LAS CADENAS DEL REY: El esclavo coronado

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Año 1472 a.C. (antes del Concilio)

Mounfel, Capital del reino de Heffelmaunt

El rey Regrad llegaba junto a su séquito a la entrada del castillo mientras el sol se ponía al este, sumergiéndose lentamente en el mar Krish. Junto a Regrad venía su señora esposa; su hija pequeña; los padres de su mujer; el lord Bernal de la antigua ciudad comercial de Ilirdul; y otros cuantos señores menores que buscaban mezclarse entre la más alta nobleza norteña. Tras ellos llegaban viajeros de toda clase, malabaristas de Azerdok, bardos de Elamlath, comediantes desde Isla ígnea, y muchos artistas variopintos provenientes de cada rincón del norte larthiano.

En el castillo, el rey de Érdomer fue recibido de la mejor forma posible, la logística organizada por Ocox había sido más que digna, las comidas eran abundantes, y el festejo extravagante a la vez que organizado. En medio del patíbulo frontal, entre los árboles y los arbustos perfectamente podados, se detuvo el carruaje principal. El vehículo era del color del oro batido, estaba adornado por cientos de rubíes centelleantes, tenía los ventanales cubiertos con cortinas de terciopelo escarlata y los caballos que tiraban de ella eran negros y majestuosos corceles.

Regrad de Los Ríos, entre ovaciones, fue el primero en bajar del carruaje. Regrad ayudó a bajar a sus suegros, que ya contaban con cierta edad, y a su mujer e hija. Más allá de sus elegantísimas ropas rojas y de su preciosa capa escarlata, lo que más llamaba la atención de Regrad era la espada que cargaba en su cinto, el arma con la que había liberado a Los Ríos décadas atrás y que le había dado el nombre al reino que se erigió sobre aquellas hermosas tierras nororientales. Kerevan se acercó hacia ellos y los saludó afectuosamente, como si los hubiese conocido de toda la vida. Los reyes fueron los primeros en ingresar al castillo, luego lo hicieron los familiares del invitado y después sus esclavos...

Tras varias horas de presentaciones y formalidades, finalmente los reyes estaban a solas. Cuando los guardias cerraron la puerta de la sala de reuniones, el ruido exterior se disipó, transformándose en poco más que sonidos sordos e ininteligibles. Kerevan le señaló un asiento a Regrad y este se sentó.

—Estoy gratamente sorprendido por tan maravilloso y cálido recibimiento, joven rey Kerevan.

—No podía haber sido de otra forma, rey Regrad —señaló Kev, con cortesía—, es usted una leyenda viviente en la historia de Larthos, su nombre será recordado hasta el final de los días, no me cabe la menor duda de ello.

—Usted tampoco es poca cosa, joven rey. Le hizo un favor al mundo al deshacerse de su tirano predecesor, usted hizo algo extraordinario, acabó con la más longeva dinastía de la historia de Larthos.

—Y no es algo de lo que me sienta orgulloso —reconoció Kerevan con solemnidad—, es una lástima que la casa de Guzak haya terminado de esta manera, todo por un gobernante vil e inescrupuloso. Iba a proponer que su hijo sucediera el trono, pero era igual o peor que su padre.

—Escuché algunas anécdotas sobre él —señaló el rey de Érdomer—, la historia te agradecerá haberte encargado de padre e hijo, "Ojos Grises".

—El capitán de mi guardia lo asesinó en batalla.

—El joven Vaguor —dijo Regrad—, su extraordinaria habilidad en combate ha sido objeto de admiración en todo el mundo, y no es para menos, tuvo un maestro espléndido, ¿no lo crees?

Regrad y Kerevan se observaron fijamente a los ojos, pero ninguno se sintió intimidado.

>>Me disculpo si soy a veces un tanto directo, joven rey. Pero sabrá usted mejor que nadie que las responsabilidades de un soberano sobrepasan al tiempo del cual puede disponer, si uno quiere gobernar bien debe abandonar parte de su humanidad.

La Batalla de los MártiresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora