03

1.5K 72 0
                                    

____ salió echa una hidra del salón y Harry no pudo contener una sonrisa. ¿Quién se habría podido imaginar que aquella tímida profesora de instituto poseía una fuerza y vigor semejantes? Claro que eso dificultaba aún más su propósito de librarse de ella, pero constituía un divertido reto.

Harry recordó cómo Bobbie Lynn se deshacía en un valle de lágrimas cuando él se atrevía a usar aquel insolente tono en ella.

Una y mil veces se había preguntado por qué se había casado con aquella mujer. No había hecho más que quejarse de la desoladora vida del rancho y había flirteado con otros hombres desde el principio.

Había intentado hacerla feliz, había tratado de darle cuanto pedía y de hacer que aquel matrimonio funcionara, porque los Styles se casaban para siempre. Al menos así había sido con sus padres y con sus tíos. Pero aquellos cuatro Styles que habían encontrado el amor habían producido hijos que no parecían dar con sus parejas apropiadas. Él había sido el único de entre sus primos que se había atrevido con el matrimonio. Pero había fracasado y se había sentido como un idiota, enterándose él último de que Bobbie Lynn andaba con otro hombre.

Bobbie había acabado abandonándolo y llevándoselo todo. Durante mucho tiempo, Harry había tenido que trabajar doble tumo para superar el desastre financiero que su mujer le había dejado.

Todo aquello le había enseñado una lección: las mujeres podían hacer mucho daño si tenían la ocasión.

Aquel somero repaso a su pasado le recordó que no quería volver a verse en una situación semejante, así que estaba mejor sin mujeres en su vida.

Ya bastante tenía con recuperarse del accidente, sin arriesgarse a sufrir ningún agravio complementario al que el toro le había hecho.

Pero, aún sabiendo que su vida estaba mejor sin los peligros de una presencia femenina, no podía dejar de pensar en lo que ____ estaría haciendo en aquel instante. Probablemente se encontrara en la habitación de al lado, quitándose la ropa y dejando al descubierto aquella piel de seda.

Se maldijo a sí mismo por semejantes pensamientos y comenzó a despojarse, no sin cierta dificultad, de los vaqueros que aprisionaban su pujante virilidad. Tendido en la cama y con una sola mano, luchó por ejecutar lo que no era más un acto cotidiano.

Adivinó a través de la puerta entreabierta la sombra de la indeseable invitada rondando por el pasillo.

Inmediatamente, se cubrió con el edredón temeroso de que entrara. Sus peores agüeros se vieron cumplidos.

—La próxima vez, llame antes de entrar —dijo él al verla aparecer en su dormitorio.

—Lo siento —dijo ella mirando su torso desnudo. Se ruborizó. Pero, a pesar de todo, se encaminó hacia él—. He pensado que un masaje lo ayudará a relajarse.

Harry se tensó al sentir sus manos sobre la espalda.

—¡No se atreva a tocarme!

Ella se apartó bruscamente.

—¡Solo trato de hacer mi trabajo! —le explicó, sin dejar de mirar sus fortalecidos pectorales.

—¡Váyase a hacerlo a otra parte! —él se agarró con desesperación a la colcha—. No quiero un masaje.

—Pues a mí me parece que está muy tenso y que lo necesita —observó ella.

—Quizás sea porque está usted invadiendo mi intimidad —farfulló él. ____ lo miró pensativa.

—¿Sabe qué, Styles?

—No, no sé qué, Seymur. ¿Qué?

—Que sigo pensando que me tiene miedo —lo picó ella—. ¿Y sabe más? Que voy a matarlo de amabilidad mientras esté aquí, no importa lo cruelmente terco que sea. No va a poder tener ni una sola queja de mi trabajo.

SolitarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora