Capitulo 2

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Isabella

La depresión es un trastorno mental frecuente, que se caracteriza por la presencia de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración.

Vuelvo a centrar mi atención en aquel párrafo. ¿Trastorno mental?, ¿acaso tuve un trastorno?

Hace poco había vuelto del psicólogo, aunque al parecer no me sirvió de nada. Cada vez que salía del aquel sitio, regresaba a casa con una nueva duda en la cabeza. Las preguntas que me hacían me fatigaban e incluso me daban ganas de salir corriendo de ahí y no volver mas. Mi mente me fatiga demasiado.

Cerré en computador y me dirigí a abrir las persianas. El día está bastante nublado, perfecto. Me cambio y cepillo un poco mi cabello.  Tomo mi libro y salgo de la casa sin hacer ruido. No quiero que mamá se entere que he salido.

Me dirijo hacia el parque de Winnipeg, un parque muy carente de naturaleza y con todos los juegos oxidados, aunque eso no evita que haya gente aquí.  Decido quedarme un rato pensando en que debería hacer ahora con mis terapias. No podía faltar, mi madre me mataría si se entera. 

Decido abrir mi libro y tratar de distraer mi mente. Necesito salir mas seguido, pero mi madre parece no comprender.


...



-Mañana tienes cita- dijo mamá. No hice más que asentir con la cabeza. Estaba bastante consciente de que tenía que ir al psicólogo, como para no recordarlo.

La comida "familiar" consiste así:  Mamá recuerda nuestros deberes y  platica sobre sus clientes en la cafetería. Y papá solo habla de su irritación en las piernas y su malestar en el estómago por las comidas tan condimentadas de mamá. Y yo... no hace falta decirlo.

Quisiera volver a tener las conversaciones divertidas con papá y escuchar las anécdotas de sus clientes raros en su trabajo, pero sabemos que no va a pasar. Jamás va a volver a pasar.


Desde que pasó aquel momento, decidimos nunca tocar el tema, a no ser que sea sugerencia del psicólogo, aunque  la tensión de ese tema nunca desaparece del ambiente.

...



Ha llegado el día de la consulta o cita con el psicólogo. En el auto, mamá siempre me pide que le diga todo al psicólogo y que me ayude a mí misma, si queremos salir de esto.

La sala del psicólogo suele estar siempre vacía, la única compañía que solía tener era ese gatito chino en el mostrador que mueve su patita hacia arriba y abajo, ¿para qué? No lo sé. O a veces eran los peces de una pecera más grande que mi propio televisor, solía entretenerme viendo como mueven sus bocas formando una "O", menos mal que ahora sé que tenían hambre, ya que antes no solía entender por qué los peces cambiaban de tamaño y de color cada semana, desde entonces me he asegurado de darles de comer.

Entro a la sala de espera con la idea de hacer lo mismo todas las veces que estoy en el psicólogo, disfrutar de mi soledad en esa pequeña sala con paredes beige claro y sofás blancos con manchas de comida.  Esperar a que me llamen, entrar, contestar preguntas aburridas y después salir a mi rutina normal.

Solo que hay un pequeño problema, hay una persona más.

Hago mis pasos más lentos para hacer más lenta mi llegada. No quiero llegar. Una sensación de pánico se apodera de mí con solo pensar que estaré con una persona en la misma sala que yo.

 Mis pasos se vuelven más inseguros cada vez que me acerco  al pequeño sillón blanco, donde me suelo sentar. Me dejo caer al sillón, haciendo que el aire de este salga y suelte un ruido.

¡Qué vergüenza!

Levanto mi vista hacia esa persona y noto que es un chico de dos años mayor que yo, quizás.  Sus ojos son un verde oscuro, su cabello es castaño oscuro y despeinado, noto que tiene un bastón recargado en su regazo. Su ropa es totalmente negra, tanto así que hace contraste con el sillón.

Su vista está dirigida con el ceño fruncido al gato de color dorado que mueve alegremente su mano de arriba hacia abajo.

Bajo la mirada hacia mis pies, no se si saludar o esperar hasta que me llamen. No quiero ni levantar la cabeza.  Pero después de unos segundos siento un vista en mi.

¿Soy yo o está mirándome?

 Siento su mirada hacia mí, espero que no note mi nerviosismo, al igual que mi incomodidad. No lo volteo a ver en ningún momento, solo quiero que esto acabe y regresar a casa.

 Cuando noto que ya no tiene su vista en mí, lo vuelvo a ver y veo que ha sacado de su bolsillo una cajita de Pocky de chocolate. Dirige su vista hacia mí y rápidamente siento que voy a colapsar.

¡Aire, necesito aire!

-¿Quieres?- dijo acercando su caja de Pocky hacia mí con gesto aburrido. La sangre se me ha subido a la cabeza, los nervios han apoderado mi estómago y mis pies, mandándole un cosquilleo nada agradable. Su voz es ronca y... sexi.

¡¿Sexi?! 

¡¿Desde cuándo me fijo si los chicos tienes voz sexi?!

¡Inhala, exhala!

-eeh...- balbuceé, ¿Por qué las palabras no salen de mi boca? ¿Tanto me cuesta convivir?

Yo creo que si.

¡Reacciona!

¡No lo dejes con la mano estirada!

-Ya veo... casi no hablas ¿eh?- dice antes de que pudiera contestar. —Descuida, yo tampoco solía hablar- dijo restándole importancia.

- No me... gustan- alcanzo a decir, aunque creo que ha sonado más como pregunta. Su cabeza se inclinó aun lado con curiosidad como un cachorro. ¿Estará analizando mis palabras? O...

-Así que si hablas- dijo con una ceja alzada. Lo único que pude hacer fue asentir con la cabeza, ¿Por qué no puedo hablar?

-Bueno, ¿por qué no te gustan los Pocky?

-No... son de mi agrado- alcanzo a decir.

No lo voy a mentir, es un chico muy atractivo y me empieza a gustar su curiosidad.

Frunce ligeramente  el ceño, algo me dice que me está analizando, cosa que me causa escalofríos.

-Eres la primera chica que conozco que no le gustan los Pocky... eres rara- dijo con una media sonrisa.

Me gusta su sonrisa

Es muy...

-Isabella Dark...Darkworth- escucho que dicen mi nombre con dificultad y noto que es la recepcionista. Bueno es mi turno.

Siento su mirada en mí, seguramente porque no me despido. Pero simplemente no puedo, solo quiero salir corriendo hasta más no poder, encerrarme en mi habitación y gritar con toda la voz que tenga.

Me levanto del sillón y me dirijo a la habitación. No dirijo ninguna mirada hacia aquel chico; no quería ponerme nerviosa de nuevo.

Cierro la puerta detrás de mí y dejo escapar el aire retenido en mis pulmones. Vamos a concentrarnos a lo que debo.

Espero no volver a tener un encuentro tan incómodo como esta vez.

Caminando a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora