Epílogo

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Seis meses después

Aline y Aiden bailaban al ritmo de Heartbeat, de Enrique Iglesias y Nicole Scherzinger. Tan solo minutos atrás habían pronunciado sus votos, uniéndose para siempre.

—Aline MacQueen, al fin mía.

—Tuya para toda la eternidad. Gracias por esperar a que Jamie naciera. La idea de casarme con una barriga enorme me daba repelús.

—Me gustaba tu barriguita. Lucías adorable y no sé por qué, pero despertabas mi apetito sexual.

—¿Ah, sí? Espera a que lleguemos al hotel. Compré una lencería nueva que pide a gritos ser arrancada —susurró en su oído.

—Ya me estás calentando.

Los invitados brindaban contentos por la joven pareja. Patrick insistió en regalarles a los novios el bufé que degustarían en la boda y William los sorprendió diseñando la ropa que llevaban puesta en la ceremonia. Cuando la canción terminó aplaudieron eufóricos y se dispersaron entre los alrededores. Los padres de Ali se acercaron para felicitarlos.

—Michael, Elena. Debo agradecerles por traer al mundo a esta criatura tan bella —comentó el Laird besándole el cabello a su esposa.

—Gracias a tí, jovencito, por hacerla feliz —contestó el suegro.

—Espero que les guste Nueva Zelanda. El hotel que elegimos para ustedes tiene unas vistas preciosas.

—Sí, mamá, estamos muy agradecidos.

—Hermanita, diste en el clavo. Los hombres de esta familia son... como de cuento de hadas —intervino Gena.

Durante los meses posteriores al combate con Armstrong, su hermana viajó a Escocia y después de conocer a Gordon entabló una relación con él.

—Gen, gracias por cuidar al niño. De hecho, gracias a los dos. Eres un gran amigo, Gordon. El mejor de todos.

—Para mí es un placer tenerte en mi familia, Ali. La pasaremos genial, ¿verdad, sobrino? —el bebé abrió sus ojitos verdes y emitió un sonidito antes de volver a dormirse.

—Es un sol —susurró la madre posando un beso en su cabecita.

—Cariño, ¿recuerdas el comunicado que debemos realizar? —señaló Aiden.

—Ah, sí. Deja que agarre un micrófono.

La pareja se subió a una tarima, llamando la atención de los invitados.

—Queridos amigos. Me gustaría informarles que Highlander's Kindom y yo nos hemos asociado. Ahora, la empresa no contará solo con un área turística, sino que también abrirá una Editorial —informó Ali—. Dentro de cinco días, estará disponible en todas las librerías mi nueva obra. Pero como buena anfitriona, separé unos ejemplares para cada uno de ustedes. Espero que disfruten esta novela a la que he bautizado como El reino del highlander.

Los gritos y ovaciones inundaron el patio de la mansión. Al cabo de dos horas los novios se despidieron e iniciaron el viaje hacia la luna de miel.

—Felicidades, señora MacQueen.

Una voz ya conocida por Ali se manifestó en el baño de la habitación del hotel.

—Gracias, Morrigan. Creo que sin tí nada de esto hubiera sucedido.

—No te restes mérito. Tú liberaste a Aiden, tú le diste un hijo y tú luchaste por su amor. Me quito el sombrero ante tí, americana —la diosa se inclinó para hacer una reverencia—. Sé feliz.

—Prometo serlo —asintió la joven antes de pasar al lecho con su esposo.

Un nuevo ciclo comenzaba. Al final, la frase de su amiga Karla era cierta. Ese castillo fue la mejor compra que pudo hacer, porque le permitió encontrar al hombre de su vida. 

El reino del highlanderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora