Capítulo 29

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La casa era grande y acogedora.

Todo el interior estaba hecho de distintos tipos de madera, desde roble oscuro hasta abedul. Incluso había acacia por aquí y por allá, principalmente en las puertas de las habitaciones. El color rojizo de la madera era cálido y tenía bellas figuras y dibujos grabados en su superficie, por lo que ningún portal era igual a los otros.

Philza no podía evitar admirar semejante trabajo. Su lado arquitecto, aquel al que le apasionaba construir las más exquisitas edificaciones, le ganaba. Estaba literalmente hambriento y emocionado por poner sus manos en los dibujos. Quería tocarlos, sentirlos. Eran simplemente preciosos. A pesar de que era obvio que no era un grabado a mano.

Cualquiera que sea la máquina o aparato que los haya hecho, hizo un buen trabajo.

Cada puerta tenía un dibujo distinto, con un animal distinto, con adornos distintos. Su puerta, por ejemplo, tenía el dibujo de una golondrina, con su colita de tijera extendiéndose hasta el suelo, las alas plegadas y el pico en alto. Las otras tenían dibujos de delfines, gatos, serpientes, caracoles, etc. Incluso había puertas con dibujos de flores. La de Tommy, por ejemplo, era una rama de jazmines.

Y si recordaba adecuadamente, la puerta de Drista (cuyo grabado estaba pintado de negro) era un dragón.

No le extrañaba. Los hermanos eran Cambiaformas, así que la historia de Teseo y los dragones era literalmente su cultura. Con lo que habían crecido.

Eso no evitaba que se sintiera conmovido.

Suelta un suspiro cuando alcanza el final del pasillo, aquel que da directo al balcón de las escaleras, y mira atrás una última vez antes de perder de vista los grabados, emprendiendo su camino escaleras abajo.

—Buenos días, anciano—. No se dió cuenta cuando su ceño se frunció hasta que escuchó la risa de dos muchachos sentados a la mesa, una con las piernas cruzadas sobre el reposabrazos y el otro envuelto en una capa roja que definitivamente no le pertenecía.

—Por supuesto que harías de Drista tu cómplice—. Se quejó sarcásticamente, siguiéndole la corriente a los dos adolescentes, quienes siguieron riéndose. —¿Dónde está Techno?—. Preguntó, fijándose de nuevo en la capa que cubría sus piyamas.

—El cerdo y el blob siguen dormidos. Estaba en la silla de Techno, así que la tomé prestada por unas horas—. Respondió, sonriendo como la pequeña mierda que es.

—¡Yo ayude!—. Exclamó la más joven, emocionada. Phil a este punto no sabía qué tan beneficiosa era está bizarra alianza de niños: una hechicera bromista y un soldado ladrón. Mala combinación. Pero aún eran jóvenes, así que no era realmente su asunto.

—Por cierto, ya desayunamos—. Complementó el adolescente. —Habían hogazas de pan, queso y jamón en el refrigerador, así que nos hicimos unos emparedados. Le hicimos uno a Wilbur, pero no estaba en su habitación.

—Solo digo. Ese tipo es un hijo de puta.

El humor del adulto cambio repentinamente ante ese comentario, gruñendo inconscientemente entre dientes. Tommy, en respuesta, puso una mueca de confusión. Drista, sin embargo, se tensó y le miro por el rabillo del ojo, frunciendo la nariz y evidentemente resistiendo el impulso de pelar los dientes para devolver la agresión. Phil notó la reacción sin problemas, por lo que forzó su molestia de vuelta a su pecho y alzó las manos para demostrar inocencia. La chica se calmó casi de inmediato, aunque nuevamente, el como frotó su cabeza contra el estómago de su amigo no pasó desapercibido. Un gesto posesivo y sobreprotector, identifico. Meramente instinto canino y salvaje.

—... Saldré a tomar aire—. Resolvió luego de unos minutos de incómodo silencio. El muchacho de ojos cristalinos se limitó a asentir, sin darse cuenta del movimiento automático de su mano sobre el largo cabello de la niña cuya cabeza ahora reposaba en su regazo.

Betrayed | CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora