Capítulo 6

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Los rayos del sol apenas se asomaban cuando la puerta retumbó. Aiden abrió los ojos frustrado. No le gustaba que nada ni nadie perturbara el sueño de Ali. Disfrutaba viéndola dormir, estrechándola entre sus fornidos brazos como si fuera un tesoro a punto de ser arrebatado. Por suerte, la joven se encontraba sumida en un profundo letargo y no se enteró de los ruidos que provenían de la sala. A regañadientes se puso una camisa y bajó al primer piso.

—Hola, esposo —su rostro palideció. De repente tenía dolor de cabeza y la garganta quedó cerrada.

—No puede ser. ¿Cómo? Se trata de alguna brujería, estoy seguro —agarró una de las espadas que adornaban la pared del salón y la pegó justo en el cuello de aquella mujer, que hacía tanto tiempo fue su novia.

—Por favor, Aiden. Soy yo. Lisa, "tu" Lisa —alzó las manos en señal de paz.

Cuando vio que del cuello de la rubia brotó una pequeña gota de sangre, bajó la espada y la invitó a sentarse.

—Si la memoria no me falla, no llegamos a casarnos en 1628, así que mi estado civil es soltero. No vuelvas a llamarme esposo —exigió—. Ahora dime, qué buscas aquí.

Cómo se atrevía a dirigirle la palabra con tanta grosería. A Lisa no le hizo gracia la actitud fría del Laird. Pensó que iba a alegrarse ante la idea de que estuviera viva y que al igual que en el pasado, caería rendido a sus pies como un perro obediente.

—¿Por qué me hablas de esa forma? Vine por ti. Estuve confinada en una roca durante siglos. Poco tiempo después de que te lanzaran la maldición, Marcus Armstrong...

—¡Ese hijo de perra! —exclamó interrumpiéndola.

—¡Marcus Armstrong!, me hechizó de la misma forma en la que lo hizo contigo, ¿entiendes?

—Sí, entiendo que cuando me volví piedra, te escuché afirmando en un mar de lágrimas que sin mí no podrías seguir viva, y yo pensé: Dios, no dejes que ella sufra, no permitas que pase al otro mundo. Entonces despierto, o mejor dicho, me despiertan, y mi hermano asegura que te largaste en el primer momento, que dijiste textualmente: "Eso pasa, Gordon, supéralo. Al menos, yo lo haré". Por lo tanto, querida Lisa, me veo obligado a creer que eres una mentirosa de mierda.

—Nunca le agradé a Gordon. ¿Qué otra cosa diría aparte de eso?

—No intentes manipularme. Sé que en esta historia, la única que miente eres tú. No sé cómo lograste sobrevivir al paso de los siglos, pero tampoco me interesa.  ¿Qué quieres realmente?

—A ti. No comprendo qué demonios te pasa. Antes me amabas con delirio y ahora me tratas con demasiada indiferencia.

Aiden se encogió de hombros, sosteniendo una mirada ausente. Lo que una vez conoció por amor fue una farsa total. Se había ilusionado con la idea de casarse y tener muchos hijos al lado de Lisa, pero tan solo era una fantasía épica, un cuento de hadas. Aline le enseñó lo que significaba la palabra amor. Ella era entregada, cariñosa, leal, firme en sus convicciones y transparente. No se andaba con juegos, siempre actuaba con madurez y valentía, y aunque aún no le había dicho que lo amaba, estaba dispuesto a luchar hasta que ella no respirara sin él y declarara sus sentimientos.

—Supongo que me he enamorado de verdad —contestó finalmente—, por primera vez —agregó.

—¿Por primera vez? ¡Y yo qué mierda fui! —gritó exasperada.

—¡En esta casa no se puede escuchar una voz más alta que la mía, así que cierra el pico y acaba de decir qué coño quieres!

—Necesito un lugar para dormir —improvisó desesperada. Debía permanecer cerca de MacQueen, contra todo pronóstico.

—¿Y?

—Esta casa luce enorme. No te cuesta nada prestarme una habitación, hasta que encuentre mi propio hogar.

—Yo mismo me encargaré de buscarte una propiedad, una que quede lo más lejos posible de aquí para no ver tu cara nunca más.

Ella se limitó a asentir resignada. El regreso le supo bastante amargo. Nunca conoció el rechazo y menos por parte de un hombre. Los guerreros del clan peleaban por su atención, solían cortejarla con los mejores obsequios, y cuando se comprometió con el jefe MacQueen, era tratada como si fuera la reina de Escocia. En fin, tenía que concentrarse en su relación con Marcus y en la misión que le había encomendado.

Ali despertaba del mejor de los sueños y con Aiden al lado, acariciándola sutilmente. Aquellos ojos verdes la recorrían, provocando que se le erizara todo el vello de la piel.

—Buenos días, princesa.

—Buenos días, Laird.

—Aline, nena, hay algo de lo que debo hablarte.

—¡Oh, no! Conozco esa expresión. ¿Qué ocurre?

—¿Recuerdas a mi prometida, Lisa?

—Sí, qué pasa con ella.

—De alguna forma, apareció viva y acudió a mí.

Listo, ya lo había soltado. Su sentido de la honestidad superaba al pequeño bastardo egoísta que escondía y no iba a lograr dormir ocultándole a la mujer que amaba que su ex y ella dormían bajo el mismo techo, aunque se juró a sí mismo resolver ese problema.

—¿Aún la amas? —inquirió con un tono de furia.

—¡No! —se apresuró a decir, alarmado—. Te lo juro por el alma de mi madre. Tú eres mi único amor. ¿Me crees?

—Claro que te creo. Ven aquí —lo atrajo hacia su delicado cuerpo para darle un abrazo.

—¿Qué haces? —preguntó al verla desatando el nudo de su pantalón.

—Oh, cariño, tan solo voy a darte la mejor mamada de tu existencia.

Sus suaves labios le dieron la bienvenida al grueso falo de Aiden. Aline lo acarició lentamente, chupó con fuerza y lamió el glande como si se tratara de una piruleta. Le costaba un poquito metérselo completo, porque era grande, pero eso no importaba. Lo acogió en su totalidad e hizo diez mil maravillas con él.

—¡Jesús! ¡Ali, me vas a enloquecer! —exclamó preso del deseo.

—Si enloqueces, me encargaré de sacar un título en Psiquiatría y personalmente... ¡Oh, qué bien sabes! —se detuvo un segundo para lamerlo de nuevo—, personalmente administraré tu medicación.

Sus palabras solo lograron exitarlo más y en breve se corrió en aquella boca que adoraba besar.

—Eres una fiera —suspiró aliviado.

—Gracias. Ahora, vamos al baño. Todavía se me ocurren un par de cositas que te van a gustar bastante Laird.

—Vas a provocarme un infarto, americana —dijo entre risas, negando con la cabeza.

El reino del highlanderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora