Maldito graciosillo es Dios

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Christian contempló paralizado aquellos ojos esmeralda sin llegar a asimilar la situación. El soldado que le sujetaba por detrás le agarró con más fuerza , cortándole la respiración, pero apenas lo noto.En aquel momento solo le importaban aquellos ojos. Joder , aquellos malditos ojos que veía hasta cuando cerraba los párpados, como si se hubiesen quedado grabados en su retina.

James en cambio evitó la mirada del pelinegro y la mantuvo fija en el soldado más cercano a él. El joven apretó los puños y respiró con fuerza, como si eso fuese a hacer que el oxigeno llegase mejor a su cabeza. Al final habló. Su voz sonó estrangulada y quebradiza, pero solo recordar aquel timbre causó un escalofrió en el pelinegro.

-Soltadle. -El hombre alto se removió confundido y avanzó unos pasos hacia el castaño sonriendo con suficiencia. Como si tuviese una confianza de la que carecía con el soltado.

-¡Comandante Hook! Que coincidencia encontrarle aquí. Creo que no ha entendido bien la situación. Este bastardo estaba...

-Es una orden soldado- El repentino tono firme y autoritario del menor hizo dudar al hombre que retrocedió dubitativo. El hombre puso una expresión agria y su tono cambió a uno mucho menos amistoso.

-Ya no estamos a tu cargo Hook, no tenemos por qué responder ante ti- Christian comenzó a notar la falta de aire provocada por el agarre férreo del otro soldado y forcejeó intentando zafarse del agarre aprisionador del compañero, pero lo que consiguió fue un puñetazo que le hizo caer de rodillas al suelo. El pelinegro boqueó aturdido sin apartar la vista del castaño que parecía ponerse más nervioso a cada rato. James llevó una mano hacia la empuñadura de su espada con gesto amenazante que pusó en guardia a los dos atacantes.

-He dicho que le soltéis- Siseó. El hombre alto escupió al suelo mascullando unas palabrotas y desenvainó su espada con rapidez.

-Ya estoy harto de ...- Una voz le interrumpió. Una voz firme y seria que sonó fuertemente detrás del ojiverde, retumbando en los oídos del ladrón

-¡Soldados!- La reacción de los presentes fue instantánea. El pelinegro observó confundido como sus dos agresores dejaban caer la espada de un bote y corrían a colocarse firmes mostrando el saludo militar con torpeza y con una expresión de ...¿Miedo?. El castaño también reaccionó antes esa voz. Palideció y se tensó notablemente. Sin atreverse a darse la vuelta el menor bajó la cabeza ocultando su mirada entre su flequillo y se puso firme al igual que los otros dos hombres. El silencio invadió el callejón hasta que uno de ellos logró tartamudear

-¡Ca...Capitán General!- Fue entonces cuando Christian se percató en el hombre que acababa de llegar.

Era alto y musculoso. A pesar de los años , que se podían distinguir ya por las canas que había entre su pelo castaño, su pose era intimidante y firme. Cuando el hombre le clavó la mirada el pelinegro sintió un escalofrío , pero no era un escalofrío agradable como los que le provocaba el castaño. Una gran cicatriz le desfiguraba el rostro, desde la sien hasta la mandíbula cuadrada . Una cicatriz que parecía reciente que hacía resaltar aún más la expresión amenazante y poderosa de sus ojos, que , por loco que pareciese, le resultó muy familiar.

Cuando el hombre se movió sus pasos resonaron por el callejón, que se encontraba en completo silencio. Anduvo hasta llegar al castaño que aún permanecía clavado en su sitio, mirando al suelo como si fuese la cosa más interesante del mundo entero. Tras una pausa intimidante el señor volvió la vista hacia los dos soldados. Cuando habló su voz sonó firme y tranquila, como si estuviese totalmente acostumbrado a ese tipo de reacciones por parte de sus inferiores y como si incluso las esperase. Christian se preguntó interiormente que tendría ese hombre para imponer tanto.

-Largo - no tuvo que decirlo dos veces.Casi llorando de la felicidad de poder irse de ahí, los dos hombres murmuraron una serie de cortesías y salieron corriendo del callejón, tan rápido como si les persiguiese el diablo.

Cuando ambos desaparecieron por la esquina el silencio volvió a invadir el callejón. Por él sopló un aire tan frío que el pelinegro juraría que se le metió hasta en los huesos dejandole helado. Sostuvo la mirada del hombre de la cicatriz con arrogancia; por ello se sorprendió al distinguir un amago de sonrisa de este, pero cuando parpadeó el rostro impasible volvió a aparecer ... no, seguro que se había imaginado aquella sonrisa. El Capitán o general o como dichosos se llamase se volvió al menor.

-Explíquese Hook- Christian se mordió el labio y notó la sangre seca en ellos. Aprovecho que el soldado contaba como se había encontrado con aquella chica rubia que le había contado los hechos para levantarse y pasar el dorso de la mano por el labio retirando los restos de sangre con la manga de la camisa. El hombre asintió con severidad cuando el castaño terminó el relato y volvió la vista hacia el pelinegro.

-Enciérrele – James parecía querer replicar, pero Christian se le adelantó con una protesta molesta

-¿Encerrarme ? ¡Yo no he hecho nada más que...!

-Pelearse con la autoridad en un lugar público -el tono severo del señor le hizo chasquear la lengua furioso. El joven apretó los dientes conteniendo un par de insultos bien merecidos para aquel personaje. Algo le decía que era mejor no meterse con él- pasará la noche en la celda. Luego le soltaremos, - Bueno, al menos solo sería una noche, había pasado por situaciones peores.

- James, llévale a la comisaría norte. Y que no se vuelva a repetir lo de hoy comandante. Pelearse con sus propios hombres es algo deshonroso, para el ejército... y para la familia.- Las palabras parecieron hacer mella en el menor, que sin apartar la vista del suelo asintió sombríamente .

Con apresuramiento el soldado avanzó hasta el pelinegro, le agarró de la manga con fuerza y tiró de él medio arrastrándole fuera de aquel callejón sin siquiera darle tiempo para pensar en alguna queja. Christian sintió como sus tripas se retorcían en su interior ante la cercanía del castaño, pero a la vez su aparente indiferencia le causaba una presión en el el pecho.

Caminaron por las calles en un aura claramente tensa y se alejaron de aquel hombre de la cicatriz terrorífica. James tiró del pelinegro con insistencia y cuando pudo dejar de sentir la mirada del Capitán en su espalda empujó al ladrón hacia una esquina solitaria para por fin soltarle.

Boqueando como si acabase de luchar contra un ejercito de mil hombres él solo se apoyó contra una pared. A su lado sintió la respiración igual de irregular de Christian y sintió como todo su interior se revolvía. Realmente estaba ahí. A su lado.

El castaño empezó a ser consciente de que tenía ante él al chico al que se había hecho a la idea de que nunca más en la vida vería y encima a una distancia nada menos que poco apropiada. "Te debo de caer muy mal para que me hagas esto Dios". Cuando estuvo seguro de que no se desmayaría ni nada por el estilo se atrevió a volver la vista al rostro que había estado evitando en aquel rato. Los ojos azules clavados en él le hicieron tragar saliva casi aterrorizado. Aquella mirada que siempre acababa acorralándole.

Ambos muchachos permanecieron en silencio un tiempo. Como reconociendo y recordando el rostro de cada uno. Hasta que al fin James se atrevió a hablar. Su voz pretendía ser sarcástica, pero acabó siendo un susurro que apenas mostraba nada.

-Bueno. Le acabas de dar una genial primera impresión a mi padre

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Rumbo a la guillotina (BL) Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora