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Se le había pasado el tiempo volando mientras estaba con Annie, y llegaba tarde al rancho. Sabía que tendría que oír a Harry echando pestes por el retraso de su cena.

Según la opinión de Annie, ____ debía seguir haciendo lo que hacía hasta demostrarle a Harry que su voluntad de quedarse era inquebrantable. De acuerdo, lo haría a pesar de cuánto echaba de menos poder ser ella misma, no tener que estar siempre en guardia.

Cargada con comida y un montón de plantas que había comprado en un impulso, entró por la puerta principal y se encontró con Harry que, como siempre, estaba en su trono viendo la televisión.

En lo primero que reparó fue en que las cortinas que ella había dejado abiertas estaban cerradas.

—¿Qué pasa, Seymur, se ha perdido? —le preguntó Harry—. Sabía que debería haberle dado un compás y un mapa.

—Vaya, si está usted ahí. No lo había visto, tan sumergido en las sombras.

—Si no recuerdo mal, le dije claramente que no quería que abriera las cortinas y dejara entrar la luz.

—Claro, conde Drácula, se me había olvidado que los vampiros detestan el sol —dijo ella mientras se encaminaba hacia la cocina—. ¿Dónde he puesto la estaca que pensaba clavarle en el corazón? Nunca la tengo a mano cuando la necesito.

Él ignoró su sarcástico comentario.

—¿Por qué ha cambiado los muebles de sitio? Casi me rompo la otra pierna al dar la vuelta, creyendo que iba a haber una cosa y encontrándome otra.

—Bueno, según Feng Shui...

—¿Quién demonios es ese Feng Shui?

—Es el filósofo chino del diseño de interiores —dijo ella. Él la miró con gesto agrio—. Según dice, si uno cambia el aspecto de su entorno, también cambia parte de su vida.

—A mí me gusta mi vida tal y como es, Seymur —le aseguró.

—Pues ahora se sentirá aún mejor, porque la habitación está en equilibrio, o al menos lo estaría si abriera las cortinas. Así se creará un flujo de energía positiva para compensar su energía negativa.

Él se limitó a gruñir.

--¿Qué tal ha ido el trabajo con Quint y Vance?

—Muy bien. A Quint una de mis vacas le ha dado una buena coz —dijo él.

—Seguro que eso le ha alegrado el día.

—¡Caramba, Seymur! ¿Qué ha hecho en la ciudad? ¿Ha ido a que le afilaran la lengua?

—¡Vaya, lo ha notado! Me alegro de no haber malgastado mi dinero.

—¿Habrá comida esta noche? ¿O se supone que debo comerme las uñas para matar el hambre? —le preguntó.

____ dejó las bolsas en la cocina sin responder, pero no le había pasado desapercibido que las palabras de Harry no hubieran sonado tan ácidas como de costumbre. Su tono era más humorístico que cruel. Quizás la había echado de menos y se alegraba de verla de vuelta. No, no podía ser. Todo aquello no era más que imaginaciones suyas. La única verdad que seguía imperando era que la despreciaba y quería librarse de su presencia.

—La cena estará preparada a la hora habitual, su majestad —le dijo ella—. Por cierto, me he tomado la libertad de invitar a Duff a cenar conmigo aquí mañana.

—Las libertades no están incluidas en su contrato.

—Pues lo siento. Va a enseñarme a jugar al póker, a beber cerveza y a fumar puros. También me va a enseñar a bailar country para que Annie y yo podamos ir a un club el sábado por la noche. Me va a concertar una cita.

SolitarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora