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No sé si te lo llegué a contar alguna vez, Ventu, pero mi hermano es un drama queen.

—¿Se puede saber qué haces? —pregunté mientras lo seguía de cerca por todo el piso—. Ya te he dicho que Alicia no está, que ayer se fue de vacaciones.

Isaac hizo un ruidito con la garganta, al tiempo que se asomaba y saltaba dentro de la cocina, que revisó a continuación con un lento barrido de su mirada. Aunque traté de mantener mi gesto grave, una leve sonrisa tiró de mis labios. Cuando se giró a mirarme y entrecerró los ojos delineados de negro, sin embargo, me apresuré a apretar los labios y arrugar más el ceño.

—No me fío un pelo. Dicen, cuentan las malas lenguas, que las brujas siempre aguardan en los rincones menos insospechados y oscuros hasta que bajas la guardia y, entonces, se abalanzan sobre ti para acabar contigo. Estoy segurísimo de que Alicia está escondida en algún lado de esta casa que no me quieres decir, tramando cómo arrancarme el corazón o el hígado sin que me entere para darse un festín, eso si no me ha echado ya un maleficio nada más traspasar el umbral, lo cual, ahora que lo digo —se cruzó de brazos y se frotó el mentón con un expresión pensativa—, tendría sentido y una buena base, viendo lo mal que me va con los hombres siempre. —Se enserió antes de mirarme y agregar—: Tete, es un hecho: Alicia es una bruja y me ha echado un mal de ojo. Hay que clavarle una estaca en el corazón rápido si no quieres que devore también tu alma.

Puse los ojos en blanco. Qué payaso era a veces.

—Deja de decir estupideces. No es ninguna bruja. Lo sabría yo, que duermo con ella todas las noches.

—Eso no quiere decir nada. Podría estar ocultando su identidad secreta, como Superman y todos esos superhéroes de los que no me sé más nombres.

Alcé las cejas.

—¿Primero es una bruja y ahora una superheroína? A ver si te aclaras, enano. —Meneé la cabeza. Salí de la cocina. Los pasos de Isaac retumbaron tras de mí—. Además, ¿qué es eso de que a las brujas se les clava una estaca en el corazón? —Le eché un vistazo por encima del hombro—. Me parece que estás mezclando folklore. Eso se les hace a los vampiros, no a las brujas.

La mueca de Isaac se intensificó.

—Más que una superheroína sería una de esas supervillanas retorcidas que disfrutan haciéndote sufrir hasta que te hacen pulpa y acabas rogando por tu propia muerte. Y, bueno, pensé que una estaca en el corazón sería menos salvaje y doloroso que si hubiera dicho de amordazarla, atarla y quemarla viva. ¿No crees? Es una muerte mucho más rápida y digna.

—Ya, porque que te perforen y te rompan el esternón para llegar a tu corazón a base de mazazos dolería muchísimo menos. —Bufé al tiempo que me dejaba caer en el sofá. Al instante, atrapé la pitillera en la mesa y saqué un cigarro, que me apresuré a encender—. En serio, enano, no sé si lo tuyo es una imaginación demasiado hiperactiva puesta en uso para las cosas más tontas o... que simplemente eres ridículo a más no poder.

Isaac protestó mientras se echaba a mi lado y alegaba que él ponía siempre su imaginación a muy buen uso, muchas gracias.

Déjame decirte, Ventu, que no es verdad.

Pronto, el olor mentolado de su cigarro se entremezcló con el mío. Las cortinas del comedor se mecían con la ligera brisa primaveral que se colaba por la puerta entreabierta del balcón, limpiando el ambiente cargado y dispersando el humo. Si Alicia hubiera estado allí, habría empezado a dar gritos al vernos fumar a los dos en el comedor. No es que no me dejase fumar en casa, pero era muy específica con cuándo, cómo y dónde podía hacerlo, lo que normalmente se traducía en mí abriendo la ventana de la cocina y fumando delante de la pila o muriéndome de calor o frío en el balcón.

[Extraño #2] Extraña necesidad (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora