Capítulo 1: Kirk Hammett.

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Ciento cuarenta y cinco días y ciento cuarenta y seis noches después, Lars Ulrich, frente al pelotón de fusilamiento y tomando en brazos a su amado que llenaba su hombro de lágrimas y entre sollozos seguía jurandole amor eterno, recordaría la primera vez que vió a ése hombre de rizos oscuros aparecer en su vida; ése día que empezó de manera tan ordinaria, con las mismas horas, el mismo cielo y el mismo sentimiento de monotonía, ése día, fue el comienzo de su cuenta regresiva, pero fue uno de los más felices y, aún en la situación en la que ambos se encuentran, no cambia su parecer. Kirk Hammett, no es su condena, como los murmullos necios dicen, él sólo es el amor de su alma.

La noche definitivamente pasó demasiado rápido y no fue suficiente para alivianar el cansancio del joven Lars, quien apenas y había logrado cerrar sus ojos en la madrugada. Su cuerpo se mantenía sudoroso y las finas y sedosas sabanas se pegaban a su desnuda piel sin demanda alguna, desde su sueño irrumpido, soltó un gruñido de irritación al sentir una presencia que se atrevió a atropellar su cálida paz; las puertas que daban al balcón y las cortinas de los grandes ventanales, fueron abiertas a la par, dejando entrar los amenazantes rayos solares.

Era costumbre y orden de sus padres, quienes en su gran poderío daban orden a sus sirvientas de que a las 6 de la mañana fueran a despertar al joven Lars, para que pudiera comenzar su "productivo dia", sin embargo, a sus 16 años de edad éso seguía molestandolo, no necesitaba de ninguna doncella que fuera a despertarlo y mucho menos que también lo bañaran y vistieran y por ésa razón empezó a dormir completamente desnudo, al principio, las sirvientas huían avergonzadas y le dejaban dormir más tiempo, pero su técnica no funcionó mucho y entonces Lone buscó otras alternativas para manejar la situación, pero Lars se quedó con ésa costumbre y nadie pudo quitársela.

Como era común, ningún intento humano fue posible para que el escuálido cuerpo del adolescente abandonara la comodidad de su cama, así que sin algún temor, se saltó el desayuno para seguir dormitando. Seguro su madre no se molestaría por ello, esa mujer estaba llena de amor, paciencia y mimos para su único hijo, y su padre, buenoñ él llegaría hasta dentro de dos días y tampoco se empeñaba en molestar.

Cuando su espalda comenzó a doler por mantenerse en la misma posición, junto con su estómago, debido al hambre, el sol estaba justo arriba de su cabeza anunciando la mitad del día, entonces, por fin se dignó a abrir sus ojos, aún tenía un leve rastro de pereza y poco a poco se fue incorporando hasta quedar sentado y restregando toscamente sus ojos. Estiró sus brazos y se recostó en el espaldar de su cama, desde su posición dió un vistazo a su habitación tan ordenada como siempre y no por su propia obra, esperaba encontrarse completamente solo como cada día cuando despierta, pero la figura delgada de aquel hombre de cabellos rizados que nunca había visto, le hacía compañía sin intenciones.

Justo al lado de su escritorio, un hombre alto, delgado y de cabellos rizados se encuentra observando con curiosidad uno de los tantos escritos que le roban la fascinación día tras día, un poema que leyó la noche anterior y que debido a la hora, le había dejado fuera de su biblioteca. Le observó minuciosamente, sin que éste se diera cuenta; el muchacho traía un ropaje completamente negro y antes de que las ansias de observar su rostro se aglomeran en él, se formó una duda¿Que hacía ahí? Nunca le había visto.

Tal era su concentración que no se percató de que ya se había levantado de su cama y ahora rondaba la habitación, mostrando su desnudez. Una sonrisa se formó en sus labios, así había estado el la noche anterior, ése escrito le había atrapado; al no encontrar algo para tapar su cuerpo, decidió restarle importancia e ir a darse un baño de una vez por todas, en algún momento su madre vendría a verlo y no quería verse tan fatídico en su presencia. Al pasar cerca del joven desconocido, vió de reojo una preciosas y frescas flores que cuidadosamente habían sido puestas en un jarrón, en un lugar de su escritorio, los deseos de oler la dulzura que emanaban esas piezas naturales le pudieron más y se acercó con tanta gracia, como la de una delicada ninfa del bosque.

𝑺𝒘𝒆𝒆𝒕 𝑪𝒂𝒓𝒆𝒔𝒔; 𝑲𝒍𝒂𝒓𝒔.(Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora