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:D
Advertencia: ligero lemon al inicio.
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No iba a negar que le gustaba el hecho de quedarse sola en la habitación cuando su compañera tenía que retirarse por asuntos familiares, aunque esa noche hubiera preferido que May se quedase. Tras su encuentro fugaz con aquel hombre de ojos dorados no para de cuestionarse donde lo había visto antes. Es decir ¿Cuántos hombres de ojos dorados había visto en su vida? Un momento...¿De verdad los había conocido? No, de hecho, tras verlo retirarse su cuerpo tardo un poco en responder antes de salir del lugar para encontrarlo, pero cuando lo hizo ya había sido demasiado tarde él se había marchado.
Encendiendo la pequeña lámpara de su cama tomo la cajita del anillo que reposaba sobre su escritorio, lo había tomado sin pensar examinando cada detalle, y lo bien cuidado que estaba, ahora que lo pensaba mejor su madre dijo que se les entregaba a las mujeres de su familia la cumplir los 23 ¿Desde cuándo se convirtió en una tradición? Al colocarse el anillo su malestar pareció calmarse un poco enredándose en las sabanas tratando de conciliar el sueño.
Respiro profundamente captando el olor a tierra mojada que comenzó a relajarle y el fresco de... ¿La briza? Poco a poco fue abriendo los ojos encontrándose con un escenario otoñal, esa combinación de cafés y naranjas y un poco de verde era gratificante, clara señal del otoño. Poco a poco se fue enderezando dándose cuenta de que se encontraba en el bosque. Un par de brazos la rodearon por la cintura regresándola sobre las hojas secas que crujieron bajo su peso. Nuevamente esos orbes dorados se posaban fijamente sobre ella, sin miedos o preguntas levanto su mano tocando la mejilla de aquella persona sintiendo el calor de su piel, el escenario otoñal combinaba perfectamente con él.
-Aarón. - le llamo, él solo le sonrió en respuesta inclinando su rostro para besarle en el cuello robándole pequeñas risas y suspiros.
Poco a poco dejo de cuestionarse si aquel sueño era real o producto de su imaginación, solo se estaba entregando a esas sensaciones que aquel hombre de ojos dorados le producía. Él encontró nuevamente sus labios uniéndolos a los de ella; sus grandes manos comenzaron a recorrer su cuerpo sobre la tela del vestido hasta colar una de ellas por debajo de la tela, su piel se calentaba al instante con cada rose, su beso ahogaba los suspiros que las caricias le producían al llegar a su vientre.
Ambos se miraron a los ojos, las palabras sobraban como su "Mate" Aarón podía descifrar sus pensamientos con su mirada y ella le miraba con deseo igual que él. Lo holgado de su vestido ayudo mucho para que se deslizara por uno de sus hombros y liberar uno de sus pechos el cual ataco gustoso con su boca jugando con su pezón mientras su mano se deslizaba hasta la zona más íntima de su cuerpo. Una de las manos de la azabache se enredó en aquellos cabellos rojos mientras sus gemidos iban en aumento, el placer que recibía solo por su mano calentó todo su cuerpo.
-N-no...Aarón...yo...
Él se separó de su pecho para mirarle con una sonrisa traviesa, sabía lo que iba a pedirle, retirando la mano de su intimidad, comenzó a despojarla de su simple vestido, él no espero mucho para acomodarse entre sus piernas para deslizarse en su interior. La tranquilidad del bosque era rota por aquellos amantes, para cuando el sol comenzaba a ocultarse y la visión otoñal desaparecía en la oscuridad, ambos cuerpos seguían entrelazados en el suelo. No fue hasta que él tuvo que romper aquella unión pues era noche de luna llena, la primera luna llena.
Se había quedado sola por unos cuantos minutos en los cuales una sonrisa se apodero de sus labios mientras las puntas de sus dedos las guiaba a los mismos, la sensación de sus besos seguía presente, no solo de los besos sino de su piel sobre la de ella, y eso le provocó temblar nuevamente producto de la excitación que de nuevo crecía en su interior.

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Reencarnación
FanfictionAarón es el vampiro con más edad en la mansión, ha vivido muchas cosas y conocido a varias personas a lo largo de su existencia, ya nada podría sorprenderlo. Pero el hibrido no estaba preparado para lo que descubriría quinientos años después de un a...