Una vez que Ali llegó a su auto, Morrigan desapareció, no sin antes recibir un agradecimiento por parte de la joven, que a duras penas condujo hasta la mansión donde se habían mudado los MacQueen. Estaba cansada y débil, pero aún así tocó al timbre. Esperaba ser recibida por Gordon, sin embargo, fue Aiden quien abrió la puerta. No importaba el dolor, no importaba el enojo. Cuando el Laird vio a su mujer golpeada y cubierta de sangre de pies a cabeza, lo único que le interesó fue protegerla y hacer lo imposible para que mejorara. Con mucha delicadeza la cargó en sus brazos.
—Tranquila. Te vas a poner bien, es una promesa —le susurró con dulzura. Cuánto extrañaba la joven el tacto de su highlander.
Los días que pasó sin él le parecieron infinitos.
—Aiden, yo...
—Shhh, no hables nena —la cortó posando un beso en su frente—. ¡Gordon! ¡Gordon!
—¡Por todo lo que es sagrado! ¿Qué diablos le pasó? —los ojos de su hermano mayor se abrieron como platos al divisar el estado tan deplorable de Aline.
—No lo sé, pero juro que voy a matar al que haya hecho esto.
—Recuéstala sobre el sofá.
—Esperen —dijo la joven sacando el teléfono del bolsillo trasero—. Toma, Aiden, reproduce esto.
Él obedeció sin protestas. Instantáneamente, se escuchó la voz de Alexander, confesando que había mentido acerca de su romance con Ali y la paternidad del bebé. Aiden la miró abatido, tratando de encontrar las palabras.
—Aún hay más —puso la grabación de Armstrong y Lisa y también las fotografías que le había sacado—. Debes saber que una guerra se avecina. Ese loco está obsesionado con destruirte y no se detendrá hasta que te mate. Tienes que cuidarte, porque si algo te ocurre, no sería capaz de sobrevivir sin ti —unas lágrimas descendieron a través de su mejilla hinchada.
—Voy a preparar el conjuro de sanación y un ungüento especial para las heridas de la espalda. Tú encárgate de limpiarla. Sumerge estas toallitas en agua hervida —indicó Gordon antes de marcharse a la cocina.
Aiden la limpió en silencio. No hallaba la forma de mirarla a la cara, ya que cada vez que lo hacía, chocaba de frente con los moretones de su rotro y caía en la cuenta de que todo era su culpa.
—No te responsabilizo por esto —dijo Ali, señalándose las cicatrices.
—Entonces por qué me siento tan culpable. Te fallé, Aline, dudé de tu lealtad, te insulté de las peores formas posibles —respondió avergonzado—. Es que hasta llegué a insinuar que te acostaste con mi hermano. Puede que no te haya puesto en la situación, pero sí te empujé hacia el peligro y eso nunca me lo voy a perdonar.
—Aiden, mírame —le agarró la mejilla—. Volvería a pasar por esto diez mil veces más, porque pasar por todo este sufrimiento me trajo de vuelta a ti.
—¿Me perdonas? —inquirió besándole la mano.
—Hace mucho tiempo que lo hice, tontito.
—Muy bien, el hechizo se completó —intervino Gordon regresando a la habitación—, levántala, Aid. No te preocupes, Ali, en breve te repondrás.
La llevaron hasta una bañera, donde fue depositada.
—Está frío como el demonio —protestó Ali.
—Y también sentirás un ardor. El efecto del conjuro es sanador, no placentero. Te daré un poco de privacidad. Cuídala, Aiden.
Los que decían que la cura era peor que la enfermedad no se equivocaban. Aline nunca pensó que un baño podía resultar tan doloroso. Lo bueno fue que después de salir no le quedaba ni una marca en el cuerpo, estaba absolutamente curada, aunque sí sentía una pequeña aflicción en los huesos.
—¿Cómo te encuentras?
—Excelente, de verdad.
—Bueno, acuéstate boca abajo, voy a darte un masaje en la espalda.
—Ok —las manos de Aiden se movieron lentamente, pero con fuerza. El calor del ungüento penetraba en su piel, creando un efecto relajante.
Una ráfaga de calor golpeó el miembro del Laird. Llevaba mucho tiempo sin tocar a Ali y ahora, la tenía desnuda a su lado, pero le pareció un poco sucio pensar en sexo después de lo había ocurrido.
—Ya está, puedes vestirte.
—Nunca me acosté con Alex —señaló ella.
—Lo sé, pagaste un precio bastante alto para demostrarlo.
—Eso significa que el bebé que estoy esperando es tuyo. Aquel día iba a decírtelo —suspiró profundamente antes de hablar—, y también quería dejar bien claro que si tú no lo deseas, yo criaré sola a mi hijo.
—¿Que no lo deseo? ¿De qué hablas? Estoy enamorado de ti, Aline. Vas a hacerme padre por primera vez. Es lo mejor que haya podido pasarme.
—Te amo —susurró antes de avalanzarse sobre él y besarlo con pasión—. Tómame.
—No, no quiero lastimarte —alegó observando su vientre.
—El embarazo no es enfermedad. Aún es muy pronto para cambiar nuestros hábitos. Solo iremos más lento.
Sin previo aviso se sentó a horcajadas sobre Aiden y en cuestión de segundos le arrancó la ropa. No hubo pausas ni demoras. Ali guió el miembro del highlander hacia la entrada de su mojado sexo y se hundió lentamente en él. La sensación de estar llena era inevitable. Cada embestida le provocaba estremecimientos. En ese instante ellos dejaron de ser personas coherentes para convertirse en unos viciosos.
A Aiden le pareció llegar al paraíso cuando estrujó en sus manos los hermosos senos de su pareja. Los rosados pezones se endurecieron enseguida, pero no era suficiente. Ambos querían un mayor acercamiento, así que cambiaron de posición. El ya sudoroso cuerpo del Laird pasó a quedarse sentado, aunque su compañera aún se encargaba de montarlo.Ahora sí. No había una esquina de sus pieles que no chocara. Ali se movió en círculos y hundió el rostro en aquel pecho fuerte y viril que la encendía como una llama. Empujó una, dos, tres veces más, hasta que el fuego ardió dentro de ella y sus jugos calentaron la verga de Aiden, que no aguantó un segundo más y se vino con un gemido ahogado.
—¡Jesús! Bienvenida a casa, cariño —masculló entre risas.
—Sí, definitivamente, ya estoy en mi lugar —respondió mordiéndole el labio.
***
—¡Son una bola de inútiles! ¡Imbéciles! —la estruendosa voz de Marcus hizo eco en las mohosas paredes de la celda abierta—. ¿Cómo es posible? ¿Eh? Esa infeliz estaba casi moribunda. Ya la tenía en mis manos y ustedes, ustedes la dejaron escapar.
—No fue nuestra culpa. El aire está cargado de energía celta. Una fuerza superior la sacó —respondieron las sombras.
—No importa. Mi ejército ha despertado. Los días oscuros se aproximan —expresó dibujando una sonrisa perversa en su rostro.
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El reino del highlander
RomanceEscapando de una pésima ruptura, Aline Cox viaja a Escocia y se convierte en la propietaria de un viejo castillo abandonado. Lo que no sabe es que en el mausoleo habita un antiguo guerrero, preso de una maldición que lo obligó a permanecer confinado...