Capítulo 5

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—¡Mierda! —replicó Armstrong cuando Lisa empezó a limpiarle la herida del abdomen.

—Esa imbécil te pinchó duro, cariño, mira como tienes esto.

—Me parece que tu regreso se acerca. Aún faltan algunos detalles en mi plan, pero muy pronto, nos sacaremos a MacQueen de encima.

Aline observaba atentamente a su cuñado, que en ese momento no se parecía al Gordon apacible y sociable de siempre. Estaba sentado frente a una estatua de madera barnizada, rodeado por un montón de velas y pronunciando frases en un idioma que ciertamente no era inglés.

—Es gaélico irlandés —explicó Aiden—. Cuando mi hermano tenía diez años comenzó a ver cosas y escuchar voces que solo se encontraban en su cabeza, así que nuestros padres supieron que había sido tocado por las deidades, entonces, lo llevaron a Irlanda, con el clero de los druidas. Allí fue entregado a Dagda, el dios supremo del panteón irlandés, señor de los elementos y del conocimiento, jurista y temible guerrero, que desde ese momento se volvió su guía espiritual. Cuando regresó a casa se había convertido en un hechicero muy experimentado, un adulto que cargaba en sus hombros los pesos y cicatrices de la vida. ¿Ves ese tatuaje en su espalda? —señaló con el dedo.

—Sí —asintió ella.

—Es un trisquel. Representa la evolución y el crecimiento, el equilibrio entre el cuerpo, mente y espíritu. Manifiesta el principio y el fin, la eterna evolución y el aprendizaje perpetuo. Ahora mismo mi hermano está realizando una consulta espiritual. Mejor nos vamos.

Era sábado y tanto en Estados Unidos como en Escocia, Aline dedicaba su día favorito de la semana a holgazanear, solo que esta vez estaba muy bien acompañada y podía ser perezosa de una forma más interesante. No supo ni cuántos minutos estuvo debajo de su highlander, recibiendo besos y caricias prometedoras.

—Nunca me cansaré de ti —afirmó MacQueen.

—Yo tampoco —lo besó de vuelta—. ¿Quieres algo de comer? Todavía queda ensalada fría en el refrigerador.

—Tráela. Nos la acabaremos entre los dos.

La joven se incorporó con torpeza y salió en busca del aperitivo. Súbitamente le entró un mareo, la habitación daba vueltas y los objetos no paraban de moverse. Ya era la segunda vez que le ocurría en la semana, aunque en esa ocasión cayó al suelo como una tonta.

—Nena, qué pasa —Aiden corrió hacia ella, cargándola en sus brazos.

—Bájame, por favor —le dio un golpecito en el hombro para que le prestara atención—. No he comido mucho últimamente, al menos, no como debería. Por eso me mareé.

—Pero si ayer te zampaste media pizza tú sola —replicó MacQueen.

—Pizza no es el alimento que necesita el cuerpo para funcionar a la perfección.

—Tengo una idea. ¿Y si vamos a un pub cercano y pedimos un buen almuerzo?

—Suena excelente.

Él mismo se encargó de realizar la orden. Pidió carne y puré de papas, ensalada mixta, un Sunday roast, batido de papaya y una crema catalana de postre.

—Aquí tiene, señorita. Provecho.

—Mmm. Esto levanta a un muerto —comentó.

—¿Alinita? ¿Cariño? —aquello debía ser una broma, una pésima jugada del destino. No podía tratarse del inútil de Alex.

Con un cierto nivel de miedo a lo que le esperaba, Aline volteó y desafortunadamente, allí se encontraba su estúpido exnovio.

—¡Oh, Alinita, nena, eres tú! Lo sabía. Ese perfume de jazmín es inconfundible.

—¿Qué haces aquí, Alexander? —cuestionó fulminándolo con la mirada.

—Nena, realicé una parada rápida para almorzar y después continuar localizándote, aunque parece que la búsqueda terminó.

—Y se puede saber por qué carajo me estás buscando —esa criatura iba a hacer que perdiera la cordura.

—He recapacitado. Entiendo que cometí un grave error al cambiarte por otra, pero ahora me dí cuenta de que eres la mujer de mi vida y la que quiero a mi lado.

Aiden, que no estaba muy lejos de ellos, al escuchar esas palabras caminó los centímetros necesarios hasta quedar pegado al cuerpo de Aline y le rodeó la cintura con los brazos, gesto que la muchacha agradeció. Tenía que dejarle bien clarito a Alexander que ya no existía nada entre ellos.

—¿Quién es este? —inquirió MacQueen.

—Amigo, yo soy su prometido, ¿tú quién eres?

—¿Prometido? ¿Quieres que te recuerde las palabras que dijiste cuando te mudaste con aquella furcia con cara de payasa roja? Porque me dejaste bien clarito que soy una mujer aburrida, insípida, de belleza efímera...

—¡Ok! ¡Ok! —la interrumpió—. Lamento haber dicho tales estupideces.

—Pero yo no. Gracias a ti pude conocer a Aiden, mi novio. Él posee todas las cualidades de las que careces, empezando por la fidelidad.

—¿Así que en tres meses me olvidaste y decidiste cambiarme por este cavernícola?

—No, querido, yo te olvidé el mismo día que tú rompiste nuestra relación.

—Aline, piénsatelo mejor, a mi lado tienes más posibilidades —la agarró del brazo, apretándola con fuerza.

—¡Pero qué diablos te pasa! ¡Suéltame! —exclamó la joven llamando la atención del resto de los clientes.

Aiden, que hasta ese momento se había contenido, dejando que su chica manejara la situación intervino por primera vez. Le dio un pequeño empujoncito a Ali para que retrocediera y en un segundo le estampó el puño en la cara al tipo. El sonido de los golpes hacía eco en las paredes. Nadie se entrometió, en primer lugar, porque no querían recibir una golpiza y en segundo lugar, porque no les gustó para nada el moretón que el extranjero le dejó a la joven.

—No sabes cuánto disfruto dándome el gusto con maricas como tú que se atreven a maltratar a las mujeres; pero hoy te metiste con la chica equivocada —replicó MacQueen.

Cuando Ali vio que la cara de Alexander se había convertido en un baño de sangre posó las manos en los hombros de Aiden.

—Cariño, detente. Creo que ya le diste a este pedazo de mierda una lección —susurró con cautela.

—No vuelvas a acercarte a la mujer que amo.

¿La mujer que amaba? ¿Era un sueño o Aiden estaba admitiendo que se había enamorado de ella? No quería ilusionarse, pero significaba mucho que sus sentimientos fueran correspondidos.

—Esto no se queda así, me las pagarás, perra —señaló Alex y con la misma se esfumó del lugar.

—¿Estás bien? —preguntó Ali.

—Sí, ¿y tú?

—Feliz de la vida —cómo no estarlo teniendo a un hombre que la defendiera con tanta fiereza—. Vamos a limpiarte la mano y terminar nuestro almuerzo.

—Claro.

Hola amigos. Disculpen que haya tardado tanto tiempo en actualizar, pero el clima en mi país está pésimo con las intensas y seguidas lluvias y no tenemos Internet en casa😕😬😠
Espero que estos nuevos capítulos puedan recompensarlos amores. Siéntanse libres de comentar y si la historia les gusta lo suficiente como para votar por ella, háganlo. Sino, no hay problema, que yo solo escribo por amor a las letras. Les envío mil besos😘😍💋💖

El reino del highlanderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora