Capítulo Cuatro
Estaba tirada en el piso, tenía la cara bañada de sangre y con moretones por doquier. Solté jadeos agónicos cada que intentaba levantarme, cosa que sacaba risas a las cinco chicas detrás de mí.
-Te ves horrible. -dijo Mia con asco. -Digo, más de lo que eres. -se corrigió soltando carcajada gansosa.
-Bas...Tar...-traté de insultarla, sacando valentía no sé de dónde, pero era inútil. Me dolía hasta la garganta.
-¿Qué dijiste? -dijo en tono de burla, tomándome fuertemente del cabello para alzar mi rostro a la altura del suyo. -Ten dignidad y repitelo, pero está vez bien.
Jadee al sentir el dolor en mi cabello, pero no aparté mis ojos de los suyos. Sinceramente no tenía idea de dónde salía toda esa valentía, pero tenía un leve presentimiento de que no me iba a llevar a ninguna parte.
Los ojos de Mia recorrieron todo mi rostro y cuando en algún momento en su expresión de burla apareció un ápice de sorpresa confirmé que me veía tan mal como me sentía.
-Deberías verte a ti misma para que compruebes lo poca cosa que eres. -expresó con desdén, dándole tirones a mi cabello para acercarme al espejo.
-Mia, no creo que...-me sorprendí al oír la voz de una de las amigas de Mia.
La miré por medio del espejo, su piel canela y pelo crespo le dieron la bienvenida a mis ojos, aunque sus ojos sólo miraban a una Mia muy confundida porque una de sus amigas la hubiese interrumpido. Si no me equivocaba ella era Hanna Muffler, otra de las tantas chicas que era de admirar por su fuerza y físico, pero que aún no entiendo cómo terminó en el grupo de Mia.
-Cállate. -gruñó la pelinegra. -Cero lástima, ¿recuerdas?
Viendo como Hanna se encogió en su sitio mientras su gemela y las demás chicas la miraban con atención, volvio la mirada hacia mi reflejo y sonrió con satisfacción. Aunque evité con todas mis fuerzas centrar la mirada en mí, no pude seguir haciéndolo cuando Mia me obligó a poner los ojos en esa chica de pelo oscuro y ojos azules ahora opacos como la noche, que no se parecía en nada a la Sharon de hace diez años atrás.
Mis ojos se cristalizaron al ver mi cara pálida y huesuda con muchos morados y cortadas de las cuales salía mucha de la sangre que había ensuciado todo mi rostro. Tenía el labio inferior partido, cosa que me provocaba un ardor terrible al igual que en varias zonas raspadas de mis brazos. Un fuerte color entre verde y morado se acentuaba debajo de mi ojo derecho y también en uno de mis pómulos. Mi cabello al ras de mi mandíbula -también morada-, sólo la parte delantera porque la de atrás estaba totalmente rapada. Eso fue hecho por Lea, en un intento por hacer que mi cabello no se viese tan terriblemente mal.
Me odie, ellas me hicieron odiarme.
Una extraña sensación de ahogo que nunca en mi vida había sentido se posicionó en mi pecho, oprimiendolo con tanta fuerza que la respiración se me atascó. A la vez que sentía latigazos helados en mis venas.
¿Qué rayos me estaba pasando?
Mientras me preguntaba aquello, nuevamente la voz de Mia se filtró en mis oídos.
-¿Qué se siente ser tan débil, Sharon? -preguntó con la burla bailando en sus cuerdas vocales.
Sus ojos estrechados con diversión de repente se abrieron sorprendidos al sentir mi mano apretar su cuello con fuerza.
-¿Por qué no lo averiguas tú? -sisee con un tono de voz que provocó que Mia se estremeciera.
Después de decir aquello, lancé a Mia con fuerza contra el espejo provocando que este se partiera en mil pedazos. La parte que aún estaba conciente de mí estaba asustada, pero la otra que parecía dominar mi cuerpo quería verla sufrir... Quería golpearla hasta que mi mano terminara cubierta con su sangre.
Y eso hice.
Nada me dolía, tampoco ardía. El dolor que experimenté minutos atrás parecía ahora como si hubiese sido producto de mi imaginación. No entendía absolutamente nada, sólo tenía en claro que por primera vez desdé que estaba encerrada en este lugar me sentía poderosa.
Golpeaba a Mia sin descanso o consideración y aunque ella trataba de defenderse era inútil. Mis finas manos se estampaban contra su rostro cubierto de sangre y lleno de moretones, sus ojos hinchados apenas se dirigían en mi dirección, sólo vagaban perdidos por el techo. Mia se veía mal, en todo el sentido de la palabra.
Aún estaba ocupada con Mia cuando sentí que alguien me sostuvo de los hombros con fuerza mientras otra chica me daba un puñetazo en la mejilla. Puño que se sintió como cosquillas en mi piel. Al ver la expresión de Bethany confusa por mi reacción burlona, inmediatamente recordé como golpeaba mi débil cuerpo, como se desquitaba conmigo sólo por ser quien era.
Con toda la rabia que llenó mi cuerpo en ese momento, me levanté como si no estuviese siendo sostenida por detrás y le devolví el puñetazo a Bethany. La rubia se tambaleo sobre sus pies y cayó sentada sin dejar de mirarme con horror, no esperé a que se estabilizara para empezar a darle patadas en la boca del estómago que le sacaban gemidos de dolor.
Cuando hube acabado con Bethany me giré hacia Chloe y la gemela de Hanna, Belly. Recordando sus risas y la manera en la que torturaban mi cuerpo, me acerqué a ellas y les hice exactamente lo mismo. Las pateé innumerables veces hasta que logré apreciar la sangre salir de sus bocas y sus quejidos de dolor que eran música de alivio para mis oídos.
Por primera vez no sentía nada. En ese preciso instante sólo me importaba golpearlas como si no hubiese un mañana, estaba inhumanamente cegada. Sólo pude volver en sí cuando la cabeza de Belly emitió un crujido después que la golpeara contra el suelo.
Fue en ese momento cuando la realidad me golpeó.
Miré horrorizada todo el panorama que yo misma había provocado y casi vomité cuando mis ojos recayeron en mis manos salpicadas de sangre.
Un chillido atrajo mi aturdida mirada hacía la puerta, donde aprecié a la otra gemela arrimada mirándome como si fuese un demonio o algún ser extraño. Quería hablar, quería pedir explicaciones porque yo no las tenía. ¡No tenía idea de qué era lo que había hecho!
Todo mi cuerpo empezó a temblar sintiendo nuevamente los dolores de la golpiza que había recibido, ya ni respirar podía sin que doliera. Todo a mi alrededor empezó a girar y segundos después mi cuerpo se desplomó al suelo.
Pero antes, pude apreciar el collar de la morena, uno que claramente decía:
Belly.
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PROYECTO ARES.©
Random🏅INTRODUCCIÓN🏋 > Tras ganar las elecciones presidenciales Raymond Mullen lleva el comunismo a un nuevo y más grotesco nivel, no sólo queriendo tener poder sobre un continente, sino a nivel mundial. Y para cumplir su objetivo entrenará una generac...