Capítulo 24

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Vuelvo a la cabaña en la que ya me esperan el resto de elementales

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Vuelvo a la cabaña en la que ya me esperan el resto de elementales. No lo dudo, me acerco a cada uno de ellos y los envuelvo en un gran abrazo. Abrazo que Blas e Isaura tratan de esquivar, pero no lo logran y terminan aceptándolo.

Me bombardean de preguntas, que no dudo en responder. Preguntas que van desde que me atraparon en el bosque, hasta como terminé en casa de Levi.

Evito contar el terrible inconveniente que viví con los últimos soldados de la Guardia Real, no creo que sea un dato que deban de saber.

Bueno, tal vez no tengo las agallas necesarias para hablar de eso, a menos que sea con Levi.

Aporrean la puerta a media pregunta de Darya, haciendo que los latidos de mi corazón se disparen. Todos se ponen alerta, Nuriel se acerca a la puerta, posa una mano en la perilla y la abre sin más encontrándonos con…

Con Helena.

¿Qué hace ella aquí?

Mi amiga hace a un lado al ser de Luz, para entrar en la cabaña y caminar decidida hasta mí.

Me encuentro envuelta en sus brazos antes de poder darme cuenta.

—¡¡Santo cielo, Kila!! —Se aparta un poco para poder verme—. ¿Dónde diablos estabas? Estaba muy preocupada…

—Yo-o… he-e. —La miro extrañada—. ¿Cómo sabías que estaba en este lugar?

—Faltaste unos días al colegio. ¡¡Fui a tu casa solo para no encontrar a nadie!! ¡¡Nadie!! —Hace una pausa en la que toma aire, y sigue hablando rápido, ignorando mis preguntas—. Esa noche soñé algo extraño, las imágenes son difíciles de distinguir, pero estabas ahí corriendo peligro. Me asusté, así que volví al día siguiente y el resultado fue el mismo. Estaba desesperada, rompí una ventana trasera y entré. Todo está removido, como si hubiesen estado buscando algo. Sé que entrar así está mal, pero ponte en mi lugar, todo ha estado muy raro últimamente…

—Espera, ¿cómo es eso de que no hay nadie en casa? ¿Y mi hermano? ¿Qué sabes de él? —Trato de interrumpirla, pero es en vano. Está empeñada en seguir hablando.

—Mis sueños. —Suelta mis hombros para levantar los brazos y girar las manos a los lados de su cabeza—: no han parado de mostrarme a un chico de espalda atado con cadenas en una habitación oscura.

—¡¡CIERRA LA BOCA, HELENA!! —la reprime Isaura, frotándose las sien con los dedos—. Haces que me de migraña de tanto parloteo.

Helena respinga en su lugar y se gira a mirarla en silencio.

—Helena, ¿cómo sabías que Akilah estaba en la aldea? —la interroga Blas mientras entorna los ojos peligrosamente. Intimidándola.

—Acompañé a mi madre a misa y me he quedado dormida —admite avergonzada—. En mi sueño la vi llegando a la aldea. Y como dije antes, estos días han sido muy raros, así que no dudé en venir a ver si lo que he visto era verdad o no.

—Mmm… yo le creo —dice Nuriel.

—Eso es porque digo la verdad —responde mi amiga.

—Helena, has dicho que mi abuela y Bernabé no están en la casa…

—No, no están. ¿Qué está pasando, Kila?

—Yo me hago la misma pregunta —suspiro.

¿Dónde estarán esos dos? Espero donde sea que estén, no corran peligro.

—Le pregunté a mi abuela si sabía algo de Elizabeth o de Bernabé, pero ella tampoco sabe nada. —Se da cuenta de que su comentario solo logró ponerme nerviosa—. Tal vez viajaron a casa de un familiar que no veían hace tiempo… o tal vez fueron a casa de tu tía. —Trata de tranquilizarme.

—Sí, es probable. —Quiero creer que así es.

Le cuento a Helena todo lo que he estado pasando el último tiempo, poniéndola al día, evitando la horrible escena con los guardias.

—No sé si asustarme o fascinarme por el mundo oculto que hay después del bosque —dice una vez que termino de hablar.

La mirada de Helena queda fija en un lugar lejano, mientras que su rostro se desencaja tornándose cada vez más pálida.

—Helena —me preocupo—, amiga, me estás asustando.

Blas se acerca por detrás y la toma delicadamente, pero con decisión, de los hombros guiándola hasta una silla.

Llego a su lado para darme cuenta de que suda mucho, mientras balbucea.

—Helena, mírame. —Tomo su mano—. ¡Mierda!

Por el rabillo del ojo detecto los movimientos de Isaura, caminando hasta un recipiente con agua.

—Ni se te ocurra volver a tirarle agua —advierto.

—¿Segura? —Enarca una ceja, levantando el vaso con agua para que todos lo veamos—. La primera vez funcionó.

Helena tamborilea sus dedos en el dorso de mi mano, provocando que vuelva a mirarla. En sus ojos detecto preocupación y miedo.

—Va a pasar algo, algo muy feo —susurra.

—Helena. —Darya se acerca lentamente a ella, entornando los ojos—, ¿desde cuando te pasa esto?

Mi amiga no responde.

Miro al ser mágico, sin entender la pregunta.

—¿A qué te refieres? —interrogo.

—Helena, contesta, por favor. —Se para delante de ella, sin tocarla—. ¿Desde cuando?

—Y-yo… siempre he visto… durante mis sueños. —Se mira las manos, nerviosa—, pero… pero…

—Pero se intensificaron cuando atravesaste la frontera —termina por ella.

Mi amiga por fin la mira, pasa afirmar.

—¿Qué quieres decir con eso? —También la miro, pero no me responde. Solo mira a Helena—. Lateef, ¿de qué está hablando?

Me doy la vuelta para mirarlo, y me doy cuenta de que todos miran a mi amiga, atónitos.

—Lateef…

—Es una vidente —responde Blas, a mi lado.

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