Capítulo 25

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Lo miro atónita, no debería de sorprenderme comparado con todo lo demás, pero lo hace

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Lo miro atónita, no debería de sorprenderme comparado con todo lo demás, pero lo hace.

—Una vidente —digo para mí misma—. Eso, eso es…

—Un milagro —me interrumpe Isaura—, las habían mandado a matar a todas. Y sin embargo, aquí estás tú, demostrando que la orden demandada por la reina no se llevó a cabo completamente.

—Si lo descubren, vendrán por ella. —Wolf mira a Darya, al terminar de hablar.

—Lo sé, lo sé.

Escucho como Blas resopla a mi lado, fastidiado.

—Excelente —se queja—: como si tratar de esconder a Kila no fuera sencillo, se nos suma el proteger a una vidente. Sin tener en cuenta que tal vez sea la última de su especie, cosa que complica triplemente las cosas.

—Relájate, Don Malhumor. —Lateef le da un suave golpe en el hombro, ganándose una mala mirada de parte de Blas—, ¿qué puede salir mal?

—Ya estamos en la mierda, supongo que no hay mucho que perder —coincide Isaura, parándose a su lado. Aún con el vaso de agua en mano.

Mientras me quedo cuidando de Helena, que aún sigue en un estado de shock por lo que ha de haber visto. Intenté hablar con ella sobre lo que vio, pero no ha querido hablar, solo repite una y otra vez “algo malo va a pasar, algo muy, muy malo”.

Los seres elementales, a unos metros nuestro, discuten qué hacer con mi amiga.

“—…Dejarla ir, es una muerte segura si la Corona se entera de su existencia.”

“—…Dejarla en la Aldea implica que también sea un blanco fácil, como yo.”

“…—No pueden no permitirle que vuelva a su casa, es peligroso para ella y su familia.”

“—…Tampoco pueden dejarla en el Bosque, porque es peligroso. Su familia y amigos creerán que ha escapado, provocando una búsqueda intensa.”

—Kila —susurra mi amiga—, tenemos que irnos. Hay que salir de este lugar, no es seguro. No todavía…

Se detiene de golpe, cuando notamos que ellos se acercan a nosotras. Darya toma una silla, la lleva hasta el lado derecho de Helena y toma asiento.

—Helena, es importante que me contestes con la verdad, a todas las preguntas que te voy a hacer ¿sí?

No responde.

—¿Puedes hacerlo?

Esta vez, la muchacha rubia la mira durante unos segundos, y asiente finalmente.

—¿Desde cuando puedes ver cosas?

—Desde siempre, creo. —Toma mi mano.

—¿Pasa con frecuencia? —habla Isaura, adelantándose a Darya que rueda los ojos.

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