XXIII

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Lana.

Saqué la llave de mi bolso y abrí la puerta del departamento de Chris una vez la tuve fuera. Suspiré sin creerme aun tras dos semanas que había empacado mi vida y me había dispuesto a cambiar de aires en menos de un mes.

¿En qué momento mi vida había cambiado tanto?

Había instalado a mamá en casa de la tía May la semana pasada y tres días después tras pasar todo el fin de semana junto a ella, había tomado mis dos maletas y subí a un avión para comenzar de cero junto al hombre del otro lado de la puerta.

Estuve reacia a vivir con él al principio, de hecho, aun no estaba del todo convencida conmigo aquí, pero a él parecía no importarle el hecho de que hubiese invadido su hogar.

— Vivirás aquí, muñeca. No voy a permitir que te vayas a un departamento del tamaño de mi cocina solo porque no quieres aceptar mi ayuda.

Había reído con el luego de ello y permití que me trajera desde el aeropuerto. Desde entonces hemos compartido no solo el espacio, sino cama cada noche.

No le vi inconveniente a hacerlo, después de todo, estábamos saliendo y cada que me visitaba se quedaba más conmigo que en su hotel, por lo que sería absurdo pretender que estaba bien con la idea de su no tan linda oferta de aceptar la habitación contigua a la suya.

— No puedo prometer que no me colaré por las noches, por lo que piensa bien las opciones.

Me había dicho nada más plantear la oferta.

— Llegaste. —soltó cuando me vio entrar a la cocina.

Dejé mi bolso en la encimera y caminé hacia él, rodeándolo con mis brazos e inclinándome un poco para colocar un casto beso en sus labios.

— ¿Cómo fue todo? —me encogí de hombros haciéndolo soltar una carcajada. —Lana...

— Amara me odia. —reí con algo de tristeza.

La mujer era un dolor en el culo. Era la mejor en lo que hacía, pero su forma de gritarme se había vuelto demasiado que procesar. Lo único que me mantenía un tanto no tan paranoica era el hecho de que los gritos dirigidos a Simón, el asesor senior, eran igual que los que lanzaba en mi dirección.

— Esa mujer odia a todo el mundo. —se burló dándome un beso en la cima de mi cabeza. —¿Val te llamó?

Asentí. La mujer había reventado mi teléfono con llamadas hace dos horas cuando no atendí a la primera.

— Dijo que a las ocho estaba aquí. —me alejé de su cuerpo y caminé a la nevera sacando la botella de yogurt antes de cerrarla de nuevo. —¿Quieres? —sacudió la cabeza con asco.

Odiaba esto, y yo lo amaba por traerlo solo para mí.

— ¿Cómo te tomas eso? —me acerqué a él y tomé un sorbo desde la misma botella. —Lana.

— Pruébalo. —sonreí con inocencia.

Negó y miró cada uno de mis movimientos con atención. Tomé otro poco y dejé la botella a un lado para luego rodear su cuerpo con mis brazos de nuevo.

Me puse en puntas e intenté atraerlo hacia mí, sabiendo que había quedado un poco de yogurt en mis labios. Apartó el rostro, pero no dejó de sostenerme contra su cuerpo. —¿Me acabas de despreciar un beso, Christopher Hotch?

Asintió sin ningún tipo de remordimiento y solté una carcajada.

— ¿Me estás diciendo que prefieres el aliento de las mañanas a un poco de esto? —señalé la botella. De nuevo simplemente asintió. —Un beso. Solo eso.

OFFSIDE (Kings Of The Game 4)SIN EDITARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora