Sᴛᴇᴘ Tᴡᴇʟᴠᴇ

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  Chris no pudo evitar sonreír al ver como Felix aún agarraba tanto su suéter como la camisa de MinHo mientras dormía. La escena se le antojó demasiado tierna y más cuando se fijó en como su vecino ronroneaba al acomodarse mejor en la cama; la última vez no había sido capaz de apreciar lo lindo que se veía porque estaba más concentrado en pensar en la biblia y mantener su cabeza tranquila. Sus labios finos y cereza estaban semiabiertos y como tenía sus ojos cerrados, pudo apreciar lo larga de sus pestañas. Lo que más le gustaba de su rostro (que Dios realmente esculpió con ganas para alcanzar esa perfección) era el lunar en la punta de su nariz.

  Se podría mantener toda la vida mirando a su vecino dormir, sabía que no era correctamente ético, pero él ya no sabía cuál era la derecha o la izquierda si con Lee MinHo estaba relacionado. Seis días, había demorado ciento cuarenta y cuatro horas en caer enamorado del chico de fracciones felinas que le ayudaba a cuidar de su primito. Chris no creía que lo que sucedía en las comedias románticas clichés que siempre veía ocurriera realmente, pero ahí estaba, viviéndolo y sin saber qué hacer con ese sentimiento que cada segundo al lado del pelinegro parecía aumentar aún más de lo que él creía capaz de aguantar; sin embargo, con él también crecían sus inseguridades. ¿Era Chris el único cuyo estomago se removía al ver a su vecino sonreír? ¿era el único que se quedaba sin palabras nada más por estar en la misma habitación?

  Cerró los ojos y suspiró. No podía pensar de esa forma, era difícil porque en cuanto a sentimientos Chris era un pesimista nato y en su cabeza la idea de que MinHo pudiese corresponderle parecía tan probable como ese futuro en el que él se hacía famoso por las canciones que componía. Simplemente imposible.

  Volvió a la realidad fuera de su mente cuando sintió el colchón bajo él moverse un poco.

—Buenos días —MinHo le sonrió con los párpados entrecerrados y voz aterciopelada y pastosa de recién levantado. Se veía tan tierno que no supo cómo responder.

  Su vecino bajó la vista al pequeño entre ambos, que movía sus labios sin despertar aún, ajeno a todo. MinHo acarició la cabecita de Felix y rió al notar que realmente no había soltado su pullover en toda la noche.

—Tienes un primo fuerte —le dijo bajito, divertido, antes de volver a cruzar miradas con él —¿Dormiste bien?

  Se mordió la lengua antes de soltar que esas dos últimas noches en las que habían dormidos juntos habían sido las mejores de su vida, pero uno: no quería sonar desesperado (que lo estaba), dos: tampoco quería que notara que estaba tan colado por él (que también lo estaba, y mucho) y tercero: bien, había olvidado el tercer punto porque su cabeza solo podía reproducir la forma en que MinHo se había estirado y ronroneado como un lindo gatito.

  San Pedro, si tanto me quieres allá arriba contigo, solo llévame de una vez; soy de corazón débil.

—Buenos días a ti también. Lamento que Felix sea tan cabezón; si dormí bien, ¿qué tal tú? —todo salió de sus labios de forma apresurada, como si lo estuviese conteniendo hasta ese momento. Chris quiso levantarse y pegarse contra la pared hasta quedar inconsciente. Él no tenía vergüenza, Christopher Bang era la vergüenza hecha persona.

  Escuchó a MinHo reír bajito y comenzó a preguntarse de que forma convencería a ChangBin para que se suicidara con él, porque si él la palmaba, se llevaría al enano de su mejor amigo consigo. Decían que el cielo era un lugar bonito y amigable, pero por todos los pensamientos que cruzaban por su cabeza desde que había conocido a su nuevo vecino, Christopher estaba más que seguro que de existir un lugar más abajo del infierno, él iría ahí por lo impura que era su alma, y no se le daba bien hacer nuevos amigos.

Pasos de bebé 『ᴮᵃⁿᵍⁱⁿʰᵒ/ᴹⁱⁿᶜʰᵃⁿ』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora