Capítulo 12

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Decido no pasar por casa de Helena a buscar mis cosas, iré más tarde

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Decido no pasar por casa de Helena a buscar mis cosas, iré más tarde. Ahora tengo una conversación pendiente, y muy importante, con mi abuela.

Abro la puerta y la busco con la mirada. En la sala no hay nadie, me encamino a la cocina y ahí está, sentada frente la ventana, con la mirada en un punto fijo del patio.

—Abuela —la llamo, pero no voltea.
 
—¿Dónde estuviste todo el día? —Me mira—. Llamaron del colegio, no fuiste.

—¿Lo sabías?

—Por supuesto que lo sabía, llamaron del colegio. ¿Dónde estabas?

—No hablo del colegio. —Aparta su mirada—. Abuela, ¿lo sabías? —insisto.

No responde. Mi paciencia comienza a acabarse.

—¿Por qué crees que te contaba la misma historia una y otra vez? —Sigo su mira. Entre sus manos sostiene una amapola roja—. Creí que tendría más tiempo.

—¿De qué hablas? ¿Más tiempo? —Frunzo el ceño, confusa—. No entiendo.

—Tenemos que apurarnos, ya queda poco tiempo. —Se pone de pie, rompe la flor y la tira al piso. Pasa por mi lado apurada. Al ver que no la sigo se gira y me mira—. ¿Vienes o te vas a quedar ahí parada como estatua de adorno? 

—No. Quiero saber qué está pasando.

—La historia es verdadera —suelta. —Ahora sube a tu habitación y junta todo. No puedes quedarte más tiempo. Ellos ya lo saben.

—¿Quiénes? ¿Qué cosa? —no contesta, sube las escaleras y la sigo—. Abuela. Abuela. ¡Abuela, me estás asustando! 

—¡No queda tiempo! —Saca mi ropa del armario, arrojándola a la cama—. Busca la maleta, o una mochila y guarda todo lo que necesites. 

—¿A dónde voy a ir?

No responde, ver la ropa acumulándose sobre la cama me comienza a molestar. Elizabeth saca un bolso de debajo de la cama y comienza a meter las prendas, sin doblarlas, cosa que comienza a molestarme.

—¡Abuela, ya, para! ¡Me estás asustando!

—Date prisa.

Toma el bolso y me lo entrega. Me toma del brazo y me arrastra fuera de la casa, subimos a su auto y conduce a quién sabe donde. Salimos del pueblo, conduce por una calle de tierra. Miro por la ventana y a lo lejos distingo el nacimiento del bosque.

A medida que nos vamos acercando noto las cinco figuras paradas entremedio de las sombras.

Para el auto a mitad del camino y nos bajamos, me vuelve a tomar del brazo, insistiendo en que me apure. Cada paso que doy me deja más cerca de la entrada al bosque, cuando estamos a veinte metros puedo distinguir bien las figuras.

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