Eres mi distracción favorita.

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Miraba por la ventana. Era uno de esos días en que no esperaba que pasara nada fuera de lo normal; lo único que tenía que hacer era estudiar. Y se me daba tan bien que apenas necesitaba dedicarle tanto esfuerzo.

Estaba tan aburrido que deseaba que pasara cualquier cosa.

Mordiendo casi inconscientemente el lápiz que estaba usando, mirando ese cuaderno lleno de apuntes, esquemas, fórmulas de matemáticas... ¿por qué darle tantas vueltas a aquello que ya sabía? marear una y otra vez conceptos que ya dominaba.

Use mi teléfono para ver mi reflejo en su parte trasera; mis rizos color granate estaban más despeinados de lo habitual. No me gustaba, lo odiaba, pero era verdaderamente fastidioso estilizar un pelo tan rizado todos los días. A veces solo puedes dejar que las cosas sean como son.

Me levanté, harto de estudiar. Fue entonces cuando le vi apoyado en la puerta de mi habitación, como si hubiera estado siempre ahí.

¿Stanley? pregunté confuso ...¿Cómo entraste?

No había nadie más en la casa, lo que hizo que me recorriera un escalofrío la espalda a la vez que cuestionaba la seguridad de nuestro hogar.

Me parecía tentador verte —dijo el pelinegro con un aire seductor en la cara.

Sin ningún tipo de lógica que lo sustente, Stan no tenía camisa puesta. No sabría decir si entró así, si se la quitó delante de mi, o si desapareció sin dejar rastro como si se tratara de magia. Lo que desde luego me hizo pensar en lo surrealista que era todo.

¿Por qué vienes sin camisa?

Hace calor —dijo en voz baja— Me apetecía tanto verte... 

Note el calor en mi cuerpo. Era un sofoco que solo iba a más, era incesante.

Eso ya me lo dijiste respondí intentando sonar calmado¿cómo conseguiste entrar, Stan? 

Stan se acercó a mi a niveles intimidantes. Su expresión de lujuria era una que no había visto antes, o por lo menos no dedicada a mi.

No seas así conmigo dijo posteriormente para ponerse de rodillas— Tan solo buscaba algo de amor, y sé que tu siempre estarás ahí para mi

Mi cuerpo sufría algo parecido a un colapso nervioso como resultado de lo sexy que me parecía Stan y lo que estaba a punto de hacer. No sabía si quería... bueno, claro que quería. Lo deseaba, pero era mi mejor amigo, ¿estaba bien hacerlo? desde luego no parecía él, el mismo de siempre. Sin embargo, ya era tarde para levantarme, porque me sujeto los muslos con fuerza.

No voy a hacer nada que no quieras que te haga.

Tenía razón.

El pelinegro acarició mi entrepierna y yo siento ese electrizante placer concentrarse en aquella zona, sin poder evitar sonrojarme ya que no paraba de pensar en lo que seguramente quería hacer a continuación. Stan me quitó los pantalones, dejándome en ropa interior.

Por instinto, intenté cubrir mi entrepierna con las manos, pero Stanley me miró con una expresión que difícilmente yo podría resistir.

Déjame hacerlo... me pidió. 

No pude negarme. Nunca puedo negarle nada a esos ojos.

Me libró de la ropa interior y agarró suavemente mi entrepierna, comenzando a masturbarme. En ocasiones me tanteaba, probaba mi paciencia y control, intentando jugar con su lengua y mis partes, para finalmente no hacerlo. Trataba de hacerme sentir como cuando por fin crees que consigues algo, pero te lo quitan de las manos en el último segundo. El problema era que los instintos básicos son más difíciles de controlar.

Sueños Húmedos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora