TIEMPOS DE GUERRA: La última noche

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Año 1458 a.C. (antes del Concilio)

Mounfel, Capital del reino de Heffelmaunt

Mientras avanzaba en la densa oscuridad hacia las altas y resistentes murallas, detrás de él, escondidos entre los verdes matorrales y la abundante arboleda, lo seguían más de cincuenta integrantes de Vramiayuk, dispuestos a dar la vida por la libertad de centenares de esclavos Nesh en aquellas tierras extranjeras. En lo más alto de la muralla caminaba media docena de centinelas, conversaban jovialmente junto a pequeñas fogatas que los mantenían calientes en el frío de aquella noche de invierno. De repente, su tranquilidad se desvaneció cuando, desde lo más alto de los árboles, fueron atacados con arcos, cuyas flechas acabaron con sus vidas casi al instante.

De entre los matorrales emergieron varios pequeños grupos de personas que transportaban enormes escaleras que apoyaron sobre las murallas para escalarla de manera rápida y silenciosa. Uno de los primeros en subir fue Korian y, tras él, subió Belfarn seguido de todos los demás. Avanzaron por las serpenteantes murallas adentrándose a aquellas fértiles tierras, deshaciéndose de cada guardia a su paso, algunos siendo arrojados hacia afuera y otros cortados y perforados por espadas y virotes de ballestas.

Al salir de la muralla, ya estando lo suficientemente cerca de su objetivo, avanzaron ocultos entre las cosechas, eliminando a uno que otro guardia solitario que iba caminando desprevenido del peligro latente que se encontraba por venir. Finalmente, tras recorrer varios kilómetros entre cultivos y las sombras, llegaron a su destino. Y ahí estaban ellos, justo frente al mismo almacén donde, durante largos y tortuosos años, Korian había "vivido".

—¿Acaso es nostalgia lo que veo en tus ojos? —le preguntó Belfarn sarcásticamente, acompañado por una enorme sonrisa para nada discreta.

—Abran la puerta —ordenó Korian en un susurro ronco y profundo. Durante más de dos décadas había estado forzando su voz en centenares de plazas y mercados, esparciendo la fama de Vramiayuk en el sur, sumando hombres y mujeres a la causa. Ahora tenía una tupida barba canosa que cubría casi toda su boca, y ya no poseía el abundante cabello que tenía en su juventud.

Dos hombres adustos se adelantaron y forzaron las cerraduras con sus instrumentos durante pocos minutos hasta que estas cedieron, las puertas rojas del almacén se abrieron de par en par y dejaron al descubierto más de doscientos nesh de todas las edades, acostados sobre montículos de heno maloliente. La luz de la luna era insuficiente para ver bien allí, así que Korian encendió una antorcha y disipó las tinieblas del lugar.

—Libertad a los hijos de Eiinay —dijo a los esclavos—, es hora de ir a reunirse con sus familias en el sur, hemos venido en su rescate.

Los esclavos se miraron entre sí entre confundidos y temerosos, pero cuando escucharon el marcado acento sureño propio de naciones como Shagat y de las zonas más costeras de Dackgrouer, sus talantes cambiaron por completo, recuperando aquello que años atrás había, perdido, la esperanza.

Los integrantes de Vramiayuk ingresaron al almacén y comenzaron a ayudar a los ancianos, a las mujeres encintas y a los niños pequeños; los esclavos que se encontraban en mejores condiciones también empezaron a ayudar a los otros a incorporarse y salir del almacén. Daria, Marga y Agmund comenzaron a organizar a los esclavos en grupo y a entregarles raciones de comida que los ayudaría a recorrer el largo camino hacia una zona más segura.

—Lidera el escape como lo planeamos —le dijo Korian a Belfarn—. Tengo que hacer algo antes de marcharme.

—Entendido —le contestó Belfarn con solemnidad.

Korian le entregó la antorcha a su amigo y salió del almacén. Una vez afuera, avanzó en el patíbulo hacia la fortaleza, oculto entre las sombras, evitando toparse con algún guardia. Sin muchas complicaciones, Korian logró llegar al establo, ingresó y asesinó a un centinela rajándole el cuello por la espalda, ubicó el cuerpo en el suelo con suavidad y continuó avanzando para asegurarse de que no había nadie más.

La Batalla de los MártiresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora