- ¡Eleanor, despierta o llegaras tarde! -la voz suena apagada desde la primera planta de la casa. No me molesto en responder, simplemente me doy la vuelta y me tapo completamente con la manta. Oigo como la puerta de mi habiatción se abre y me imagino los ojos cansados de mi madre escaneando la habitación. - Ellie, por favor.
- Ya voy, pero no te pongas pesada... -suspiro y me quito la manta de encima rápidamente. Los pasos de mi madre se alejan y la puerta se cierra de nuevo. Me desnudo dejando el pijama en el suelo y siento un escalofrío recorriéndome el cuerpo.
Poco después bajo a la cocina ya arreglada para el instituto. Me siento en la mesa y muerdo una de las tostadas. Mi padre está escondido tras el periódico, completamente inmóvil. De vez en cuando revive para tomar un sorbo del café o para pasar la página. Mi madre en cambio no deja de correr de un lado para otro recogiendo cosas y arreglándose para ir a trabajar.
- Hace frío. -intento llamar la atención de al menos uno de los dos pero están demasiado absortos en sus tareas. Me levanto decepcionada y me acerco al radiador que esta helado. - No hay calefacción.
- ¿Pagaste la factura, Margaret? -al final parece que he llamado la atención cuando la voz de mi padre se oye desde detrás del peródico. Mi madre, que justo acababa de volver a la cocina tras haber recuperado su maletín, se gira hacía él con cara enfadada.
- ¿Con qué quieres que la pague? -al oír eso mi padre baja el periódico y le devuelve la mirada desafiante. Sé que empezarán a discutir una vez más sobre dinero así que decido largarme. Cojo mi mochila del suelo y salgo por la puerta dejando atrás un matrimonio que se fue a la mierda hace años.
- Adiós... -susurro al salir y cerrar la puerta de entrada.
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Las calles de Edimburgo ya están repletas de personas completamente despiertas a pesar de que el sol aun se esconde tras el horizonte. Las nubes grises que se distinguen delatan que es muy probable que no será visible en todo el día. Empiezo a caminar despacio observando mi entorno y asimilándolo. El ruido, los olores, el aire... inspiro profundamente y sonrío. Estoy de vuelta en casa, había echado de menos esta ciudad los últimos meses que pase en Francia. París es mágico, el arte, la cultura, todo allí es belleza pero no se puede ni comparar con la felicidad que produce poder llamar a una ciudad tu hogar.
He vivido en Edimburgo desde que nací pero hace unos meses tuvimos que mudarnos porque mi madre temía que alguno de mis "episodios", como los llama ella, volviera a ocurrir. Decidió que lo mejor sería encontrar una solución permanente a mis problemas de salud. Estuvo buscando médicos por toda Europa con la esperanza de que alguno le explicara que pasa conmigo pero nadie lo sabía. Me hicieron cientos de tests pero parecía completamente sana. Miles y miles de euros gastados para nada. Tuvimos que volver a casa porque nuestra situación económica empeoraba por momentos.
Esa mujer nunca se preocupó por mi, no realmente, solo quiere tener una hija normal que no la humillara. Jaj.. Se cree que los problemas de salud son la razón por la que le hago pasar por todo. Que mujer... Algo interrumpe mis pensamientos, un sonido familiar.
- ¡Els! Els, espera. ¡Esperame! -una figura muy alta y bastante delgada intenta abrirse paso entre la multitud.
Me aseguro de saber quien es. Su pelo color limón y la manera en la que corre son inconfundibles. Nathan cruza la plaza torpemente a toda velocidad y me da su más amplia sonrisa al pararse delante mío. Se inclina hacia delante e intenta rodearme con sus brazos pero yo le esquivo. Eso no parece desanimarle.
- Te he echado de menos. -dice mirándome a los ojos. Sostengo su mirada durante unos instantes. Le doy la espalda y emprendo el conocido camino hacia el parque. El chico suspira y me sigue, abre su mochila y me susurra al oído con una voz pícara: - ¿Tienes mechero?
Me paro en seco y le sonrío. Él me pasa un cigarrillo y lo enciende con tranquilidad.
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- Paso de ir. Es el primer día, no haremos nada. - Nathan se tumba a mi lado en la hierba con el cigarrillo entre los dedos. Abre los ojos y me mira preocupado. - ¿Dónde estabas?
- París.
- ¿Por qué? - sigue interrogándome pero sabe que no le voy a responder así que abre su mochila y saca un portátil. - ¿Me lo vas a contar o tengo que buscar yo solo?
Suspiro, si alguien es capaz de destapar los secretos de la gente eso son Nathan y su portátil. Le cuento todo, pero me ahorro la parte de que mis padres no pueden pagar ni la calefacción porque se que él se ofrecería a hacerlo.
- Eso es una p***da. Pero tienes que buscar el lado bueno de las cosas.
- El lado bueno es que mi madre me desprecia casi tanto como yo la desprecio. - digo con ironía y le miro mientras guarda su portátil y se tumba a mi lado de nuevo.
- Bueno, al menos has viajado un poco por Europa. - se revuelve el pelo para darse aires de distraído, inspira profundamente y puedo ver como sus ojos se vuelven cansados y pierden su brillo. - Yo he estado cuidando de mi abuela todo el verano... - se le quiebra la voz - Está empeorando y no sé que hacer, Els.
Nathan es la única persona en todo el mundo que consigue hacerme sentir algo y cuando lo hace son emociones intensas que odio. Me giro hacia él y pongo mi cabeza en su pecho rodeándolo con un brazo. Nos quedamos así tumbados unos minutos que parecen horas. Sí... Aunque nunca se lo admitiría yo le he echado de menos mucho más de lo que él se podría imaginar.
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Far Beyond
Ficțiune științifico-fantasticăLa primera vez que ocurrió tenía siete años. Simplemente pense en la playa, la echaba de menos. Lo siguiente que recuerdo fue una luz cegadora y las tres semanas que pasé en el hospital. Mi madre estaba demasiado asustada como para contar lo que hab...