Harry entró protestando en la casa. ____ no había vuelto a colocar las cosas en su sitio tal y como él le había ordenado. Duff acababa de traerlo de la ciudad. Se había dado un buen corte de pelo y había ido al médico. A pesar de que le habían quitado la escayola y solo llevaba una venda, y de que no tenía ya el brazo en cabestrillo, seguía tropezándose con todo. Encima, ____ había vuelto a abrir las cortinas, había colocado plantas por todos lados y plantado flores que atraían mariposas, pájaros y todo tipo de insectos. La casa, además, olía bien, insultando profundamente a su virilidad. ¡Aquella mujer había ido muy lejos!
Ya ni siquiera reconocía a Frank. Desde que lo había dejado entrar en la casa, contra lo que él había dispuesto, el can se restregaba contra su pierna y continuamente le demandaba caricias. Se estaba convirtiendo en un ser blando y había dejado de perseguir animales. Frank había estado perfectamente satisfecho con su vida de cuidador de vacas, hasta que aquella endemoniada mujer había llegado.
En cuanto a Duff, estaba completamente idiotizado con ella.
Durante todo el trayecto de ida y vuelta no había hecho sino contarle las excelencias de los estofados que aquella deliciosa dama le llevaba cada noche, y cómo disfrutaba mientras le limpiaba los bolsillos jugando al póker. Harry, sin embargo, se limitaba a sentarse en su sillón mirando la caja tonta y escuchando en la distancia la risa de ____.
Luego estaban Quint y Vance que se dedicaban a dejarle corazones de papel por todas partes.
Su vida estaba fuera de control y era culpa de ____.
Harry se detuvo de golpe al oír que sonaba el móvil de ella.
—Hola, guapo. ¿Qué tal estás? —dijo. ¿Guapo? ¿Quién demonios sería? ¿Cuántos hombres tenía en su vida?
—Mi trabajo va bien. Supongo que me has llamado porque has recibido la postal que te mandé —hizo una pausa para escuchar a su interlocutor y luego respondió—. ¿Quién? ¿Styles? ¿El viejo vaquero para el que trabajo? ¿Estás de broma?
¿Viejo? Harry pestañeó. ¿Pensaba que era viejo? Solo se llevaban ocho años, no era tanto. Oyéndola hablar daba la sensación de que él ya estaba cerca de los ochenta.
—No, no me da demasiados problemas. Para desayunar le pongo en la mesa la leche y los cereales, para comer le caliento una lata de sopa y le pongo un babero para que no se manche.
¿Le ponía qué? Estaba claro que no quería que su novio temiera la competencia.
—No seas absurdo, Davie. Si el hombre se ha roto una pierna y torcido la muñeca. Tiene, además, varias costillas astilladas. No puede perseguirme por la cocina y, menos aún, cazarme. Estoy a salvo, así que deja de decir sandeces. ¿Qué tal por Denver?
Sin duda. ____ había dejado en Colorado a más de un amante. Además, había salido con Kevin Shelton el sábado.
Se alegraba de no haber sucumbido a la tentación de besarla, pues empezaba a darle la sensación de que le gustaba jugar en varios frentes y mantener todas las opciones abiertas... igual que a Bobbie Lynn.
Aquel pensamiento le provocó indignación. Sus instintos habían estado en lo cierto desde el principio y lo adecuado seguía siendo que la mantuviera a distancia, aun cuando sintiera una atracción tan poderosa hacia ella que lo estaba volviendo loco.
—Claro que voy a regresar a Denver antes de empezar las clases en otoño — le aseguró a ____ a su interlocutor e hizo una pausa para escuchar—. Ya te he dicho que no me estoy enamorando del ranchero. Es un gruñón, así que deja de preocuparte por mí.
Harry hizo una mueca. Si pensaba que no era más que un viejo gruñón, ¿por qué lo había besado aquel día en la cocina? El había llegado a pensar que había algún tipo de conexión entre ellos, una cierta atracción mutua. Pero, al parecer, había estado jugando con él.
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