LAS CADENAS DEL REY: Dinastía

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Año 1472 a.C. (antes del Concilio)

Mounfel, Capital del reino de Heffelmaunt

La corona de oro tintado de azul cielo y adornada con zafiros y topacios amarillos le pesaba sobre la cabeza; vestía una túnica del mismo color de su corona que llevaba bordado el símbolo del reino, una espada de color amarillo lechoso de la que se desprendían ramas y hojas de un verde vivo. Los anillos en sus dedos hacían juego con sus ropas, lo único que no combinaba con su vestimenta eran sus ojos de un gris opaco.

Una vez acomodado en su silla, se ajustó el cinto que cargaba su espada y le hizo una seña a un siervo para que pasaran los miembros de su Consejo. El primero en entrar fue el Maestro Agler, quien entró torpemente cargando unos pergaminos bajo las axilas; tras él entró Vaguor, el capitán de su guardia personal; y por último Ocox, su padre y tesorero del reino.

—¿Qué es lo primero? —le preguntó el rey Kerevan al Maestro Agler.

—Jover y Valtimok no se tomaron nada bien su decisión de no hacer parte de la Alianza Tarem del Norte, mi rey —Agler tenía los ojos de un color ámbar brillante, y en torno a ellos tenía muchas arrugas y algunas manchas oscuras sobre la vieja piel—. Dicen que no abandonaran sus planes de invadir el Magno Imperio de Dackgrouer.

Antes de la rebelión de Kerevan, el rey Operg había dado su palabra a los líderes de Azerdok y Elamlath de que aportaría una gran parte de sus soldados para la conformación de un ejército común que pretendía tomar el Gran Imperio del Sur; sin embargo, cuando Kev derrocó a Operg cambió radicalmente el rumbo del reino, y les hizo saber respetuosamente a los aliados de su predecesor que no tenía intención alguna de invadir el sur.

Kev le arrojó una mirada a su padre, cediéndole la palabra de forma tácita.

—A diferencia del norte, el sur está muy unido. No veo prudente tener malas relaciones con Azerdok y Elamlath; ellos se independizaron de Operg y, aun así, él se alió a ellos después —le dijo Ocox, con el rostro denotando gran preocupación.

—La guerra ya se acabó —les dijo en un tono fuerte y tajante—. La ganamos la noche en la que yo nací. Los sagrados bosques son nuestros, Groubler, Darinder y Acrower, los tres. Ya no queda nada por lo que luchar —Kerevan negó con la cabeza y se apartó los cabellos del rostro—. No quiero fragmentar el norte como algunos piensan, no es mi intención. Pero tampoco pretendo involucrar al reino en otra guerra contra el sur, es paz lo que necesitamos ahora, ya tenemos suficientes inconvenientes de este lado del Camino Sagrado.

Aquello era cierto, durante la rebelión el reino se había envuelto en una serie de eventos sanguinarios desencadenados por el descontento de las personas con el gobierno de Operg; y aún años después del duelo entre Operg y Kerevan por la corona, aún había nobles resentidos pertenecientes al bando perdedor y de lealtad dudosa. <<Mátalos a todos>> le había aconsejado su padre, pero Kev no podía simplemente asemejarse al rey que había derrocado.

—Eso lo entiendo —Ocox tomó la palabra, notoriamente molesto—. Pero por lo menos trata de mantener una buena relación con ellos. No los apoyes militarmente, si no quieres, pero tampoco los vuelvas tus enemigos.

—Lo tendré en cuenta —asintió Kerevan, volviendo la mirada hacia el viejo Maestro—. ¿Qué otra cosa hay pendiente?

—El sur, mi rey —dijo el anciano con la voz apagada—. Un hombre está armando un ejército independiente a lo largo y ancho de las naciones Nesh; el sujeto habla de liberar a los esclavos que tenemos acá y en el reino de Érdomer.

—Mientras ellos se preparan para arrasar con nosotros tú pareces esforzarte en debilitar nuestras fuerzas —repuso Vaguor en tono irreverente. Después de sentirse traicionado por Korian había desarrollado cierto desprecio por los Nesh.

La Batalla de los MártiresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora