El Nuevo Reino [Zelink]

El resto de la noche (Parte 1)

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Bueno, la ví.

Era...

Era una diosa.

No había otra forma de describirla.

Cuando era chico, mi papá me contaba historias sobre Hyrule, al ser caballero, había estado alrededor del mismo, me contaba historias sobre los horribles Hinox, monstruos gigantes que eran cíclopes (un solo ojo) y alrededor del ojo tenia un contorno dorado, con diferentes colores según su fuerza, iban vestido casi como un humano con ropas cafés muy rasgadas, y de los Centaleones, bestias semi antropomorficas, con tórax y brazos de un Hyliano fornido pero cuerpo de caballo y una cabeza bélica, en resumen decía mi padre, bestias con las cuales eran imposible ganar, y según decía el, hasta con 10 caballeros experimentados era peligroso.

Después de eso, algunos años después, destruí uno por mi mismo, solo, una proeza de la cuál todavía recordaban a mis 17 años, pero sin duda alguna, lo más difícil en mi "carrera" como caballero Hyliano había sido mi trabajo como guardia personal de la princesa Zelda; No era el hecho que la tratarán de emboscar seguido, eso era lo fácil, lo realmente difícil era la princesa, al principio, hacía todo lo posible por despistarme (para dejarla sola, claro), y eso por supuesto que me hacía buscarla de más, y después, al empatizar con ella no resultaba ser muy pesada, tal vez, el único hecho agotador era ver sus esfuerzos por despertar su fuerza divina, a través del tiempo, había logrado entenderla casi al completo, algo difícil de hacer viéndola como a una princesa, pero, en resumen, sentía responsabilidad por su reino, y bueno, por 4 los cuatro pueblos que habitaban en Hyrule con ellos, los Zora, Orni, Goron y Gerudo, eso era más de lo que el Rey aguantaba, y aparte, no sabía que hacer por todos ellos, por ejemplo, yo, podía usar la espada y pelear, pero.. ¿Y ella? Su rol era despertar sus poderes para enfrentar a Ganon, pero tampoco podía hacerlo, así que tenia en sus hombros a su reino, otros 4 pueblos, hacer algo que no sabía cómo y (para acabarla) la presión de su padre.

Por eso, y por muchas otras cosas, admiraba a Zelda, le sentía respeto y cariño, aunque claro, no demostraba el cariño, después de todo, éramos guardia y princesa.

Pero la historia de mi padre que más me gustaban era sobre la diosa protectora de los hombres, la historia decía que las tres diosas creadoras encargaron a una diosa cuidar de la humanidad y de el regalo que las diosas les habían otorgado, la Trifuerza, un objeto mágico capaz de cumplir deseos; y cuando estuvo en peligro por el Rey demonio Demace (ahora ya sabía que el origen de Ganon) mando a los humanos al cielo para después reencarnar; Ahora, ya sabía que Zelda era la reencarnación de aquella diosa, pero eso no había cambiado mi percepción de ella, seguía siendo Zelda, y todo lo que conllevaba ese nombre o.. eso creía

Pero en ese momento...

Su imagen era divina, literalmente algo divino: algo hermoso, elegante, en temple pero sobre todo, inalcanzable (en algún lugar de mi corazón, esto último me dolió, como un puñetazo al hígado, algo para retorcerse) aunque no me detuve a pensar el porque. Estaba demasiado ocupado viendo cada detallé de su rostro, vestidura, cuerpo, y.. ¿Por dónde empezar?

Sus ojos.. si, sus ojos.. Helados, unos ojos verde jade que parecían no tener algo de emoción en ellos, sentía que perfectamente podrían ser un espejo esmeralda y con la luz, parecían ser jade azulado

Su pelo.. su pelo dorado estaba recogido en un chongo irregular (algo que le quedaba espectacularmente bien), con una trenza haciendo un arco atreves de su cabeza, al frente, su pelo estaba perfectamente separado en el medio y.. lo que más me sorprendió (y gustó) de su pelo fue los dos mechones que laterales que tenían cayendo en frente de sus orejas, muy particularmente parecido a los míos.