Capítulo 12

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El amanecer desde la azotea era hermoso. Tenía una vista de 360° desde ahí, pudiendo ver la ciudad entera. Era grande y blanca, con casas y edificios de cuarzo y una sola calle de tierra que iba en espiral hacia abajo, en la cual crecía una que otra flor. Había muchas plazas y parques, todos tan llenos de plantas que parecían más bosques que otra cosa. Podía ver desde ahí como algunos niños sátiros y elfos corrían de acá para allá entre los árboles, jugando a quien sabe que juego infantil, pero que sin duda se veía divertido. Había humanos caminando por las calles, todos acompañados de híbridos, gente de fuego, minerales, etc.

Novaland era lo más cercano a una utopía que él conocía, en especial porque era una anarquía perfecta. Una tierra donde todos hacían lo que les tocaba y donde un gobernante no era necesario. Le causaba mucha satisfacción la forma en que el lugar en el que había nacido y del que tuvo que huir alguna vez había cambiado para bien.

—Dream—. Una voz a sus espaldas con un extraño acento rudo en la letra "r" lo sacó de sus pensamientos. El enmascarado volteó a verlo. —Ya llegó.

Quién le hablaba era un Cyborg: un hombre de carne y hueso con partes metálicas en su cuerpo. Para quien lo viera por primera vez el primer pensamiento que pasaba por sus cabezas siempre era; "Pobre. Debió dolerle mucho que le pusieran esos cables y trozos de metal". Pero quienes lo conocían sabían que a él no le importaba, puesto que desde muy pequeño se recuerda a si mismo con esa maquinaria. Según había contado él, era alguna clase de experimento con metal de componentes biológicos que crecía junto con el cuerpo del usuario. Era curioso, y más por el hecho de que él había aprendido a hacerlo y usarlo en prótesis para otras personas.

Pero esa es otra historia que será contada en otra ocasión.

—Gracias, A6D—. Respondió el de ropa verde con la garganta seca, dirigiéndose a la trampilla por la que el Cyborg había asomado la cabeza para llamarlo. Se aferró a la escalera de mano y, con cuidado, descendió, cerrando la trampilla de madera oscura arriba de él.

Una vez que bajó al ático de la casa, bajó igualmente las escaleras que daban a ese piso, plegándolas nuevamente contra el techo para que no estorbaran al pasar por ahí. Caminó un poco más, yendo por fin al piso de abajo, donde fue directo al comedor y se sentó a esperar en una de las sillas, quitándose la máscara y guardándola en el bolsillo de su chaqueta. Observó su alrededor.

Antes de ir ahí se había bañado, cosa que había sido muy agradable luego de días cubierto de sudor y tierra, usando la misma ropa sucia de siempre (Philza insistió en lavarla y al final había cedido). Gracias a eso, podía sentir el aire tibio en su piel, el cual venía de la chimenea que tenía a la izquierda, cerca de la sala.

La casa en si era acogedora también. Aunque por fuera estuviera hecha de cuarzo, por dentro era de una linda madera de roble que desprendía un aroma suave y relajante, casi imperceptible. El piso estaba recubierto de alfombra verde oscura, y en las paredes y muebles había fotos y pinturas enmarcadas. Pudo reconocer una que se encontraba en un pequeño estante. En ella aparecía él, sonriendo triste, cargando a una bebé envuelta en una sábana azul. Ella tenía un lunar en el pómulo izquierdo, y sus ojitos miraban con curiosidad a la cámara. Había también un hombre alto, pero su cabeza había sido arrancada de la fotografía. Se levantó de donde estaba para acercarse a ese marco, tomarlo y verlo bien.

Podía notar que su propio cabello era más largo en la imagen. Le llegaba a los hombros, más o menos, y tenía sentido ya que toda su gente llevaba el cabello así por costumbre... de alguna manera le recordaba al corte de Philza, pero eso no lo pensó demasiado. Llevaba una camiseta blanca y ligera y pantalones cafés de tela gruesa. Si, lo recordaba. De pequeño su gente lo entrenó como una cazador. Por eso la ropa. Pero lo que más llamó su atención era que sus brazos estaban envueltos en vendas y que su pelo cubría uno de sus ojos, y si su vista no le mentía, podía apenas distinguir debajo de sus cabellos un moretón negro que llegaba hasta el puente de su nariz. También lo recordaba, y seguro era por eso que la cabeza de ese hombre había sido arrancada.

Betrayed | CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora