8. Resentimiento

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Desde tiempos de antaño, las familias suelen conservar las cenizas de cada miembro fallecido, esto para preservar el recuerdo y simular que su presencia aún está vigente. Es típico cuando al familiar se le apreciaba mucho, cuando su partida fue un momento bastante difícil, y una herida difícil de sanar. Aunque, no todas pensaban de la misma manera, si bien dicen que las enfermedades son hereditarias, algunas, claro está, existía la forma que esto fuera más que una tradición, una maldición.

Corría el año 2011, el joven Stephen había regresado de su viaje al gran cañón, regresaría a otro lugar, no sería su propia casa sino la casa de su difunto tío Hugh, en Iowa. La tía Mary estaba sola por completo, sus hijos ya habían hecho su vida en otro lugar y con otra familia, sin embargo la muerte de su padre fue el motivo para regresar a casa, no a dar el pésame a la madre, sino a reclamar todo lo que este les había dejado en el testamento. Lo curioso fue que el joven Stephen no contaba con estar escrito ahí, de todas maneras le tenía cierto aprecio a aquel hombre, desgraciadamente su VIH estaba bastante avanzado ya, y no pudo continuar más existiendo.

El primo Danny llamó por teléfono a Stephen.

-¿Diga?

-¿Qué hay Steph?-dijo con un tono alegrón-¿irás a sepultar a mi padre esta tarde verdad?

-Sí, claro. Lo apreciaba bastante, además, debemos discutir todo sobre la herencia.

-Jajajaja, mi padre dejó escrito algo para ti, no es novedad-su voz sonaba molesta-siempre prefirió a otros, antes que a nosotros.

Y con justa razón, ellos siempre han sido unos hijos de puta con su padre, cuando contrajo el VIH por haber utilizado una jeringa reciclada, ellos lo etiquetaron de adultero, y de haber sido infiel a su madre.

-Qué cosas, ¿no?-la voz de Stephen era bastante seca.

-De acuerdo, hermano, te veré en unas horas.

Era un viernes 7 de Julio, llovía considerablemente, y el clima no era frío exactamente, el verano había sido noble esta vez. Stephen se hospedaba en el motel de tres estrellas de las afueras del poblado, conducía un BMW convertible, ya con sus años, su padre se lo había heredado cuando este egresó de la preparatoria, y con un buen sueldo y unas buenas maniobras puede mantenerlo como una reliquia. Increíble.

Llamaron a la puerta. Eran las 6 de la tarde.

-¿Quién es?-respondió Stephen.

-Se te solicita en casa de los Tucker dentro de una hora-dijo una voz femenina.

-¿Quién eres?

-Me pasaron el recado, solo me dijeron que lo hiciera de esta manera. Soy recamarera de este establecimiento. Siento haberlo molestado señor Tucker.

-Te agradezco. Una gran disculpa-dijo amablemente.

Empacó la pequeña licorera con un poco de Jaggermeister, se colocó la chaqueta de cuero marrón de su difunto hermano, y salió de ese motel caro en el que estaba descansando. Tomó las llaves de su auto y salió hacia Pine Hills, la enorme casa victoriana del hermano de su padre. Aun llovía, y el atardecer estaba cerca de meterse.

(Cuando alguien muere, se dice que tu vida pasa por muchos recuerdos, en la mayoría de los casos es acerca de esa persona, piensas en cosas que quizá no hiciste con ella en vida, temas que no trataste, sentimientos no expresados. La pérdida física no es una situación fácil, pero puede considerarse una lección para el ser cercano a él.)

Tocó el timbre de la mansión, esperando que un mayordomo de edad avanzada le abriese la puerta. No fue así, el arrugado rostro de la tía Mary vislumbraba entre el acogedor ambiente de la sala.

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