Capítulo 23

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El olor dulce de la calabaza hacia que su mente dejara de funcionar, dejándose inundar por el hipnotizante aroma de ese raro alimento. Era la misma esencia del cabello de su padre. La misma esencia del pelaje naranja rojizo de su hijo. Y aunque pensar en ese zorrito que alguna vez le había amado con todo su corazón era doloroso, el pensamiento de que su amoroso tutor y hermanos estaban ahí para brindarle apoyo lograba causarle algo de calma, aunque no siempre la suficiente para autocontrolar su ira reprimida.

Recordaba que había estallado durante el discurso de Schlatt el otro día. Su sentido común se había nublado y veía rojo de la furia que le invadía. Una vocesilla en su cabeza, tentadora y maliciosa, le había susurrado una y otra vez palabras que solo hacían su sangre hervir, incitándole a atacar. A desgarrar piel. A beber sangre. A dejar salir su lado más salvaje.

Esa vocesilla había sido él mismo.

Lo que lo había detenido había sido la voz de Niki, quien durante los últimos meses le había estado insistiendo en dejar que su furia saliera. Que su locura se liberara. Completamente contraria a su presencia en ese exacto momento en que lo calmó de golpe.

Empezaba a pensar que en realidad solo había estado escuchando cosas. Que realmente estaba enloqueciendo, y el no saber porqué (porque él estaba seguro de que había algo más que exilio causando su perdida de cordura, podía sentirlo) solo le causaba una angustia enorme que llevaba siempre a una horrible migraña...

Hablando de migrañas, su cabeza empezaba a doler, a palpitar a la par de su pulso. Incluso podía jurar que la temperatura de su cuerpo subía solo por el dolor que se intensificaba a cada segundo.

Gruñó, escondiendo la cara en sus manos a la vez que pegaba las rodillas a su pecho, en un intento inútil por llenar esa sensación de vacío en el corazón que empezaba a inundarle y a causarle nauseas al punto de no poder respirar correctamente.

No podía hacer nada más que tratar de refugiarse en su cama, temblando, con las lágrimas picando sus ojos.

Fue justo por eso que no se percató de las dos personas que hablaban entre ellas, decidiendo quien lo sacaría de ese desagradable trance, y por lo que no percibió la primera sacudida que le dieron.

—Wilbur...—. Escuchó una voz grave y monótona susurrar en su oído derecho, como si le hablara a un animal asustado, a la vez que un cuerpo más pequeño que el suyo le daba algunos empujones.

Aún con los ojos fuertemente cerrados, recordó de pronto como inhalar y dejó que el fuerte aroma a calabaza abrumara sus sentidos nuevamente, llenara sus pulmones, nublara su mente, dispersara sus pensamientos, le hiciera olvidar que ese vacío existía.

Abrió los ojos perezosamente, y entonces se dio cuenta de que su cama era en realidad el cuerpo de Technoblade, su almohada era el brazo de Tommy, quien estaba acostado sobre él, y su cobija era la capa del primero. Estaban en una "pila de apapachos", como el rubio las llamaba desde que era pequeño. Cosas de hermanos.

Logró también percibir una fórnida mano frotar su pecho, con la intención de estabilizar los latidos de su corazón. Eso y el peso del cuerpo del muchacho sobre él lo habrían desesperado en cuestión de segundos de no ser porque se encontraba cansado y deliberadamente perdido en el dulce aroma del aire que aspiraba. La mano sobre su pecho permaneció ahí durante un rato más, en completo silencio, dejando que los otros dos lo abrazaran y acariciaran su cabello y espalda. Siendo honesto, extrañaba este tipo de contacto físico: cálido y que aseguraba protección mutua.

Había olvidado lo mucho que amaba a sus hermanos.

—¿Cómo te sientes?—. Escuchó esa voz monótona de nuevo, alzando un poco la mirada. Techno tenía el cabello despeinado, teniendo incluso algunos mechones en la cara, sobre uno de sus ojos y enredados en sus colmillos. Sintiéndose debilitado, pero no al punto de ser incapaz de moverse, acercó su propia mano al rostro del más alto para quitar el pelo aspero y grueso de su rostro. En respuesta a este gesto, recibió un suave soplido tibio por parte de la nariz del híbrido, quien a su vez, por mero instinto, frotó muy levemente su mejilla contra los dedos del castaño.

Betrayed | CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora