~9~ Artista roto.

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Las clases particulares comenzaron para Paul con el pie derecho, estaba recordando cada una de las cosas que había aprendido en poco tiempo en aquella pequeña escuela en Forks, Esme era sumamente paciente cuando Paul terminaba por frustrarse y la joven madre siempre le daba su apoyo.

Las semanas iban pasando y Paul se daba cuenta que su escritorio había evolucionado de letras y oraciones a pequeños textos e incluso libros para niños de su edad, tenía conocimiento de reglas gramaticales, en matemática había pasado de sumar cantidades que le avergonzaban, a ir por cifras de tres, siendo suma o multiplicación, e incluso Carlisle le daba clases cuando Paul quería ir más allá; cuando pidió al doctor le enseñara a realizar divisiones de tres cifras, el joven doctor no se hizo esperar y tomó su tarde libre del hospital donde laboraba para poder enseñar a su hijo con total paciencia.

Su relación no era la mejor pero era estable, aun Paul se negaba a llamarlo papá y eso el médico lo respetaba; el tiempo podía hacer maravillas y eso lo estaba viendo con Paul y los estudios para estar a la par e incluso superar a un niño de su edad.

Junto a sus ganas de seguir aprendiendo se añadió una dieta dada por un pediatra para el niño, para que pudiera desarrollarse mejor; Esme era la encargada de nutrir a su pequeño hijo y se esmeraba en eso como toda madre preocupada de su salud.

Y en esas mismas semanas Paul fue aumentando de estatura, Carlisle se encargaba de medirlo cada semana, dejando una clara marca en uno de los marcos de la puerta cercano a la sala de la gran casa Cullen. El doctor quería documentar eso y que fuera parte de su hogar, le importaba poco marcar la fina madera.

Ese día, Esme estaba libre de todo tipo de clase por lo que haría compras y lo haría junto a su hijo, nunca podría dejarlo solo en casa, y menos aun tras lo discutido con Carlisle hace un par de semanas atrás.

―¡Cariño! ¡Apresúrate!―llamó Esme desde la entrada de casa mientras acomodaba el bolso en su hombro y se cruzaba de brazos esperando a su hijo. Su mente vagó y su sonrisa fue desapareciendo al tener las palabras de Carlisle en su mente.

―Nos están siguiendo.― recuerda haberle escuchado decir una noche que ambos se quedaron en la sala tomando café mientras Paul ya dormía en la segunda planta.

―¿A qué te refieres con eso? ¿Quiénes?― todo estaba en calma ahora con su hijo, Esme no quería que su pasado afectara a su familia, por Dios que se volvería loca. Una vez más.

El doctor no habló y solo le extendió un pequeño papel arrugado y ya maltrecho por tocarlo tanto. La joven mujer cogió ese pequeño papel y leyó unas pocas palabras que le hicieron después arrugar más ese trozo de papel y tirarlo a alguna parte de la habitación con odio mientras se sentaba en uno de los sofás y ocultaba su rostro entre sus manos.

"Te siguen y te vigilan. Cuida de los tuyos."

―¿Son los detectives de mi caso o de Paul? ¿Sabrán algo?―

―Lo dudo, los Vulturi hicieron un trabajo impecable. Confío en ellos.―

―¡Entonces quienes!―la mujer quitó sus manos de su rostro para encarar a su esposo y tener una respuesta rápida.― ¡Carlisle! ¡Di algo! Nuestro hijo puede estar en peligro.―

El doctor se quedó callado un momento y cogió un sobre de manila extendiéndoselo a su mujer. Ella lo tomó de inmediato y comenzó a hojear rápidamente, solo vio símbolos, muchas letras, fotografías de cadáveres con el mismo símbolo grabado en su piel. Personas reunidas de negro con un símbolo en lo alto, más letras y comprendió rápidamente.

―Hay dos opciones. Gente que quiere algo de dinero tras secuestrarnos a todos o alguno de nosotros; o... la secta a la que pertenecía el padre Paul lo está buscando. Pedí que investigaran y esa secta sigue en pie con seguidores por todo el continente, los que arrestaron esa noche solo eran unos pocos idiotas.―

My Masterpiece [Paul x Jasper]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora