Capítulo 12: Miedo.

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Ya llevaba tiempo que Lars Ulrich no despertaba en soledad porque a pesar de que sus padres no lo permitían,  él se las ingeniaba para terminar en la misma cama con el sirviente, tiempo en el que nadie más que Kirk se encargaba de sus necesidades y tiempo en que ambos mantenían su relación amorosa en primera importancia.

Pero ésa mañana soleada, Lars se levantó más tarde de lo normal y no encontró a su novio en la cama, en su lugar halló las sábanas arrugadas e impregnadas de ése olor suyo que tanto le gustaba, entonces, después de tomarse un pequeño lapso para quitar todo rastro de pereza de su ser, se puso de pie y tomó una túnica de terciopelo que Kirk le había quitado la noche anterior y había dejado en el piso, y salió de su habitación arreglandose en cabello con los dedos, en sus mínimas vestiduras libertinas y con los pies descalzos.

El lugar estaba en silencio, le pareció raro considerando que su madre estaba por ésos días en la casona y con ella el sitio estaba de todos modos menos silencioso; bajo la escalinata entre saltitos llenos de gracia infantil y en escalón final dió un brinco más enérgico, terminando al lado de una de las sirvientas que limpiaba ésas estatuillas blancas que adornaban el salón y que por su acción casi da un grito.

—¿Donde está todo el mundo?— Preguntó sin siquiera saludar, la muchacha le miró mientras sus mejillas tomaban color y empezó a balbucear —Mamá, papá y Kirk— Pronunció al ver que ella no parecía entenderle.

—La señora está en el jardín con sus invitadas, el señor salió muy temprano al pueblo y... Kirk creo que está en la cocina.

El castaño asintió y se hizo camino hacia la cocina, realmente estaba de buen humor. Con las manos se fue sosteniendo en las paredes del pasillo, ni siquiera era necesario, pero el lo hizo a manera de juego, antes de llegar al lugar ya escuchaba las voces de Margaret, su novio y otros empleados, conversaban de manera alegre y reían y entonces, avanzó con más rapidez y ansias.

Al arribar el umbral de la puerta, ni siquiera alcanzó a decir buenos días, su cuerpo trastabilló y terminó cayendo al piso, el silencio se hizo sepulcral por sólo un momento, luego, una risotaba lleno de color el lugar, sabía a la perfección que se trataba de su novio y nadie más, alzó la vista adolorido y entonces notó a los demás intentando mostrar muecas serias, ocultando la gracia que les hizo su caída, pero no les duró mucho, de un momento a otro ya todos estaban contagiados por el filipino y, él seguía en el piso, adolorido, avergonzado y también riéndose de su torpeza.

—¡¿Qué les ocurre?!— El tono irritante lo escuchó en uno de ésos momentos y cuando aquella mujer apareció tras suyo, todos guardaron silencio —¿No ven que su amo se ha accidentado?, ¡son unos desvergonzados! ¡Ven ayúdalo!— Le habló a Kirk quien se había acercado momentos antes. —Insolentes, irrespetuosos y tú ¿Qué esperas? Ven a levantar a tu amo.

El pelinegro se acercó cabizbajo y fue en donde estaba el burgués intentando ponerse de pie, lo tomó de las caderas y le sirvió de apoyo para levantarse.

—¡Anabelle cállate!— Habló el danés cuando ya pudo sostenerse solo —No le hables así a mis amigos y no le des órdenes a mi n...

Kirk deduciendo sus palabras le dió un pequeño empujón, porque Lars quiere gritar a los cuatro vientos que están en algo serio.

—A mi mejor amigo— Continuó —Kirk, por favor quiero desayunar— Bajó la voz con notabilidad, dirigiéndose en un tono cálido.

—¿Kirk?— Exclamó la noble, parecía sorprendida —¿Kirk Hammett? ¿Hablas de él como tú mejor amigo? ¿No sabes de las atrocidades indecentes que...

—¡No me interesa!— El grito se hizo eco en todos los espacios y fue suficiente para cerrar la boca de la mujer, quien sólo soltó un bufido y salió del lugar.

𝑺𝒘𝒆𝒆𝒕 𝑪𝒂𝒓𝒆𝒔𝒔; 𝑲𝒍𝒂𝒓𝒔.(Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora