Nos movemos en sincronía perfecta,
Sabes cuando dar el siguiente paso sin yo pedirlo, conoces la coreografía al derrecho y al revés, lo cual me sorprendió.
¿Cuántas veces habías bailado esta canción?
Al verte marcar, creí confundir tu silueta perdida en la música con la de un ángel saltanddo entre las nubes
¿Existen los favoritos de Dios?
Nunca fuí muy creyente, pero observarte bailar... Fué unica la vista.
Quizás ese es el problema del ser humano, querer adorar más de lo que se puede apreciar a la vista.
Danzabas a un ritmo tan fuerte, me fué difícil seguirte el paso, pensé que caería, juré que no llegaría a atraparte, pero no fue necesario, tú misma te detuviste como si pausaran a Chopin de golpe.
Un suave vals, tus curvas entre mis manos guiando, aunque me guiabas más tú a mi, supuse que era entusiamo.
Entonces fallé.
No fue mi culpa, tú quisiste adelantarte, pero hicimos parecer que fué mi error para no lastimarte...
Después descubrí la verdad. Y temí, no por mi, lo hice por ti y todas las veces que te vi bailar como si un frenesí azotara tu cuerpo, como si fueses una muñeca creada para tal danza.
Te memorizaste la coreografía, te aprendiste los patrones una y otra vez, corregiste tus errores, ocultaste todos los moretones y cicatrices que dejaron los otros bailarines.
Me crucé con las flautas, que murmuraban en el oído melodías sin tono, ellas contaron tu realidad.
Consumías a tus bailarines ¿por tal razón huyeron? Aprendías a corregir tus miedos y errores con cada uno de ellos hasta parecer un prototipo perfecto, entonces los dejabas atras, cuando ellos erraban, los dejabas, hacías que vieran el vacío de la pista al estar solos y sin nadie que los guiara.
Esta vez si temía por mi.
Entonces llegó el momento, Salimos a la luz, con reflectores enfocando, el salón reluciente, y yo veía en tus ojos la codicia de los aplausos, el anhelo de más miradas, e hice que me vieras a mi por primera vez, y notaste mi intención fue cuando tu sonrisa se desvaneció.
Sabías que esta vez no terminaría yo siendo el consumido.
La música empezó.
En mi mente podía ver las miles de veces que marcamos, las veces que caí, los momentos en que sonreías al gran final que tanto se acercaba...
Ahí solté tu mano, y caíste.
No traté de sujetarte, y mucho menos de marcar el paso.
Mirándote a los ojos, con una reverencia en señal de adiós, dejé la pista escuchando como pedías por mi nombre.
No eras una Diosa... Eras peor que un demonio hambriento.
Yo no quería ser consumido por una muñeca de baile como tú... Y tú necesitabas a alguien que te hiciera recordar lo que era estar de nuevo con las rodillas en el piso.
Espero que en nuestro próximo baile, no hayas consumido a nadie...
Porque para ese entonces, yo ya lo habré hecho también.