Un par de semanas después, cerré la puerta de la casa de mis padres y alcé la voz para saludar a cualquiera que estuviera allí a las tres de la tarde. Fue mi abuela la que respondió, lo que quería decir que mis padres aún estaban en el bar familiar, a pesar de que tenían a gente que podría haberse hecho cargo de todo si ellos hubieran querido tomarse la tarde libre. Después de dejar la cartera y el móvil en el cuarto de mi infancia, en el que llevaba durmiendo desde el fin de semana en que me marchase del piso de Alicia y les contase a mis padres y a mi abuela mi deseo de divorciarme, hice una pequeña parada en la cocina para beber a morro agua fría y luego me aventuré hasta el comedor, de donde llegaba el sonido de disparos y relinches de caballos de las películas del oeste que a la yaya le gustaba ver.
Me pasé el dorso de la mano por la frente. A pesar de ser la segunda semana de septiembre, el calor no daba tregua y no había parte de mi cuerpo que no sudase sin parar. La puerta del balcón y el resto de las ventanas del comedor estaban abiertas de par en par; sin embargo, el aire que entraba era caliente, espeso y asfixiante.
Me dejé caer en el sofá y le sugerí poner un poco el aire acondicionado.
Ella me hizo un movimiento de mano distraído que podría haber significado cualquier cosa, sin perderse detalle de cómo el Sheriff del pueblo encarcelaba a un joven maleante en una celda, por lo que preferí tomármelo como un «sí, Currito, ponlo que ya no aguanto más. Me estoy asando con este calor. ¡Eres mi salvador!». Cerré todo, incluida la puerta del comedor, y volví a dejarme caer en el sofá con un largo suspiro mientras el aire fresco empezaba a circular por toda la estancia.
Cerré los ojos y eché la cabeza hacia atrás y hacia el aire acondicionado.
Algunos minutos después, un pie tocó la punta de una de mis deportivas blancas.
—¿A qué viene esa cara, xiquet? ¿No empezaban hoy tus vacaciones? Che, como que te falta algo de entusiasmo, Currito. Pareces una raya secándose al sol, sin energías para chapotear de vuelta al mar.
Hice una mueca sin abrir los ojos.
—Es Alicia. Hoy también vino a buscarme al trabajo a la hora de comer y me ha montado un pollo. Ni siquiera me ha dejado irme a comer. Mi jefe tuvo que mandarme a casa antes de empezar el turno de tarde porque Alicia no quería marcharse de allí por más que le dijera que se fuera.
—Ah —dijo tras una pausa. El armazón del sillón crujió, como cada vez que mi abuela se sujetaba al reposabrazos para ponerse de pie—. No digas más. Antes de que sigas, me hace falta un buen trago y diría que a ti también.
Sus zapatillas susurraron por el comedor. Un par de minutos después, me golpeó la deportiva para avisarme. Mientras me incorporaba y tomaba uno de los vasos que acarreaba antes de ofrecerle mi antebrazo para que se aferrase y se ayudase con él a la hora de sentarse, me advirtió que no le contase nada a mi madre, que ya sabíamos cómo se ponía mi madre cuando nos encharcábamos de alcohol como solución a nuestros problemas y que sería nuestro secretito, pero es que, «Currito, necesito algo bien fuerte en el cuerpo si vamos a hablar de esa xiqueta». Con una exhalación, se acomodó a mi lado y le dio un trago al líquido ámbar que traía en el vaso de cristal.
Yo apenas le di un sorbo y arrugué la nariz ante la quemazón que me dejó en el esófago. Era brandy.
—No entiendo por qué no se da por vencida. —Con la voz áspera y los ojos húmedos, apoyé el culo del vaso en mi muslo. No iba a beber más, pero no quería hacerle un feo a mi abuela—. Ya le dije todo lo que tenía que decirle y, aun así, no para de insistir. Me sabe mal por ella, pero es que... lo nuestro no va a ninguna parte, ¿sabes? Estamos en un callejón sin salida. Y no me parece justo para ninguno de los dos que sigamos juntos si ya no siento nada por ella.
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[Extraño #2] Extraña necesidad (COMPLETA)
Romansa*Aunque aquello del trío iba a ser la solución perfecta a todos sus problemas matrimoniales, Paco no cuenta con agregar uno más a la lista cuando se enamora del hombre al que su mujer eligió.* Paco tiene dos grandes problemas ahora mismo: su mujer l...