🛡CAPÍTULO V🛡

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Capítulo Cinco

Tres meses de inexplicable sofocación, agotamiento y dolor. Ese tiempo había pasado y aún no me explicaba lo ocurrido aquel día. Ni a mí, ni a nadie.

—Qué ocurrió, Sharon? —esa era la pregunta que más había oído en ese tiempo.


Todas las psicólogas del campamento me habían atendido, todas preguntaban lo mismo y todas sacaban las mismas hipótesis luego de obtener las mismas respuestas de mi parte.

—No lo sé.

Estaba harta de todo esto, si antes me sentía como un ratón de laboratorio ahora afirmaba que lo era. Aunque en cierta parte las entendia, hasta yo misma me provocaba temor, no podía creer lo que había hecho.

<<Yo no fui, yo no lo hice.>> me repetía constantemente para calmar la culpa y el remordimiento que me sobrevenía al recordar aquel baño, la sangre, las chicas en suelo, Belly asustada...

Belly.

Desdé aquel día fueron contadas las veces que la ví, y cada vez que sus ojos se encontraban con los míos no se abstenía de mirarme con odio puro. De las demás no sabía nada, sorprendentemente y para aumentar mi agonía no las había visto. Mi corazón se contrajo cuando pensé que algo les había ocurrido, que yo les había hecho daño.

Estaba creyendo eso hasta que una de las soldadas encargadas de vigilarme me aclaró que estaban bien, fue como una pizca de alivio a mi estado emocionalmente afectado.

Me encontré en más de una oportunidad decidiendo si ir o no a verlas para disculparme, pero no pasaban ni dos minutos cuando mi conciencia me recordaba lo crueles que habian sido conmigo. Las innumerables veces que arremetieron contra mi frágil cuerpo sin contemplación.
Entonces toda esa preocupación se convertía en rencor. Y de lo más profundo de mi ser, una pizca de satisfacción aparecía, pero de inmediato la descartaba.

Yo no era mala, no era como ellas.

Los días seguían pasando y a mí me mantenían en observación. Todas buscando respuestas, drogandome con pastillas para hablar, haciendo hasta lo imposible para saber que ocurrió aquel sábado.

No pedían saber qué pasó exactamente, ya que con el testimonio de Belly lo tenían aclarado. Querían saber, encontrar una explicación sobre cómo pudo una chica de mi contextura -que estaba muy lastimada, cabe aclarar- y poca fuerza golpear hasta dejar inconscientes a cuatro chicas de las más fuertes.

Todo el mundo había oído sobre eso, pero se negaban a creerlo.
Incluso a mí me parecía un sueño, o mejor dicho, una pesadilla. Aún cuando una parte de mí seguía conciente, varios recuerdos rodaban por mi mente, nada terminaba de aclarar que realmente me había pasado.

Pero las psicólogas llegaron a una conclusión.

Según el diagnóstico, padecía de un trastorno disociativo. Lo ocurrido fue provocado por mi otra personalidad. Me lo habían explicado muchas veces, pero yo seguía reacia a creerlo. ¿Por qué? Pues según ellas las personas con este trastorno no recordaban nada de su otra personalidad y que, de cierta forma, esta las controlaba. Aunque yo no podía recordar, había algo que me hacía negarme, había algo que no cuadraba.

PROYECTO ARES.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora