Capitulo 2

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La profesora Grey resultó ser buena onda.

Leyó un poema, nos explicó con paciencia como será el semestre en su asignatura y hasta bromeó de manera inocente con nosotros.

Aprobar será fácil para mi, ¿para quién no lo será?

—¿Pero viste su rostro? —replicó Saraí, lanzando un suspiro soñador.

La clase ya terminó hace rato y estamos yendo al salón de ciencias, la última asignatura del día. En ningún momento mi amiga ha parado de hacerme saber lo húmeda que la dejó la nueva profesora.

Y no es la única.

Mierda que la profesora Grey volvió locos a todos.

—¿Qué tiene?

—¡Su cutis es jodidamente perfecto! —expresó con obviedad. Yo le doy una mirada cansada —. ¡Ay, por favor! ¡No tenía ni una imperfección! ¡Ni granos ni poros abiertos! ¡Y se notaba a simple vista que no estaba maquillada! —protesta.

Chasqueo la lengua.

—Seguro va a un dermatólogo.

—¡Qué buen dermatólogo entonces!

Volteo los ojos.

Quise faltar a la última clase ya que el profesor no vendrá, pero Saraí insistió en que asistamos por una razón:

Es la única clase que compartimos todos nosotros.

—¡Nate! —exclama Saraí mientras se lanza a los brazos de un chico con el que ya estoy mas que familiarizada.

Nate se ríe y la recibe con gusto.

—¿Cómo está la dueña de mi corazón? —bromea a modo de saludo él.

Nate es uno de nuestros amigos mas cercanos desde secundaria. Obvio es más allegado a Saraí, porque ambos se conocían desde antes.

Él pone sus ojos marrones en mi y suelta a duras penas a Saraí para saludarme.

—¿Cómo estás, Scotty?

Odio que me llame así.

—Mejor que tú, Nathaniel. —Llevo una de mis manos a su maraña de pelo castaño y se lo revuelvo como si fuera un perrito. Aunque sea más baja de estatura, llego perfectamente sin alzare de puntas.

—¡Scott, Gadot y Adams! ¡Muevan sus traseros hasta esta mesa ahora!

Me giro para encontrarme con el gigante de cabello chocolate y hombros anchos, River, que está sentado junto dos amigos más en la fila del fondo, Gina y Zack.

—Relax, bro —le pide Nate cuando nos acercamos.

Me siento en el pupitre al lado de River, Saraí de sienta a mi lado y Nate al suyo.

—¿Qué planes hay para hoy? —salta Gina, arreglándose sus rulos oscuros voluminosos con los dedos.

—Nunca un “Hola. Las extrañé mucho, chicas”, ¿no? —le reprocha Saraí tras resoplar con indignación y hace un puchero adorable.

—¿Perdón? Hablas con Gina Samuels. Se la conoce por hacer desmadres hasta entre semana  —saltó Nate, haciendo ver lo obvio de la situación.

La morena entorna sus ojos marrones hacía Nate.

—¿Y qué? Somos jóvenes.

—Es el primer día de clases —responde River.

—Pero también es viernes —señala Gina con su usual voz aguda.

—No puedo argumentar nada contra eso —apunté yo —. Hagamos algo esta noche.

—¿Podemos juntarnos a comer pizza y tomar? —nos propuso Zack, que hasta ahora no había hablado. Su voz tímida está cargada de indecisión.

—Esa es una buena idea —apoya Saraí.
Yo asentí en acuerdo con ella.

—Si… Deberíamos hacer algo tranquilo y calmarnos con las salidas —replica River, dándole una mirada cargada de reproche a la morena a su lado.

—¡No me culpes! Es mi forma de divertirme —se defiende y mira a Zack—. Pero lo que dijo Zack no está mal, eh. Deberías hablar más, chico. —Gina le da una palmada en la espalda que lo hace sobresaltarse un poco. Zack le responde con una sonrisa nerviosa.

—Okey. Casa de River hoy a las ocho —establezco como poniéndole fin a la organización.

River me mira como diciendo “¿Qué?

—¿Por qué en mi casa?

Enarco una ceja.

—Es la única casa sin supervisión.

—Aja, si, y tú haces planes en mi casa sin consultarme —Se cruza de brazos, fingiendo estar indignado.

—Por eso te amamos, Riv —Gina estira su cuello y le da un corto beso en la mejilla. River relaja su rostro y sus ojos se abren de par en par ante el gesto.

Lo ha calmado en cuestión de milisegundos.

«Buena jugada, Samuels


•x•


—Entonces, ¿nos vemos en casa de River?
—consulta Zack mientras bajamos la extensas escaleras.

Lo miro. Sus ojos acaramelados se ven brillantes a la luz del atardecer.

Le sonrió, asintiendo.

—Claro.

La cara de Zack se tina de un rubor pálido. Luce muy tímido y reprimo una risa por lo tierno que se ve.

—Eh, está bien… nos… vemos luego —se despide tartamudeando y prácticamente corre hacía otro lado lejos de mi.

Saraí me empuja con su codo y sonríe con complicidad.

—¿Te gusta Zack?

Resoplé en respuesta.

—Pf… no.

—¿Y por qué le sonreíste, eh?

Me encaminé hasta el auto de papá y apreté el botón de la llave para abrirlo.

—¡Hey! ¡Responde la pregunta!

Rodeé el auto y me monté en el asiento del piloto. Saraí me imitó sentándose al lado.

—Puede que me llame la atención —confieso.

La sonrisa de Saraí se ensanchó.

—Pero no intentaré nada. Ya sabes, es mi amigo y compañero de escuela. Además, parece de esa clase de chicos buenos que no saben sacarse las ganas.

—Y que se enamoran perdidamente —termina por mi ella.

—Tal cual.

Zack podía ser lindo, pero yo no me arriesgaría a perder una amistad por unas ganas recientes que pueden acabarse con el tiempo.

Algo se remueve dentro de mi de solo pensarlo.

Minutos pasan volando mientras conduzco a la casa de Saraí. Mac Miller suena en los parlantes, hago mímica imitando cada verso de la canción.

—Comamos algo en mi casa. Después vallamos al parque a repartir los encargues —me dice Saraí al mismo tiempo que teclea en mi celular un breve mensaje a mi mamá avisándole que iré a su casa y luego a lo de River.

—Bien.

—Y me puedes servir de modelito para una ropita —añade, mirándome con ojos suplicantes. Quiero protestar pero ella junta sus manos como si rezara y murmura: —Por favorsito.

—Bien —repito.

—¿Ya te dije que te amo, Emmy? —Me acaricia el pelo.

—No hace falta. Sé que me amas, Sai.

Me lanza un beso y pone mi celular en mi regazo, devolviéndomelo.

Desde que nos conocemos nos inventamos nuestros diminutivos, juntando las primeras dos letras y la última de nuestros nombres. Ella es Sai; yo Emmy. Mi apodo tiene dos m's porque Saraí consideró que con una sola no quedaba bien.

Al llegar al departamento de Sai, nos recibe Ian, su pequeño perro yorkshire, saltando y rasguñándome la tela negra de mis jeans.

—Hola, ratita —saludo, inclinándome un poco para acariciarlo con mis manos.

Sai vive en un edificio cercano a la escuela. Su padre trabaja hasta el anochecer, por lo que la casa estaría vacía de no ser por los perros. Dylan, su caniche, duerme plácidamente sobre el sillón individual, apenas se inmuta cuando oye la puerta abrirse.

Es yo cuando estoy durmiendo, literalmente.

Sai saca unas galletas de chocolate justo cuando mi celular empieza a vibrar en mi bolsillo. Reviso y me encuentro con nuevos mensajes.

Auden: ¿Puedes llevarme a casa luego del ensayo?

Tecleo un simple “” como respuesta.
El otro mensaje es de mamá, que dice:

Em, sé que es muy repentino,

pero iremos a Seattle en estos días.

Se acerca el cumpleaños de Smith,

y tu papá tiene una cena importante también.

Frunzo el ceño. La confusión me pasa por todos lados.

¿Una cena de qué?

La respuesta no tarda en llegar:

Se trata de slave.

x•

nos volvemos a leer;)

este capítulo es un poco diferente al de antes. omití cosas por el hecho de que pienso que es mejor ponerlas en otro momento.

saludos amistosos y desmadres,

M.Giskttam

After of the shades © (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora