Todos desayunaban tranquilamente cuando Patrick irrumpió en el comedor. Lucía sudoroso y agitado. Estaba dispuesto a dar el comunicado, pero se sorprendió al encontrar a Aiden.
—Mi Laird —susurró realizando una reverencia.
—En pie, amigo mío. Qué gusto verte, Patrick, no has cambiado ni un poco —el guerrero lo abrazó con estima—. Ali, este es Patrick Fraser, un poderoso hechizero y uno de mis más leales hombres.
—Es un placer —ella depositó un beso en cada una de sus mejillas.
—Qué bella dama. Nuestro Laird conserva el buen gusto —comentó solícito.
—Gracias.
—¿A qué se debe el placer de tu visita? —preguntó Gordon.
—Me temo que las noticias que traigo no son buenas. Nuestros vigilantes han reportado quince muertes en el pueblo. Las víctimas no se relacionan, pero cada una lleva una letra. Observa estas fotos.
—¡Oh, por Dios! —exclamó Ali espantada por las imágenes.
—Son las letras del nombre de Armstrong. Nos está enviando un mensaje. Quiere llamar nuestra atención —aseguró Aiden.
—Analicé los cuerpos y llegué a la conclusión de que murieron a través de la magia negra, una muy antigua y poderosa.
—¡Oh, no! —masculló Gordon entre dientes.
—Dime que no es lo que pienso —expresó Aiden.
—Diré lo que todos pensamos. Ha despertado al ejército oscuro —concluyó Patrick—. Recibí una llamada de su parte. Si no aceptamos un enfrentamiento, continuará asesinando gente.
—No podemos permitir que esto se convierta en una masacre. Soy el Laird del clan MacQueen y me corresponde proteger estas tierras de cualquier peligro. Acordaremos un encuentro con Armstrong. Allí quedará sellado el momento y lugar de la futura batalla. Vámonos. El tiempo es oro.
—¡¿Qué?! Pero, no te puedes marchar así —intervino Ali nerviosa.
—Muchachos, denme un segundo.
Esperó a que los otros salieran de la habitación antes de hablar. Una cascada de lágrimas brotaba de los bellísimos ojos de Aline.
—Acabo de recuperarte. No me dejes —suplicó la joven.
Aiden sacó el anillo de oro que había guardado para sellar su compromiso con ella.
—¿Recuerdas la vez en la que dije que tú eres mía y yo soy tuyo?—Ali asintió acongojada—. Quería que la petición fuera más romántica, pero las circunstancias no lo permiten —se agachó mostrando la fabulosa piedra ámbar—: Aline Cox Statham, ¿me harías el honor de convertirte en mi esposa?
—Es exactamente el mismo color de mis ojos —señaló emocionada.
—Sí, nena. Lo mandé a hacer específicamente con una piedra ámbar, porque simboliza lo fascinado que estoy con tu mirada.
—Voy a tomar este anillo como garantía de tu regreso. Si algo te pasa, me consideraré una mujer viuda y jamás volveré a ser feliz. Tienes que entender que no habrá otro, Aiden. Eres el único para mí, y si me amas al menos un poco, no permitirás que pase el resto de mis días hundida en la depresión. Promete que regresarás.
—Lo prometo —aseguró él.
—Júralo por el alma de tu madre.
—Lo juro.
—Entonces es un sí. Me casaré contigo, Laird.
Se besaron profundamente. Sus lenguas combatían furiosas, como si presintieran que ese podría ser su último encuentro.
ESTÁS LEYENDO
El reino del highlander
RomanceEscapando de una pésima ruptura, Aline Cox viaja a Escocia y se convierte en la propietaria de un viejo castillo abandonado. Lo que no sabe es que en el mausoleo habita un antiguo guerrero, preso de una maldición que lo obligó a permanecer confinado...