cada momento, sobre todo cuando estoy solo en mi habitación, ellos están ahí, me ven, y me dicen lo saboteado que he estado, que estoy, y que estaré por el resto de mis días. Y si es que duro lo suficiente.

Salimos del gimnasio luego de que a Jimmy le diera ese ataque de ansiedad. Y qué bueno que lo hizo, habría sido un desastre si se quedaba ahí, habríamos salido de ahí con una costilla rota, o con un ojo amoratado, y mi padre se daría cuenta y me golpearía aún mas. No podría verme como un marica, me lo ha demostrado todo el tiempo.

-Te juro que en cuanto llegue a casa de Katie voy a levantar toda la casa. Se volverá algo intenso.

-O...oye, ¿si puedo invitar a Andrew?-pregunté, con temor.

-¿A tu amiguito el imbécil?-dijo Jimmy sarcásticamente.

-Sí, jajajaja. Te prometo que no vomitará en la sala, y no intentará hablarle a Katie.

-Sí, recuerdo que casi le desfiguro la cara aquel día. Llora como una perra cuando le pisan la patita. Está bien, me cae bien, y me divierte a veces.

-De acuerdo, gracias Jimmy.

Andrew era un amigo que tenía desde el jardín de niños, hasta que se cambió de escuela, pero la ventaja es que él vive a unas cuantas casas de la mía, así que a menudo nos juntamos para jugar videojuegos o ver películas nuevas que se estrenan en las plataformas de streaming. Era una persona con muchos problemas, solo que él no tiene amigos que lo molesten tanto, es decir, nadie en la escuela le habla, pero al menos él puede dormir tranquilamente y estar en su habitación de manera muy segura. Quisiera ser un poco como el, a pesar de todo lo que sufre a diario, está solo, a final de cuentas está solo.

(Todo estará bien, es lo que pienso en algún momento del día, sin embargo, siempre escucho esa voz, y no es una voz en mi cabeza, sino una voz en mi oído, como si alguien se acercase a mí y me susurrara algo. No podía verlo, pero sentía su voz, su aliento, y su presencia).

PesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora