Desde la cercanía

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Era temprano por la mañana. El rocío  entre las plantas humedecía parte de sus cuerpos y la frescura de un amanecer soleado les cubría el rostro a ambos, quienes estaban alineados a la perfección frente a frente, únicamente separados a centímetros.

Aphelios despertó primero, le sorprendía lo bien que había logrado dormir esa noche pese al "ejercicio agotador" de hace unas horas atrás, podía jurar que era el mejor descanso que tenía en mucho tiempo.

Dio un bostezo silencioso y estiró sus delgados brazos al aire pero sin hacer mucho ruido para no despertar a su compañero.
Desde ese punto, podía ver al Felino plácidamente dormido a su lado; sus facciones resaltaban entre la expresión somnolienta, y su respiración provocaba una leve ventisca en el rostro del menor.
En sigilo permaneció inmóvil apreciando los razgos varoniles del Vastaya, hasta que luego de unos minutos este despertó.

El contacto visual era directo, los ojos ámbar del felino irradiaban un brillo inusual, y sus pupilas dilatadas evidenciaban los sentimientos más profundos. Miraba fijamente incrustando la mirada en los ojos oscuros brillantes contrarios cómo si de un perfecto contraste se tratara.

-. Buenos días niño luna-.
Se atrevió a hablar el vastaya  mientras permanecía embobado viendo el rostro del pelinegro.

-. Buenos dias-.
Respondió Aphelios con un tono de voz cariñoso y delicado, algo que él vastaya nunca antes había podido contemplar.

-. ¿Sabes? , tienes unos ojos muy bonitos Phel-.
Señaló mientras llevaba un de sus manos al rostro tibio del pelinegro para acariciarle su nariz con la punta de sus dedos.

El lunari le devolvió el gesto con una acogedora sonrisa y se apegó lo suficiente a Sett como para acurrucarse en su regazo desnudo.
Parecía un niño. Por primera vez daba indicios de su afecto y sus sentimientos al vasta ya. Se abrió paso a "dejarse ser", después de todo, el tiempo era una de las cosas que más apreciaba,  y ahora ese preciado tiempo restante había decidido pasarlo junto a Sett, ser feliz lo que le quedara en  Jonia.
Era también la primera vez que experimentaba la sensación amar con esa locura a alguien más.

Yacía acurrucado entre los fuertes brazos del felino, mientras el se aferraba al cuerpo con sus pequeñas manos sin querer soltarle.

-. Entonces Phel...supongo que tomaste una desición ¿No? -.
Preguntó curioso el vastaya, deseando no ser inoportuno y arruinar por completo aquella  hermosa escena con el lunari abrazandole.

Pero Aphelios ya tenía una respuesta, una que había pensado durante todo el rato que estuvo despierto,  y que ahora solo tenía que verbalizar en este instante.

-. Terminaré el viaje y volveré a Targon... Tengo que hacerlo-.
Añadió levantando su cabeza para ver al más alto.

-. Ya veo... -.
Respondió entristecido el vastaya,  dejando caer sus orejas  a los lados como siempre hacia cuando algo le desanimaba; puesto que no era aquella la respuesta que esperaba oír precisamente.

-. Mientras tanto, quiero continuar este viaje  a tu lado... Claro si es que no te molesta... -.
Habló con algo de decaimiento en sus palabras.

-. ¿Porque me molestaría niño Luna?-.
Respondió cálido el vastaya, tratando de apaciguar aún más el ambiente.

-. Es que yo... -.

-. Haz lo que tengas que hacer Phel, pero no olvides que aquí tendrás siempre un lugar-.
Sonrió mientras apegaba la cabeza del pelinegro a su regazo.

Permanecieron inmóviles un rato sin nada de que decir, pues las palabras sobraban cuando se trataba de ilustrar los sentimientos en gestos tan dulces  como aquellos.

Eclipse  LunarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora