Hiccup despertó más temprano de lo acostumbrado durante su recuperación. Espero quizá unos treinta minutos hasta que dieron las ocho para esperar pacientemente algunos minutos hasta que Astrid cruzara por la puerta, le diera los buenos días y lo llevara directo a la ducha, pero no llegó. Cinco minutos... diez minutos... quince minutos... ¿veinte minutos? El señor presidente se molestó. Claramente le había advertido a Astrid que no le gustaba que lo hicieran esperar. ¿Estaba ignorando sus órdenes? Como pudo, se levantó. Aún le dolía el cuerpo por el impacto que había recibido. Constantemente debía ir a checarse al hospital.
Se sujetó con fuerza a la orilla de la cama y se estiró tratando de alcanzar la silla de ruedas. No la alcanzó, se desesperó y molestó tanto, que trató de levantarse pero cayó al suelo al instante.
- ¡Astrid Hofferson! —gritó con furia, mientras literalmente se arrastraba por el suelo hasta llegar a su compañera: la silla de ruedas.
¿Por qué tenía que ponerla tan lejos y hacerlo arrastrarse por el suelo?
Con dificultad, se sentó en la silla. Mantenía el ceño fruncido. ¡Oh, oh! eso no era bueno. La idea era mantener al presidente contento, no enojado y malhumorado todo el rato.
Se movió sobre su silla, pasando con rapidez al lado de la ventana pero se detuvo al instante y regresó para fijarse bien.
Ahí estaba la señorita Hofferson, con unos guantes e instrumentos de jardinería tratando se limpiar las flores favoritas de Haddock. El cuerpo del joven se destensó y se sintió culpable por pensar en despedirla por su impuntualidad. Miró con dirección a su cama y en la mesa de noche vio un florero cuyas flores eran sus favoritas. Llevó su mano a sus sienes y los masajeó suavemente. Volvió a mirar por la ventana. Astrid quitó uno de sus guantes y sacó su celular del bolsillo. Casi se le cae el aparato de la impresión al darse cuenta de lo tarde que era. Hiccup rió levemente por su expresión pero enseguida calló su risa cuando vio a la joven chica resbalarse en el suelo y caer, al parecer, dolorosamente, sin embargo, ésta se levantó como si nada y corrió con rapidez a la mansión.
- Mierda, mierda, mierda —dijo la joven para ella misma. — Haddock va a matarme.
Se quitó el delantal y dejó las cosas en su lugar para caminar con rapidez a la habitación del oji verde. Estaba preparada para recibir alguna queja por su aparición tardía, sin embargo, sólo vio al mayor sentado en su silla al frente de la ventana. Parecía tranquilo.
- Llegas tarde —dijo en tono serio.
- Eh, sí, lo sé. Lo siento, yo...
- Está bien, no te preocupes —en su silla, dio media vuelta y a miró. — Vi que trajiste flores a mi cuarto.
- ¿No le gustan, señor?
- Hace tiempo que no llenaba ese florero porque suelo estar ocupado y en mi nueva condición... —hizo referencia a su pierna y su silla—, es difícil hacer trabajo de jardinería, así que gracias —sonrió amable. — Me gustan las flores, me hacen feliz.
La joven sonrió. Al menos no iba a despedirla el segundo día, probablemente en el tercero sí, pero en el segundo no.
- Me alegra que sea así, señor.
Se acercó a él hasta ponerse detrás, colocó sus manos en la silla pero al instante de empujar se quejó. Hiccup miró levemente por encima de su hombro y recordó que la joven se había caído.
- Déjame ver —pidió.
- No es nada, señor, sólo...
- Siéntate —ordenó demandante señalando la pequeña sala de la habitación.
La joven asintió y obedeció.
Hiccup se dirigió a una cómoda, abrió los cajones y sacó una pequeña caja blanca. Al instante de tenerla, se dirigió a la joven y se puso frente a ella.
- Esto no es necesario, señor.
- Debes tener más cuidado —ignoró tomando con delicadeza la mano de la joven. Debía admitir que era muy suave. — Si no lo tratas, podría infectarse —el agua oxigenada mojó la mano de la joven haciendo una pequeña espuma. — ¿Ves?
- ¿Qué cosa, señor?
- Seguro ni siquiera lavaste tus manos.
- Vine rápidamente.
- No seas descuidada, Astrid. Tu salud también es importante, debes cuidarte. Si no lo haces, ¿cómo vas a cuidarme a mí?
Nunca nadie le había dicho eso.
Todos los enfermos con lo que había trabajado la trataban como la mala, grosera y gruñona cuando no era así, al contrario, los pacientes eran los descorteses con ella. Le gritaban cuando no querían medicinas y algunos le lanzaban la comida cuando no querían desayunar o almorzar.
- Lo lamento, señor. No volverá a pasar.
El algodón empapado con alcohol pasó suavemente por la palma de su mano. La verdad era que Astrid no se había dado cuenta del corte que se había hecho, por lo que tomó poca importancia de ello. Se quejó un poco por el ardor, pero nada que no pudiera aguantar. Astrid siempre había sido una chica fuerte y valiente, aquella pequeña cortada era casi indoloro. Nada se comparaba a todo el dolor que había sufrido con anterioridad durante su niñez y adolescencia.
La manga de su blusa se levantó un poco dejando expuesta algunas pequeñas cicatrices, por lo que rápidamente la bajó tratando de ocultarlas. Hiccup se dio cuenta de ello, sin embargo supuso que si lo ocultaba era por algo y por ahora, se abstendrían a preguntar por aquello.
- No deberá pasar, de lo contrario yo tendré que cuidarte a ti —bromeó intentando desviarse de lo sucedido.
Astrid rió levemente.
- Le aseguro que no —contestó con una sonrisa.
Hiccup le sonrió de vuelta. Ambos jóvenes se miraron a los ojos e incluso lo siguieron haciendo cuando sus sonrisas desaparecieron. Ambos se permitieron admirarse un poco. No había duda de que el señor presidente era un joven muy guapo. Su cabello castaño rojizo parecía tan suave como el de un bebé, tenía unos ojos verdes hermosos y su piel bronceada se veía tan suave y perfecta, aunque una pequeña cicatriz resaltará cerca de sus labios. Fue ahí donde Astrid se dio cuenta del tipo de hombre al que tenía en frente. Nunca le había interesado el joven de ojos verdes, pues su objetivo era Elsa Jogerson, sin embargo... ¿qué tal probar con el chico?
Un carraspeo hizo desviar sus miradas. Ambos se avergonzaron al instante, poniéndose levemente colorados.
- Hiccup, la comida ya está lista —avisó Rapunzel y rápidamente se retiró.
- Eh, bueno, ya está —dijo poniendo una bandita. — Ten cuidado —advirtió.
Astrid miró la bandita y sonrió.
- Sí, señor.
Posteriormente, Astrid se puso detrás de él para empujar la silla, pero el joven presidente no se lo permitió por su reciente herida. "No te preocupes, puedo hacerlo solo hoy" le dijo, para después seguirlo al comedor.
Por alguna razón, ambos sonreían, mientras que Rapunzel los veía con desaprobación.
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noir; hiccstrid modern
FanfictionEstado: sin terminar. La nueva cuidadora llega a la gran mansión para crear una serie de conflictos en la residencia Haddock. Historia totalmente de mi propiedad, queda prohibido copiar o adaptado esta novela sin mi autorización. Inspirada en 품위있는...